Como reza el viejo refrán: “La limpieza va del lado de la piedad”. En todas las iglesias de la Diócesis de Brooklyn, los feligreses se toman muy en serio el famoso adagio, ayudando a mantener higienizados los templos, sacudiendo el polvo de los bancos y las rejas, llenando las pilas de agua bendita, recogiendo los boletines de la iglesia que dejan los feligreses y realizando tareas similares, motivados por un profundo amor por sus parroquias.
Si bien muchas iglesias en Brooklyn y Queens contratan empresas de limpieza profesionales para limpiar pisos y ventanas, y realizar importantes operaciones de desinfección, los feligreses voluntarios realizan una tarea esencial al complementar el trabajo de los profesionales, según los párrocos.
Unos domingos atrás, después de la misa de las 9:15 a.m. en la iglesia de St. Agatha, en Sunset Park, Louis Cruz se marchó en silencio a limpiar minuciosamente los bancos y luego aplicarles desinfectante para ayudar a tratar de reducir la propagación de COVID-19. “Quiero que la iglesia esté limpia. No quiero que las personas se enfermen”, dijo. Este domingo en particular, Cruz formó parte de un grupo de feligreses que se unieron para limpiar la iglesia. “Lo que hacen es maravilloso. Y la devoción que tienen es inspiradora. Hacen esto todo el tiempo”, dijo el padre Vincentius Do, párroco de St. Agatha.
El padre Do dijo que los voluntarios hacen este trabajo rápidamente después de cada misa, cuestión de que todo esté en orden antes de que los feligreses comiencen a llegar para la próxima misa. Cada misa tiene su propio grupo de voluntarios. El grupo más grande viene a limpiar después de la misa en español de las 10:30 a.m. Con la pandemia todavía en un momento crítico, su labor es aún más crucial. “Queremos que los feligreses sepan que nuestra iglesia está limpia”, dijo el padre Do.
El refrán “La limpieza va del lado de la piedad” se registra por primera vez en un sermón del evangelista británico John Wesley, en 1778. Se refiere a la importancia de que los seres humanos practiquemos la higiene personal. Pero con el paso de los siglos, la frase se ha utilizado en otros sentidos, incluido el de hacer referencia a la limpieza de la casa.
Para los católicos que buscan inspiración celestial, santa Zita (1212-1272), quien trabajó de sirvienta para una familia adinerada en la Toscana, Italia, es la santa patrona de las amas de llaves y las empleadas domésticas.
El COVID-19 ha puesto un freno a los voluntarios de muchas parroquias. En la iglesia de St. Mel, en Flushing, Madeline Bauer no ve la hora en que termine la pandemia. “Queremos volver a trabajar limpiando la iglesia”, dijo.
Según Madeline, maestra jubilada, durante décadas la Iglesia de St. Mel ha tenido una brigada de voluntarios para la limpieza. “Ya existía hace mucho tiempo, mucho antes de que yo formara parte del grupo. Mons. McGuirl le pidió a la Sociedad del Rosario que se hiciera cargo de la limpieza de la iglesia y comenzaron a organizar las tareas”, dijo. Mons. John McGuirl se desempeñó como administrador de St. Mel de 1989 a 1991 y como párroco de 1991 a 1995.
“La brigada de voluntarios comenzó a funcionar en 1991. Originalmente éramos ocho y nos turnamos. Era una labor que disfrutamos”, recuerda Carolyn Sitler, quien fue parte del primer grupo de voluntarios que respondió al llamado de Mons. McGuirl. “Nos dividimos en equipos. Las mujeres que lavaban y planchaban la mantelería del altar se llamaban Linen Ladies. El resto éramos las Church Ladies”, dijo Carolyn.
Madeline Bauer entró al equipo unos años después de que comenzaran las limpiezas. “Solíamos ir todos los viernes. Sacudíamos los bancos, lavamos las pilas de agua bendita, limpiábamos las puertas de vidrio y hacíamos otras tareas. Usábamos los productos de la marca Murphy”, dice la maestra, quien comenzó a asistir a misa en St. Mel después de casarse, en 1961.
El grupo actual de voluntarios se apodó a sí mismos Dust Busters (“Los cazasuciedades”). Antes de la pandemia, la misión de Madeline era organizar el horario de los equipos de limpieza. “Todos ponen mucho empeño en el trabajo. Uno de los voluntarios incluso trae su propia escalera. Trabajamos especialmente duro durante Navidad y Semana Santa.
En esos días quieres que la iglesia luzca lo mejor posible”, dijo. El padre Joseph Fonti, párroco de St. Mel, se maravilla de la actitud positiva de sus feligreses. “No tuve que pensar. No tuve que pedir ayuda. Simplemente lo hicieron por su cuenta”, dijo.
El padre Fonti describió de “admirable” el sentido de dedicación de los voluntarios. “Muestran su alto nivel de respeto por la iglesia”, dijo el sacerdote. “Ven la iglesia como una extensión de sus propias casas”.
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