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Explosión evangélica preocupa a católicos latinoamericanos

VALENCIA, Venezuela (CNS) —. En la mañana de un domingo reciente, Anderson Cedeño, de 32 años, levantó sus manos hacia el cielo como miles de personas a su alrededor, cantando juntos las letras proyectadas en tres pantallas gigantes que colgaban del techo.

Algunos saltaban de emoción. El coro se balanceaba al ritmo de la música. El baterista golpeaba los parches de su instrumento como si se tratara de un concierto de rock.

Si bien podría sonar como un típico servicio dominical en una megaiglesia moderna de Estados Unidos, la escena se desarrolla semanalmente en la ciudad de Valencia, en el centro de Venezuela, y en las iglesias evangélicas a través de toda Latinoamérica.

Estas iglesias evangélicas han estado ganando popularidad durante décadas en la región mientras que la afiliación y la influencia católica ha disminuido constantemente. En al menos tres de estos países los católicos se han convertido en minorías religiosas.

Las estadísticas presentan una imagen descarnada para la iglesia: mientras en 1910 el 94 por ciento de la región se identificaba como católica, en 2014 esa cifra había descendido al 69 por ciento, según datos del Pew Research Center.

Con su crecimiento, los evangélicos también han aumentado su influencia política, asegurando importantes alcaldías y, en algunos países, poniendo el ojo en la presidencia.

Cedeño, quien creció como católico, dice que los servicios evangélicos le traen “más felicidad y tranquilidad” y lo han ayudado a pasar de una vida de abuso de alcohol y “mala conducta” a “sentir la presencia de Dios”.

Esa experiencia “psicológica, personal e íntima” que se ofrece en las iglesias evangélicas es una de las muchas razones por las que tales iglesias continúan atrayendo a más creyentes en la región, explica Elvy Monzant, jefe del departamento de justicia y solidaridad de la CELAM, el Consejo Episcopal Latinoamericano.

Monzant describe la tendencia como “preocupante” y dice que las congregaciones con mayor crecimiento a menudo son “fanáticas, espiritualmente evasivas” y “enfocadas en hablar en lenguas, lo que significa que a veces es difícil diferenciar entre fe y esquizofrenia”.

“A menudo son pequeñas iglesias, mientras que una parroquia católica puede incluir 30 comunidades separadas que son atendidas por un solo sacerdote”, dijo. “Y para nosotros los latinoamericanos, esas relaciones entre el sacerdote y el feligrés son importantes”.

La mayoría de los analistas y líderes de la iglesia mencionan rápidamente la escasez de sacerdotes en la región como una razón clave por la que muchos feligreses se sienten desconectados de su iglesia local. En toda América del Sur, existen más de 7,000 católicos por cada sacerdote, según datos de la CELAM.

Pero en ninguna parte se ha sentido la ola evangélica más fuerte que en América Central, donde los evangélicos se han convertido en mayoritarios tanto en Nicaragua como en Honduras. En otros países de la región como Guatemala, el 40 por ciento ahora se identifica como evangélico.

Una población con una profunda vocación religiosa, junto con una escasez de sacerdotes, y en algunos casos una historia política de retórica anticatólica ha creado la tormenta perfecta para la explosión de popularidad de las nuevas congregaciones evangélicas, explica el obispo guatemalteco Rodolfo Valenzuela Núñez de Vera Paz, Cobán.

“Los obispos han reconocido que una de las principales causas del crecimiento del evangelismo ha sido la dificultad para hacer crecer la conciencia colectiva católica”, dijo.

Como resultado, las iglesias evangélicas han llenado un “sector desatendido”, dice David Smilde, profesor de sociología de la Universidad de Tulane, quien ha estudiado profundamente esta tendencia en las décadas de 1990 y 2000 en Venezuela.

En el caso de las megaiglesias con servicios que pueden sentirse como un programa de televisión bien producido, los feligreses encuentran una experiencia que consideran “sana y buena, pero también interesante y divertida”, dijo.

Su investigación también encontraron que los hombres jóvenes en América Latina, como Cedeño, encuentran en las iglesias evangélicas una forma de abordar los problemas diarios que enfrentan, como el abuso de sustancias y los problemas matrimoniales.

A medida que los evangélicos aumentan su número en la región, muchos de sus líderes han puesto la mira en el poder político, apoyándose en plataformas socialmente conservadores. Un pastor evangélico casi ganó la presidencia costarricense en febrero de este año, al centrar su campaña en la oposición al matrimonio gay. Los evangélicos también han ganado una influencia importante en la legislatura brasileña y en la alcaldía de Río de Janeiro, una de las ciudades más grandes de América Latina.

En Venezuela, Javier Bertucci, ex pastor evangélico convertido en candidato presidencial, ha alcanzado el estatus de una estrella de rock y, aunque pocos realmente esperan que pueda vencer al actual presidente, Nicolás Maduro, en las elecciones de mayo, el entusiasmo popular que ha despertado su campaña ha llamado la atención en la esfera política del país.

El candidato presidencial venezolano Javier Bertucci, ex pastor evangélico, saluda a sus seguidores en Petare, Caracas. (CNS/cortesía de la campaña de Bertucci/via Cody Weddle).

Cuando se le pregunta acerca de su pasado como pastor evangélico, Bertucci minimiza su rol diciendo que “más del 90 por ciento de los venezolanos se consideran cristianos”. Dice que espera que los venezolanos hartos del clima político actual lo vean a él y a su religión como una tercera vía, no afiliados con los partidos tradicionales o la Iglesia Católica.

“Aquí la gente está decepcionada con la izquierda y la derecha tradicionales”, dijo.

Pero en algunos países como Venezuela, donde las cifras de Pew Research muestran que el 79 por ciento todavía se consideran católicos, las congregaciones evangélicas han crecido a un ritmo mucho más lento.

En Caracas, donde el padre jesuita Alfredo Infante ha visto que las congregaciones evangélicas han ganar algo de popularidad en su comunidad, su opinión es que “no se trata de un fenómeno centralizado”.

“Las pocas sectas que han crecido es porque son un movimiento descentralizado que no dependen de tanta jerarquía”, dijo. “Al ser algo más espontáneo las comunidades se construyen rápidamente”.

La iglesia ha intentado responder al decrecimiento de fieles de distintas maneras, incluso enfatizando nuevamente en su trabajo misionero, un área donde había “perdido capacidad”, según Monzant.

“La iglesia se enfocó demasiado en el sector litúrgico y sacramental, dentro de nuestros edificios, y fue perdiendo el gusto por las misiones”, dice.

Monzant también insiste en que los líderes de la iglesia deben continuar reenfocándose en los más pobres de la región y ser una “iglesia de los pobres”, una idea a menudo defendida por el Papa Francisco.

“Debemos acompañar a los pobres en sus luchas diarias por sus derechos, atacando las causas estructurales de su pobreza”, dijo.

Él cree que algunos países de la región, como México y la República Dominicana, ya han comenzado a mostrar los resultados de esos esfuerzos. Los católicos allí han crecido ligeramente en número en los últimos años.

La escasez de sacerdotes también se ha aliviado. En Guatemala, la conferencia episcopal informa que las vocaciones sacerdotales han alcanzado niveles “nunca antes vistos”.

“Pero los desafíos también han crecido”, alerta antes de concluir el Obispo Valenzuela.