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¡Honor a quien honor merece!

Celebrando el décimo aniversario del Reverendísimo Nicholas DiMarzio como Obispo de la Diócesis de Brooklyn, tuve la oportunidad de hacerle algunas preguntas sobre sus 10 años de obispado en nuestra comunidad. Debo admitir que esta experiencia pudo haber sido muy intimidante si no hubiera sido por la cálida bienvenida de brazos abiertos que nuestro querido Obispo ofreció a Nuestra Voz. A mi lado durante la entrevista estuvo Natasha Bisbal, a quien considero una hermana del alma. De manera muy personal, ambos pudimos felicitarlo por sus diez años de entrega y darle las gracias por todo lo que ha hecho por nuestra comunidad hispana.

¿Qué siente hoy al celebrar 10 años como Obispo de Brooklyn?

Estos diez años como Obispo de Brooklyn han sido un verdadero desafío. Tengo que decir que me siento lleno de energía y espero ansiosamente los siguientes siete años, si Dios me da buena salud. Esta es una diócesis muy concurrida, siempre sucede algo nuevo y a veces ocurren crisis pero son propias de las labores normales en el día a día.

Brooklyn tiene una cierta aura e historia que lo hace diferente. Cuando estoy en el extranjero y digo que soy el Obispo de Brooklyn, todos sonríen. Este es un lugar único que todos quieren conocer, aunque muchos saben algo de Nueva York. Hace unos días, atendí la visita de la Comunidad Neocatecumenal y me dijeron: “Cuando estábamos en Dallas, nadie quería ir a vernos. ¡Ahora que estamos en Brooklyn, todo el mundo quiere visitarnos!”.

¿Cuál ha sido su mayor logro como Obispo de Brooklyn?

Ciertamente creo que la situación vocacional es una de las cosas de las cuales estoy más orgulloso. Además fue realmente necesario. Cuando llegué, teníamos 27 seminaristas, desde el 2004 hasta hoy, hemos ordenado 45. Tenemos 60 seminaristas en la universidad y en el seminario teológico; es un buen balance. Existe una gran diversidad de seminaristas que refleja la variedad cultural presente en nuestra diócesis.

¿Cuál ha sido su desafío más grande?

Sin lugar a dudas, el mayor reto ha sido la estabilización de las escuelas y las parroquias.

En la primera reunión con el Consejo de Asuntos Económicos me dijeron: “Cerrar las escuelas”. Eso básicamente era decir que no podíamos sostenerlas económicamente. Entonces, propuse analizar el tema, y así lo hicimos. Encontramos la manera de salvar la mayoría de ellas.

Con las parroquias, gracias a Dios, sólo lo tuvimos que cerrar tres que estaban en mal estado y no se podían reparar. Sin embargo, el resto de ellas se combinaron con parroquias y más de un sitio de culto para hacerlas financieramente estables.

Hemos oído que es un buen cocinero, ¿qué le gusta cocinar?, ¿cómo le ayuda ésto a relajarse?

Me gusta cocinar porque me gusta comer. No tenemos un cocinero en la casa y por eso hay que cocinar.

Estoy enseñando al Padre Patrick, que es un muy buen aprendiz. Con Monseñor Harrington no hay esperanza, ni siquiera puede hervir agua. Lo dejamos lavar un plato de vez en cuando para que no se sienta excluido. Obtuvo un MBA pero no va a pasar la escuela de cocina.

Por lo general, nos preparamos pasta, carne, cosas diferentes. Ahora, el pobre Padre Patrick va a la escuela de 6:00 p.m. a 10:00 p.m., entonces hacemos la cena temprano o le dejamos algo para que cene al llegar a casa.

Cocinar es mi pasatiempo, es relajante, ya que tienes que prestar atención y concentrarte en lo que haces, no quieres echarlo a perder. Mi comida favorita es la pasta con salsa roja.

¿Qué tan importante es la comunidad de habla hispana en nuestra Diócesis? ¿Le preocupa que algunos de ellos recurran a la iglesia evangélica?

En nuestra diócesis, más del 80 por ciento de los nacidos en el extranjero son hispanos de todos los países de América Latina, otros provienen de España. Sin duda es una comunidad muy importante.

Es increíble la cantidad de iglesias de garaje que se encuentran en los territorios de Brooklyn y Queens. Cuando veo algunos de sus nombres me río porque son realmente increíbles.

Hubo una investigación para saber qué atrae de las iglesias evangélicas, y se encontró que los inmigrantes quieren esta comunidad porque quienes la conforman son en su mayoría inmigrantes. No son catedrales, pero de alguna manera ellos encuentran el sentido de comunidad, calidez y la ayuda de unos a otros.

La incursión de los países latinoamericanos a las sectas evangélicas es una tendencia creciente. Muchos de sus fieles no fueron catequizados en sus países por falta de sacerdotes o ausencia de la iglesia y no tienen una tradición católica. La gente no entiende su propia fe, tampoco las Escrituras, y en ellas es donde nace la atracción por la Biblia. Mientras tanto, todas estas iglesias de garaje les ofrecen la Biblia y su propia interpretación de ella.

Aquí es donde tenemos que hacer el trabajo y este panorama nos enseña una manera de llegar a la gente y conocer sus necesidades emocionales y religiosas.