El martes 12 de diciembre, antes del amanecer, en 43 parroquias de Brooklyn y Queens se fueron reuniendo grupos de fieles, todos vestidos con chándales azules. En el pecho tenían estampada la imagen de la Virgen de Guadalupe.
Desde sus parroquias partirían hacia la Concatedral de San José, en Prospect Heights, para participar en la misa diocesana de la Virgen de Guadalupe, que se celebra cada 12 de diciembre. Repetían así una tradición que habían aprendido en su tierra: ir en peregrinación a la Basílica de Guadalupe para honrar a la Virgen en su día.
La Concatedral apenas podía acoger a los 2500 devotos guadalupanos que se reunieron para la misa, celebrada por monseñor Nicholas DiMarzio, obispo de Brooklyn.
Antes de la misa los participantes escucharon al padre Lázaro Núñez, Apóstoles de la Palabra, hablar sobre la relación entre las apariciones de la Virgen y la misión evangelizadora del cristiano.
A continuación el padre Jorge Ortiz, director del Ministerio Mexicano de la Diócesis de Brooklyn, explicó a los presentes el sentido profundo de la fiesta, de la peregrinación, de la devoción a la Virgen de Guadalupe.
Después habló el padre Sean Suckiel, director de Vocaciones de la Diócesis de Brooklyn, pues monseñor DiMarzio ha declarado este como el Año de las Vocaciones. El padre Suckiel invitó entonces al padre Jason Espinal, director del Ministerio Dominicano, a dar su testimonio personal.
El sentido testimonio del padre Espinal hizo recordar a los presentes que la Virgen de Guadalupe tiene devotos numerosísimos en toda América Latina, y que la devoción guadalupana, cuando es verdadera, está centrada en la figura de su Hijo.
Poco antes de la misa, los participantes escucharon la catequesis de la licenciada María Concepción Castillo, teóloga mexicana experta en la Virgen de Guadalupe.
Después de la misa, monseñor DiMarzio y monseñor Cisneros encendieron las antorchas que cada uno de los grupos llevarían hasta sus parroquias. Caminaron por las calles de Brooklyn y Queens.
El tema central de las pláticas fue, como a menudo repite el padre Jorge Ortiz, invitar a los presentes a madurar en la fe. Como dijo a Nuestra Voz Elimelec Soriano, coordinador del Ministerio Mexicano, “trabajamos para que la devoción popular a la Virgen de Guadalupe sea cada día más un compromiso de fe, un compromiso con la parroquia, con la comunidad; y un compromiso que dure todo el año”.
Así trabaja el Ministerio Mexicano, que está presente en unas ochenta parroquias de la diócesis. La Carrera Guadalupana, como se llama a las diversas peregrinaciones que confluyeron en la Concatedral el pasado 12 de diciembre, es un evento que se prepara durante todo el año.
Monseñor Octavio Cisneros, obispo auxiliar de Brooklyn y vicario para Asuntos Hispanos, predicó la homilía, como ha hecho por varios años. Se refirió a dos temas que han marcado a la comunidad mexicana de Brooklyn y Queens: el reciente terremoto ocurrido en México y los cambios en las leyes migratorias.
“Los terremotos no son solo fenómenos naturales, también encontramos en nuestro ambiente situaciones de terremoto que sacuden los fundamentos básicos de nuestro ser. Muchos de ustedes viven con el miedo a ser deportados a pesar de trabajar y vivir honradamente”.
“Los llamados ‘soñadores’ (DREAMers), jóvenes que han vivido aquí casi toda su vida, viven en zozobra por su futuro. Los miles que han tenido la protección del TPS, están pendientes de la deportación”.
Y citó entonces a monseñor DiMarzio, diciendo: “El obispo Nicholas DiMarzio es un campeón en la defensa de los derechos de los inmigrantes. Hace poco decía él en la radio: «América es un faro de esperanza, y estos jóvenes inocentes no han hecho nada malo y no se les debe castigar, no deben ser obligados a salir de Estados Unidos, que ha sido su hogar»”.
En momentos así, recordó monseñor Cisneros, los creyentes volvemos nuestros ojos a María. “Necesitamos que nos abraces, Morenita, que nos acerques al calor de tu corazón, y que nos vuelvas a decir al oído, «Nada te inquiete, nada te turbe. ¿No estoy yo aquí que soy tu madre?»”.
Después de la misa, monseñor DiMarzio y monseñor Cisneros encendieron las antorchas que cada uno de los grupos llevarían hasta sus parroquias. Caminaron por las calles de Brooklyn y Queens, algunos por más de nueve millas, siguiendo a autos o camionetas con imágenes de la Virgen de Guadalupe, dando testimonio de su devoción. En las parroquias los esperaban sus párrocos y otros fieles con el almuerzo listo. En algunas de las 43 parroquias rezaron el rosario al llegar o celebraron la misa parroquial en honor de la Virgen.
En medio de las dificultades que muchos de estos inmigrantes enfrentan, fue este un día de fe, devoción y alegría porque, como dijo monseñor Cisneros: “Este amor, esta compasión, esta protección que la Virgen de Guadalupe ofreció a Juan Diego, también nos la brinda hoy a todos nosotros”.