Nacido en La Habana (Cuba) en 1969, el padre Israel Pérez, creció en el seno de una familia católica por tradición, pero que no participaba activamente en la vida parroquial para evitar las represalias de las autoridades del régimen en la isla. “Fui bautizado en una iglesia católica lejos de mi casa, entonces después que te bautizaban no había practica religiosa simplemente la tradición del sacramento del Bautizo”, asegura.
Transcurrieron muchos años antes que volviera a pisar una iglesia. A los 18 años, su llamado se presentó como un susurro en medio de una multitud, en tono bajo para ser oído solo por quien tenía que escucharlo. “Unos amigos me llevaron para curiosear un poco sobre la fe, fuimos a una iglesia llamada Nuestra Señora de la Caridad en La Habana, cerca de mi casa, para prepararme para la Primera Comunión”, narra el padre Israel.
Luego, con aquellos mismos amigos visitaron un convento de las Carmelitas Descalzas, con quienes podían hablar a través de una reja después de rezar las Vísperas los viernes en la noche. Iban a visitarlas cada viernes, pues querían saber cómo vivían esas religiosas de clausura. “Verlas detrás de una reja con esa alegría y felicidad que sentían, empezamos a sentir más curiosidad y empezamos a acercarnos a algún sacerdote que nos pudiera explicar ciertas cosas”, dice.
Es así como surge su vocación gracias al acompañamiento del hoy Mons. René Ruíz, quien sigue siendo su director espiritual, y quien fuera después el rector de tres seminarios de La Habana. En 1992, a los 22 años, ingresó al seminario San Carlos y San Ambrosio de la capital cubana y solo tres días antes le informó a sus padres, explicándoles qué era un seminario y por qué quería ir.
“Nadie lo imaginaba, yo no era piadoso de pequeño pero si fui muy estudioso, obediente y disciplinado en la escuela […] como no había ningún tema religioso en mi casa, solo en el cuarto de mi mamá había una imagencita de la Virgen de las Mercedes porque ella se llama Mercedes y siempre ha sido devota, por haber nacido el 24 de septiembre, día en que se celebra su fiesta”.
En dicho seminario completó sus estudios de filosofía y teología y un año pastoral. El 9 de junio de 2001 fue ordenado en la Catedral de La Habana. “Ese fue uno de los días más felices para mí, el poder ver realizados mis sueños, poder celebrar la Eucaristía, poder llegar a una comunidad cristiana, poder confesar, bautizar, celebrar los sacramentos y estar unido al presbiterio y recibir ese cariño de los sacerdotes de la diócesis ese día de mi ordenación, porque me ordené yo solo”, recuerda.
Nunca a olvidado los detalles de la primera misa que celebró. “Fue una experiencia muy linda la primera misa en mi parroquia de la Caridad, porque se celebraba ese día la Solemnidad de la Santísima Trinidad. Ver la emoción de mis amigos del seminario que estudiamos juntos tantos años, ver a mi comunidad y a los jóvenes del Grupo de Jóvenes y del Grupo de Oración de la Renovación Carismática. Estábamos todos juntos, los del barrio que me vieron crecer en la fe, la catequista, los empleados de la parroquia”, comenta el padre Israel.
Su primera asignación fue en la parroquia San Juan Bautista, localizada en el municipio de Jaruco, como párroco. Allí llegó el 24 de junio de 2001, día de la fiesta patronal. De esta parroquia formaban parte las iglesias San Pedro, Nuestra Señora de Lourdes y Nuestra Señora del Carmen, todas ubicadas en diferentes poblaciones rurales, donde el Padre sirvió por poco más de siete años.
Posteriormente fue asignado como párroco de tres iglesias, esta vez en municipios urbanos con más población. Ya en esta fecha el Padre también fungía como Asesor de la Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis de La Habana, cargo que desempeñó por ocho años y medio.
En 2014 el padre Israel Pérez salió de Cuba y llegó a la Diócesis de Brooklyn gracias a que Mons. Otto García lo presentó a esta diócesis. A principios de agosto del mismo año fue asignado como vicario parroquial a la iglesia Preciosísima Sangre en Bath Beach (Brooklyn), donde sirvió a una vibrante comunidad multicultural y donde junto al párroco, padre John Maduri, trabajaron para construir los cimientos de una sólida comunidad hispana que ansiaba asistir a la Misa en su idioma. “Empezaron 23 personas y cuando me fui había unas 300 personas en la comunidad hispana”, dice el padre Israel.
En enero de 2019 fue asignado vicario parroquial de la Concatedral de San José-Santa Teresa de Ávila, donde compartió con Mons. Kieran Harrington hasta el pasado mes de abril cuando este último fue nombrado Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias. Actualmente funge como administrador temporal de la Concatedral en tanto recibe su asignación como Administrador de la iglesia Santo Niño Jesús y San Benito José Labre en Richmond (Queens).
“La celebración de la Eucaristía es el tesoro más grande que hay en mis manos y es algo que cuido como la niña de mis ojos”, asegura este sacerdote para quien la experiencia de servir en una diócesis diversa y multicultural como ésta, le ha dejado una gran riqueza espiritual. “Ver cómo hay católicos de diferentes partes del mundo. Chinos, coreanos, italianos, irlandeses, nativos americanos, eslovacos, ucranianos… Todos buscan al mismo Dios, todos laten con la misma fe y celebran la misma Eucaristía”.