ISRAEL—. Este es Magdala Nunayya, el pueblo natal de María Magdalena. Está en Galilea, donde Cristo predicó durante los tres últimos años de su vida y donde además obró varios milagros.
En este complejo, el Magdala Center, además de la famosa sinagoga donde se cree que pudo haber estado el mismo Jesús, los Legionarios de Cristo han construido una iglesia muy especial en honor a todas aquellas mujeres que siguieron las huellas del Salvador por estos parajes.
“Dentro de la predicación de Jesús es muy importante el papel de la mujer. Hemos querido dedicar este atrio a las mujeres. Hay un grupo de mujeres que sabemos por los Evangelios que acompañan a Jesús en su predicación y está dedicado a esas mujeres. Y hay una columna que está en blanco, que no está dedicada a nadie, porque queremos que cada mujer que viene aquí sienta que está dedicada a ella. Es una de las columnas que forman la base de esta iglesia”, explica el P. José Félix Ortega, vice encargado del Instituto Pontificio Nuestra Señora de Jerusalén y subdirector del Magdala Center.
No podía faltar entre estos pilares el dedicado a María Magdalena, apóstol de los apóstoles, la primera en anunciar la Resurrección de Cristo.
A ella también está dedicada una capilla cuyo mosaico narra su primer encuentro con Jesucristo, un momento decisivo que cambia para siempre su vida.
Otra de las capillas evoca la resurrección de la hija de Jairo. El Evangelio narra que Jesús asegura a sus padres que la niña solo está dormida, levantándola con su “Talitá kum” de entre los muertos.
Este templo está lleno de pequeños detalles que hacen que el peregrino se sienta casi como un cristiano del siglo I. La iglesia está orientada al Mar de Galilea y su altar es esta barca que emula a aquellas con las que pescaba el propio Cristo.
“Todos los peregrinos que vienen quedan impactados por este altar. No sé si existe ningún otro en el mundo en forma de barca. Posiblemente es el único y les ayuda mucho a entender. El arte nos ayuda a entender la fe”, explica el p. José Félix, expárroco de San Pedro y San Dionisio en Yonkers, Nueva York. “Aquí uno con facilidad entiende que Jesús en su barca hoy sigue predicando así como predicó en la barca de Pedro así hoy también nos sigue predicando. El arte transmite con mucha facilidad la fe a los peregrinos”.
En esta ubicación y con este altar, la iglesia no podría llamarse de otra forma: “Duc in Altum: Remar mar adentro”, la invitación que hace Jesús a sus discípulos a salir de su zona de confort y echar las redes sin miedo.