SUSANA GONZÁLEZ HERNÁNDEZ nació en la población de Tulcingo del Valle, en el estado de Puebla, en México, y vino a los Estados Unidos por primera vez en 1989. “En ese tiempo iba y venía hasta que en 2002 no volví más a mi país porque conocí a mi esposo y tuvimos nuestras hijas. Tengo también un hijo mayor que vive en México”, dice.
A Susana siempre le ha gustado la repostería y asegura que desde pequeña en lugar de revistas de farándula compraba revistas de cocina. “En 2010 tomé un curso de gelatina artística, para aprender a diseñar flores, con una chef llamada Nelly Lagunas que vino desde Los Ángeles. El curso fue en un hotel en LaGuardia y duró solo un día, así que el que aprendió… y el que no, pues no”, dice riendo.
La pasión de Susana por lo que hace es tan evidente como su talento, y aunque no pudo continuar los estudios superiores en la materia, buscó prepararse inscribiéndose en diversos cursos. De esta forma logró tomar cuatro, cada uno de más complejidad que el anterior. Así nació Dulce Tentación, su empresa de gelatinas artísticas. Lamentablemente Nelly Lagunas falleció poco después así que Susana tomó clases de técnica de esculpido con otra chef y de allí en adelante siguió sola perfeccionando lo que ya sabía. “No hice más porque ya tenía lo básico”, asegura.
Eso era lo que Susana necesitaba en 2010 para poder contribuir en su hogar que atravesaba dificultades económicas debido a la recesión económica de 2007-2009, y a que a su esposo, Carlos González, le reducían las horas en su trabajo, como es usual en el sector de la construcción durante el invierno. Así que le dijo que haría gelatinas para vender.
“Le pedí para hacer el curso porque yo soy de las que digo ¡sí puedo! e hice el curso en octubre, pero no había material aquí, porque éste se conseguía solo en Los Ángeles. Ahora ya es más fácil, porque en ese tiempo había que hacer el pedido, tener una cuenta de banco, etc.”, recuerda Susana.
“Un día una señora me dijo que iba a vender los materiales en Nueva Jersey. Fui y compré, trabajé toda la noche y me las llevé para venderlas a la salida de la misa, pero empezó a llover. Me desanimé tanto que casi lloro. Fue entonces cuando mi esposo me dijo: ‘dame una cubeta con quince gelatinas’, y se fue a venderlas puerta a puerta. Volvió y me dijo que le diera más hasta que se acabaron las cincuenta que había hecho”, comenta.
Luego Susana comenzó a surtir a negocios con sus gelatinas, llegando a vender en promedio doscientas al día. “Sin querer empecé a descuidar la familia y días como Navidad, año nuevo y esas fiestas no podía disfrutarlas porque tenía muchísimos pedidos”.
Pese al éxito que tenían sus gelatinas, su esposo le sugirió no excederse en el trabajo ya que la vista se desgasta demasiado, sin contar que las elaboraba durante la noche pues en el día se encargaba de cuidar a sus hijas aún pequeñas. De manera que decidió trabajar solo por encargo.
Como buena mexicana, Susana sabe que su país es el mayor consumidor de gelatina a nivel mundial y que fue allí donde nació la gelatina artística, cuya tradición ha pasado de generación en generación. Sin embargo nadie sabe con exactitud cuándo surgió el arte de la gelatina floral o quién fue su creador, aunque algunos aventuran que fue en los conventos, donde las religiosas las elaboraban.
Susana frecuentemente quiere innovar en su arte y es por esto que navega en páginas como YouTube en busca de inspiración para sus creaciones. “Veo algo y enseguida ya sé cómo hacerlo”, nos dice Susana, quien ha
pulido esta habilidad con trabajo, disciplina y buen gusto. Actualmente muchas personas conocen de su talento y le encargan gelatinas para celebrar una fecha especial, sobre todo durante la temporada festiva de fin de año.
Ver terminadas esta clase de gelatinas es magnífico pues más allá de ser comestibles son innegables obras de arte. Y es que en el proceso de esculpido está la clave que le da el toque de realismo a cada pieza que incluye flores, aves o cualquier elemento en tercera dimensión dentro de una especie de burbuja transparente o de otra forma según sea el molde que lo contenga y en donde cuaja.
Seguro muchos se preguntarán cuánto demora preparar una gelatina en esta técnica. Pues para tener una idea, Susana, que es toda una experta, tarda en hacer una gelatina en forma de ajedrez, con todas sus fichas, de dos a tres días. En este tiempo ella no solo mezcla los ingredientes y esculpe las formas en 3D sino espera a que cuaje totalmente para desmoldarla sin peligro de que se arruine.