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Creer, para construir la paz

La consigna de hoy en la JMJ es “Creer.” Creer es una concepto que puede tener dos acepciones antagónicas: la de quien no esta seguro de algo y por lo tanto solo se anima a opinar que “cree que tal cosa es de tal modo,” pero sin poder afirmarlo, o también la de aquel que pone toda su fe en una cosa en la que cree y por lo tanto es capaz de afirmarla con certeza.

Respecto del creer en Dios, el autor de la Epístola a los Hebreos dice que “la fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven.” (Heb. 11, 1). Es decir que el creer de los cristianos, su fe, es una certeza que afirmamos aun cuando no siempre existan las confirmaciones sensibles. Es decir, la fe, el creer mas autentico es el que se da en “el desierto”.

Pero ahí no se acaba, porque no solo debemos dar un “salto de fe” para creer en Dios al que no vemos, sino también para creerle a Dios, a su Palabra, a sus promesas y así finalmente poder abandonarnos a su Voluntad.

En este sentido, creer es un desafío para el hombre actual tan pragmático y materialista. Creer rompe los esquemas que aseguran el autocontrol y la autosuficiencia.

Podemos imaginar como entra en crisis un joven educado en esta lógica cuando es convocado a creer por encima de sus posibilidades incluso de pensarlo.

Pero entre nosotros hay jovenes que ademas de enfrentarse a los esquemas mentales o a los limites impuestos por la cultura tienen que aprender a creer en medio de experiencias trágicas, como pasó ya hace unos años con los jovenes de Irak y Siria que tenia que sostener la fe en medio de las persecuciones y con un panorama mas que desesperanzador, y ahora ocurre con los jovenes ucranianos que a decir del obispo de Donetsk, Mons. Maksym Ryabukha, llegan a la JMJ como los héroes de un futuro mas digno. Sin embargo, y contrariamente a lo que podamos imaginar, estos jovenes no vacilan en su fe. Porque en medio de la oscuridad en la que puede sumergirlos la guerra y la caducidad de las cosas de la tierra, ellos aprenden a vivir bajo la única luz que no puede apagarse que es la mirada de Dios y un Dios que es Padre.

El P. Roman Domush junto a un contingente de jovenes ucranianos en el encuentro con el Papa Francisco durante la JMJ (Foto: P. Roman Domush)

El P. Roman Demush, uno de los sacerdotes encargados de la Pastoral Juvenil Greco-Catolica de Ucrania, quien llega a Lisboa con un gran contingente de jovenes ucranianos que saben equilibrar la piedad con la alegría, los presenta como el signo del resucitado porque mas allá de la muerte que los acecha cotidianamente, ellos saben conservar la alegría que brota de una esperanza autentica.

Por su parte, Mons. Oleksandr Yazlovetskyi, indica que, aun cuando están disfrutando de la JMJ, para ellos no es fácil olvidar lo que continua pasando en su Patria, donde están sus familiares y amigos. Porque ciertamente, la fe no es evasión de la realidad, sino hacernos cargo de las realidades terrenas responsablemente pero con la certeza de que nada escapa a la mirada de Dios.

Estos jovenes llegan como signo y testimonio no solo de un pueblo que quiere vivir en paz y libertad, sino de la humanidad que quiere ser liberada del terror de una vida llena de amenazas y de una generación que ama y valora la dignidad de la vida tan olvidada por los poderosos de estos tiempos.

Por su parte, el Arzobispo Mayor de Kiev, Su Beatitud Svjatoslav Ševčuk en su mensaje diario del 1 de agosto se refirió al rol de los jovenes ucranianos en la JMJ En una época en la que ser cristiano es un verdadero desafío y a veces significa ir a contracorriente de una cultura secularizada que rechaza los valores cristianos, la Jornada Mundial de la Juventud se convierte en un momento de refuerzo mutuo, de compartir experiencias de fe y de curar las heridas que los jóvenes y las jóvenes llevan en el corazón y en el alma […] Los jóvenes ucranianos tienen algo importante que decir, quieren hablar a sus coetáneos, a la Iglesia católica y al mundo entero. Los jóvenes ucranianos quieren ser escuchados, quieren hablar sobre el dolor y la pérdida que los ucranianos están experimentando hoy. Los jóvenes ucranianos de hoy quieren comunicar a toda la Iglesia católica lo que significa ser cristiano en tiempos de guerra. Sin embargo, los jóvenes ucranianos también quieren que se les escuche de verdad. Compartir el dolor y los retos a los que se enfrentan nuestros jóvenes será un valioso momento de curación de las heridas.

Sin lugar a dudas, el encuentro con el testimonio de fe de los jovenes ucranianos, víctimas de una guerra injusta, quienes en su heridas representan también a los jovenes de Siria o de Irak que sufrieron la persecución por su fe o a los otros millares de jovenes anónimos que sufren la injusticia y solo se sostienen por la certeza que da la fe, debe cuestionar la comodidad con la que se vive la fe en otras regiones y renovar en los jovenes la fuerza del “creer,” creer en Dios y creerle a Dios, para poder volver a creer en la humanidad y construir, desde la fe, un mundo mas digno para todos.