Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
La semana pasada y dirigida por la oficina de comunicaciones de la Diócesis de Brooklyn, se llevó a cabo una manifestación de solidaridad en Grand Army Plaza en Park Slope, donde congregamos a la comunidad —en especial al Departamento de Policía de Nueva York y nuestra comunidad afroamericana— para unirnos en oración por la paz y el sosiego.
La ceremonia ecuménica reunió a representantes de las principales religiones: católica, protestante, judía, budista, sij e islam. Siempre es importante orar en tiempos de crisis, no solo para pedir a Dios por la paz y el sosiego, sino también para entender mejor nuestros propios sentimientos y motivaciones, y así poder actuar con la paz y el sosiego necesarios para vivir en una sociedad pacífica.
Cuando miramos la verdad del asunto, las lamentables muertes de Philando Castile, en Minnesota, y Alton Sterling. en Luisiana, dieron lugar a manifestaciones espontáneas contra la violencia policial y probablemente los estereotipos. El desafortunado incidente en Dallas, donde fueron asesinados cinco policías, motivó la marcha de solidaridad organizada por la Diócesis de Brooklyn.
Y precisamente el pasado fin de semana, vimos a tres agentes más ser emboscados y asesinados en Baton Rouge. Uno de ellos era afroamericano. Otros tres agentes fueron abatidos y uno todavía está luchando por su vida. Vemos que la cuestión de la violencia contra la policía es también un asunto importante.
Nuestra Diócesis de Brooklyn y Queens es única en la nación, ya que tenemos la mayor cantidad de católicos negros, aproximadamente 251.000, según una encuesta reciente del Centro para la Investigación Aplicada en el Apostolado (CARA, por sus siglas en inglés). La mayoría son haitianos, antillanos y afroamericanos. Nuestra manifestación de solidaridad reunió a muchos de estos feligreses y yo sentí una enorme satisfacción al poder contar con su participación.
Tratar de entender el sentir de la comunidad negra no es una misión sencilla para los estadounidenses blancos. Durante estos días perturbadores han salido a la luz estadísticas de que aproximadamente 640 personas son asesinadas por la policía cada año en Estados Unidos, y de ellos menos de un tercio son negros. Para entender las estadísticas hay que considerar que mientras los negros estadounidenses constituyen aproximadamente entre el 13 y el 14 por ciento de la población, su representación en esta cifra es desproporcionadamente alta.
Poniendo los datos a un lado, es el sentimiento y la percepción de nuestra comunidad negra la que necesita atención. Cuando reconocemos que el respeto mutuo es la base del mundo civilizado, debemos reconocer los sentimientos de todos los que conforman nuestra sociedad. Si el otro se siente maltratado, necesitamos sensibilizarnos realmente si pretendemos vivir en una sociedad solidaria. No podemos simplemente analizar los hechos, también hay que considerar esa percepción histórica de injusticia.
No existe una solución fácil para unificar una masa de ciudadanos en nuestro país. Es lamentable que todavía nos refiramos unos a otros por el color de la piel. El racismo nos impide ver el verdadero valor de una persona. Todavía a nuestra sociedad le queda un largo camino por recorrer hasta llegar al día en que veamos al ser humano y no su color.
Nuestra vigilia con la policía y la comunidad representa un pequeño paso en esa dirección. Monseñor Robert Romano ofreció una oración por la seguridad de los agentes de policía del país. Además de los diversos miembros de nuestra comunidad, asistieron cientos de agentes de la policía, entre ellos monseñor David Cassato, capellán del Departamento de Policía de Nueva York, monseñor John Delendick, capellán del Departamento de Bomberos de Nueva York, así como varios miembros del clero.
Cada día la labor de los oficiales de la policía los sitúa en la línea de fuego. Dejan sus hogares y sus familias, sin la seguridad de que regresarán sanos y salvos al final de la jornada. Necesitamos el apoyo de nuestros agentes del orden. No podemos esperar que hagan su mejor trabajo sin el soporte de la comunidad.
Debemos remar mar adentro en las aguas de nuestra memoria colectiva para erradicar el racismo y todas sus manifestaciones en nuestra sociedad. Solos no podemos lograr esta gran tarea. Pero con la ayuda de Dios todo es posible. Únanse a mí en oración, por que todos en nuestra sociedad nos acerquemos cada vez más, superando las barreras raciales que nos separan.