Hay una zona geográfica en el mundo, que si bien ha sido considerada el “Pulmón de la humanidad”, no obtiene la atención ni mucho menos el respeto de gobernantes y pobladores que esta requiere.
Es considerada como un subcontinente porque la naturaleza convive allí con el hombre, otorgándole sus mejores plantas, animales, agua y otros minerales; riqueza que se conjuga con las tradiciones y valores que ya quisieran conservar algunas sociedades contemporáneas. Nos referimos a la Amazonía, cada vez más amenazada por la minería, la contaminación ambiental y la trata de personas con visos de nuevo esclavismo.
Ocho países comparten los bosques tropicales amazónicos (un área de 6 millones de kilómetros cuadrados): Brasil y el Perú (la mayor extensión), seguidos de Colombia, Ecuador, Venezuela, Surinam, Guyana y la Guayana Francesa.
Tierra de esperanza
Desde hace años se han dado voces de alarma. Entidades estatales, internacionales y religiosas, en oportuna respuesta, han decidido asentar a sus especialistas en el lugar para alertar sobre los daños, analizar el potencial del territorio y emprender acciones que contribuyan al desarrollo sostenible de estas tierras agrestes.
Conociendo esta realidad, el 15 de octubre pasado el papa Francisco convocó a una reunión de la Iglesia universal para reflexionar y elaborar líneas de acción a favor de la región Amazónica. La Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica tendrá lugar en Roma en el mes de octubre de 2019. La cita, aseguró el Papa, es una respuesta “al deseo de algunas conferencias episcopales de América Latina, además de la voz de diversos pastores y fieles de otras partes del mundo”.
El objetivo principal de esta convocatoria “es individuar nuevos caminos para la evangelización de aquella porción del Pueblo de Dios, especialmente de los indígenas, a menudo olvidados y sin la perspectiva de un futuro sereno”, expresó el Santo Padre. Es por ello que “la crisis de la selva Amazónica, pulmón de capital importancia para nuestro planeta”, se convierte así en un tema relevante para las prioridades de la Iglesia en la era Francisco.
Despensa y reserva para el mundo
Además de toda la flora, la fauna, el agua y las personas que forman parte de la región, las cuales hay que custodiar para un desarrollo sostenible, la humanidad debe ser consciente y valorar todo lo que las tierras de dicha selva le proporcionan.
Desde la Amazonía llega a nuestras mesas y ciudades el caucho y la madera, así como la banana, yuca, cacao, café, maíz y otras variadas frutas y peces de la región, únicos en su género.
Es así que el sínodo convocado podrá expandirse en un análisis sobre los riesgos de dichas poblaciones, y las medidas de precaución urgentes a tomar para que la Amazonía no sucumba bajo la explotación indiscriminada de sus recursos naturales a causa de la deforestación, la minería ilegal, la contaminación de sus ríos y cuencas o la migración forzosa; así como por el desconocimiento sobre los derechos que les asisten a los pueblos en favor de su tierra y sus costumbres ancestrales.
La visita del Papa en enero de 2018 a la ciudad de Puerto Maldonado en la región amazónica del Perú, con la asistencia de pueblos originarios de los países nombrados junto a otros de Bolivia, Chile, Paraguay y Argentina, será motivo para escuchar algunas líneas directrices en su mensaje, que permitirán avizorar por dónde se encaminará el Sínodo del 2019, y qué responsabilidad tenemos todos en el cuidado y desarrollo de esta porción del Pueblo de Dios.