Un día antes de que el supertifón Haiyan tocara tierra en Tacloban, una zona en las Filipinas que fue devastada por el tifón en 2013, Liezl Corales y su familia fueron evacuados a la Escuela San Fernando.
Ese centro fue uno de los muchos edificios afectados por las marejadas ciclónicas que inundaron el área de Tacloban, explicó.
El tifón que azotó las Filipinas hace dos años causó alrededor de 6.300 muertes y 28.000 heridos. Haiyan (también conocido como Yolanda) también afectó a 12 millones de personas, incluyendo a 5.6 millones quienes perdieron su modo de subsistencia.
Cuatro millones de personas como Corales quedaron desplazadas debido a los destrozos del tifón. Los Corales pasaron casi nueve meses en el centro de evacuación con docenas de familias.
Después del desastre, las comunidades se unieron para reconstruir sus vidas con la ayuda de la iglesia local, organizaciones no gubernamentales y los Catholic Relief Services (Servicios de Auxilio Católico o CRS), la agencia humanitaria internacional de la comunidad católica de EE.UU. Dos años después de Haiyan muchos edificios ya han sido reconstruidos pero el proceso de reconstruir las vidas de los más necesitados continúa.
La meta de los CRS es seguir apoyando a las familias afectadas por Haiyan, especialmente en Leyte y Samar, para que puedan reconstruir su vida y luego pasar “de la recuperación al desarrollo”.
“Nos estamos enfocando a nivel de barangay (vecindario), de comunidades y también estamos trabajando con el gobierno… para que cada familia entienda la necesidad de estar alerta y cómo el vecindario se está preparando”, dijo Tulio Mateo, encargado
del programa para la reducción de desastres y planeamiento de los CRS Tacloban.
Para ayudar a los desplazados a tener un hogar digno se ofrecen subvenciones para reparar casas o rentar una vivienda y refugios temporales construidos para resistir otros siniestros comunes en ese país. En octubre, los CRS lograron una de sus metas : dar apoyo para refugio a 20.000 familias.
Corales, beneficiaria de la ayuda de CRS-USAID, encontró el lote donde 185 familias podían reubicarse con la ayuda de los CRS. Se mudó el 17 de octubre de 2014. Los CRS construyeron casas temporales para que los desplazados tengan donde dormir hasta que el gobierno termine las viviendas permanentes que tienen planeadas. Ahora Corales tiene algo que anheló durante nueve meses: su proprio espacio.
“Finalmente tenemos privacidad”, dijo. “Aquí hay espacio para que nuestros niños jueguen”.
Debido a su iniciativa, Corales fue elegida presidente de la comunidad de viviendas temporales. Aunque nunca se imaginó hacer esto antes de Haiyan, ella se siente “contenta y orgullosa” de poder ayudar a que mejoren las cosas.
El plan de cinco años de los CRS tiene como objetivo ayudar a 100.000 familias (unas 500.000 personas) a reconstruir sus vidas después de este desastre. La ayuda incluyó proveer agua potable y alimentos, construir instalaciones sanitarias, recoger los escombros, proveer soluciones de vivienda y apoyar a la gente para que se desempeñen en trabajos sostenibles para mantener a sus familias.
Los CRS han estado trabajando en estrecha colaboración con la Iglesia Católica y la organización Caritas de las Filipinas, pues la misión de los CRS es ayudar a las comunidades —desarrollando los recursos y capacidades de dichas comunidades y de la iglesia local— para ayudarlos a responder con eficacia a sus necesidades. Los católicos en EE.UU. también los apoyaron donando $24,5 millones por medio de una colecta, según informes de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos.
Las organizaciones que respondieron al desastre han quedado impresionadas por la manera en que los sobrevivientes se sobrepusieron y comenzaron a reconstruir sus vidas. Muchos lo atribuyen a la profunda fe de los católicos filipinos, quienes son el 81 por ciento de la población del país.
“Al final sabemos que hay alguien quien nos cuida, y ese alguien es Dios”, dijo el padre Al Cris de Caritas Palo en Leyte.