Santo del mes

La Anunciación del Señor

La Solemnidad de la Anunciación, relatada en el primer capítulo del Evangelio de San Lucas, se celebra nueve meses antes de la Navidad, el 25 de marzo. En ese día la historia de la humanidad cambió cuando María dio su “Sí” valiente a Dios al aceptar concebir en su seno al Salvador del mundo.

Dios Padre envió al ángel Gabriel a Nazaret a anunciar a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David, que sería la madre de Jesús. “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al notarla conturbada el ángel la calma diciéndole: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.”

Un diálogo maravilloso se da entonces entre ella y el ángel. María pregunta: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?”.  Él responde: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios”. Y como prueba de que “ninguna cosa es imposible para Dios.” (Lucas 1,36) el ángel le informa que su prima Isabel, estéril y de edad avanzada, está embarazada de seis meses.

El mensajero de Dios espera por el libre consentimiento de la joven doncella. No habrá un Salvador hasta que ella dé una respuesta positiva. Así, en cuanto ella da su Sí, su fíat, “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”, ¡el Hijo de Dios se hace hombre!; el misterio  de la encarnación, de amor y misericordia proclamado en las profecías miles de años atrás, se hace realidad. El Mesías prometido, va a llegar. El mediador entre Dios y los hombres va a nacer de una joven adolescente que se atrevió a decir que sí sin saber lo que le esperaba. Solo confió y esperó.

Los Santos Padres han escrito que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres. Como dice San Ireneo, “obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano”. Afirman que “el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; que lo atado por Eva con su incredulidad, fue desatado por la virgen María mediante su fe”; y comparándola con Eva, llaman a María “Madre de los vivientes”, afirmando aún con mayor frecuencia que “la muerte vino por Eva, la vida por María”.

El Magisterio de la Iglesia nos enseña que “El Padre de la misericordia quiso que a la encarnación le precediera la aceptación de la Madre predestinada, para que de esta manera, así como la mujer contribuyó a la muerte, también la mujer contribuyese a la vida”.

En la oración del Angelus recordamos este gran evento bíblico: 1) El ángel del Señor anunció a María. Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo. 2) He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra. 3) Y el Verbo se hizo Carne. Y habitó entre nosotros.