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La feliz vida sacerdotal del padre Jason Espinal

El padre Jason Espinal es de ascendencia dominicana, tiene un gran sentido del humor y la sonrisa que deja salir en cada momento es contagiosa. En un mes cumplirá 30 años, pues nació el 5 de julio de 1986 en Williamsburg, Brooklyn.

Sus padres son dominicanos, tiene una hermana que es ocho años mayor que él, “pero me dicen que parezco mayor que ella”, dice, e inmediatamente suelta una carcajada que confirma su sentido del humor.

Fue a la escuela parroquial de la Transfiguración, desde el 1o hasta el 8o grado, después fue al Murry Bergtraum High School for Business Careers y luego decidió entrar al seminario. “Estudié en St. John’s University donde obtuve mi Bachelor Degree en Filosofía y un Minor en Teología. Hice dos años en el seminario de la Inmaculada Concepción en Huntington, terminé los últimos dos años en St. Joseph, en Dunwoodie, donde hice la maestría en Teología”.

Su familia tiene una devoción muy grande por Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción. Esa devoción fue importante para el padre Espinal en su camino al sacerdocio. “Cuando nací sufría de asma terrible. Cuando llegamos al Centro de Inmaculada Concepción en el seminario, mi mamá se puso a llorar y yo le pregunté: ‘¿Qué te pasa?’ Me dice que cuando yo era pequeño, la última vez que me dio un ataque estábamos en una ambulancia y yo estaba azul y los paramédicos le dijeron que no sabían si yo iba a aguantar y ella pensó dentro de sí, ‘Madre si me das a mi hijo, yo te lo voy a regresar’.

Pues mire, entré al seminario en el centro de la Inmaculada Concepción, estudié teología en Inmaculada Concepción, el año pastoral [lo hice] en Inmaculada Concepción, el diaconado en Nuestra Señora Reina de la Paz y mi primer asignación como sacerdote en Nuestra Señora de los Ángeles. Ella nunca me ha dejado solo. Le dije a mi madre ‘fue tu culpa’”, concluye el padre Espinal soltando una carcajada.

Al graduarse, el joven Jason empezó a estudiar sicología. Poco después falleció el párroco de su iglesia, monseñor Bryan Karvelis. Esto le causó una gran pena pues el párroco era un modelo de fe para él. Cuando llegó el nuevo párroco, monseñor Anthony Hernández, conoció al diácono Jorge González, quien le hizo una pregunta que cambió su vida: le dijo si alguna vez había pensado en ser sacerdote.

“Desde pequeño la gente decía: ‘él va a ser sacerdote’. Pero esa fue la primera vez que alguien me preguntó, y alguien que no conocía, y esa pregunta estaba resonando y resonando. La inquietud me llevó a preguntar más; hablé con él y él me comunicó con el padre Kevin Sweeney, quien era el director de vocaciones en ese tiempo. Hablé con él, con el párroco. No le dije a mis padres, tampoco a mis amigos, hasta que por fin me dijeron la mejor frase de mi vida: ‘solamente porque entras al seminario, no significa que vas a ser sacerdote, la puerta abre y cierra y si no es para ti puedes salir’. Yo entré diciéndome a mí mismo y a Dios: te quiero dar la oportunidad para saber qué es lo que debo hacer, con el pensamiento de voy a entrar y a salir”.

A pesar de esa incertidumbre, el entonces aspirante a sacerdote tenía algo claro: “Al entrar supe inmediatamente que ahí era donde debía estar”.

Y es que la felicidad se le nota al padre Espinal. “Duermo como un niño porque siempre estoy cansado, pero siempre con una calma interior de saber que estoy haciendo algo, que tengo un propósito y que estoy haciendo no solo lo que me gusta hacer, sino que estoy seguro que debo hacerlo sin importar el día que he tenido o cómo me sienta. Nunca me he acostado y nunca me he levantado pensando y ¿si tuviera otra vida?”.

Su ordenación fue el 28 de junio de 2014 y un día después celebró su primera misa en la parroquia donde creció, la Transfiguración. La misa duró dos horas y media y al preguntarle cómo la recuerda, responde inmediatamente: “mágica”. “Lo que más recuerdo fue cuando entré a la iglesia y ver a todos que se dieron vuelta y miraron hacia atrás para recibir la procesión y recuerdo estar mirando a todas las personas que me habían apoyado en todo aspecto desde mi niñez hasta el momento que me hice sacerdote y obviamente las lágrimas mías y las de ellos. Era un momento de verdad muy bello y recuerdo que al final un amigo mío, que era el maestro de ceremonias, me trajo un vaso de agua antes de dar las gracias y me dijo: ‘Solo tiene que dar las gracias, la última oración y la bendición’. Le dije: ¿No falta algo? Y me dijo: ‘Ya vamos para tres horas’”, cuenta el padre Espinal y nuevamente nos regala una gran carcajada.

Para el padre Espinal, lo más bonito de ser sacerdote “es aprovechar mi juventud, en el sentido en que muchos de los jóvenes del área no están acostumbrados a ver un sacerdote con el pelo negro, es decir, sin canas, y todos se acercan porque uno entiende su lenguaje, sabemos qué es una página de Facebook o cómo tomar un selfie, esas son cosas que a ellos les agradan”.

“Muchos de estos jóvenes, especialmente en la escuela, están asombrados de que un joven tomó este paso y no tienen vergüenza de preguntar cosas que uno no se atrevería a preguntar antes, como si no quiero tener una familia, qué te hizo tomar esta decisión, todo muy válido. Lo bueno es que ya no somos una Iglesia en la que nos da miedo contestar esas preguntas, sino que me siento cómodo al poder decirles a ellos que la vocación es algo que todos tenemos, ya sea para el matrimonio o la vida sacerdotal. Dios te llama, llama a la pareja no para el propósito de ellos, sino para su propósito, cada vocación es una manera en la cual uno va a llegar a la santidad y cuando oyen eso se asombran y yo les digo que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Eso me ha gustado mucho de mi sacerdocio, aprovechar mi juventud para atraer a los otros jóvenes”.

El padre Jason Espinal es vicario parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles en Brooklyn. “Mi párroco dice que mi llegada a esta parroquia le ha traído vida a esta casa y a su mismo sacerdocio. Él va a cumplir 45 años de sacerdocio y dice que se siente rejuvenecido, con ganas de aprender nuevas cosas, trabajamos muy bien juntos”.

Cuando tiene tiempo libre, al padre Jason le gusta cantar; está aprendiendo a tocar el piano, le gustan las películas de todos los géneros, también le gusta la naturaleza y tiene una gran pasión, el béisbol. “Soy fan de los Mets. El año pasado teníamos un equipo muy fuerte, fue muy triste perder la Serie Mundial, pero tenemos la esperanza de que este año vamos a estar más fuertes”.