Derecho y vida

¿La Iglesia permite la separación conyugal?

Un sacerdote amigo me agradeció por escribir en una columna anterior sobre el deber de defender el vínculo matrimonial antes de considerar otras soluciones ante un matrimonio problemático. Esto requiere explorar primeramente todas las posibilidades para salvaguardar la unión sacramental y agotar todos los medios al alcance para el buen funcionamiento de la relación. Aunque es obvio que se debe proceder así, muchas veces durante la consejería matrimonial, el experto se deja abrumar por los sentimientos de quienes atraviesan una convivencia conyugal tormentosa. Por eso, con frecuencia se ve la tendencia fácil e impulsiva de aconsejar el divorcio a dichos cónyuges.

Alianzas que simbolizan el sacramento del matrimonio en un vitral en la iglesia de Santa Isabel en Sanibel, Florida. (CNS/ Gregory A. Shemitz)

Como sabemos, el divorcio no está aceptado por la Iglesia Católica porque desobedece la voluntad del Señor de no separar lo que Dios ha unido de manera sacramental. Pero como el divorcio sea ha convertido en un trámite civil común, afectando radicalmente a la sociedad contemporánea, muchos cristianos lo ven como una solución normal. Habrá que ir contracorriente, pues, para ser fieles a la enseñanza de Cristo. Por el momento, Filipinas y el Estado Vaticano son los únicos países que no permiten el divorcio.

Volviendo al comentario de mi amigo, me hizo recordar mi promesa de escribir más sobre las alternativas ante un matrimonio disfuncional, pues le pareció que el tema estaba inconcluso. Sobre todo, después de agotar todos los medios para salvaguardar el vínculo matrimonial sin ningún éxito, ¿qué otras opciones hay?

Tenemos dos posibilidades:

Primero está la separación conyugal. Sí, la Iglesia Católica permite una separación pero no en la manera del divorcio. Lo que se permite es que cada una de las partes en este matrimonio vivan separadamente. No es igual que un divorcio porque permanecen casados pero están dispensados, por decirlo así, a compartir lecho, techo, y mesa como su estado de casado les obligan a hacer. Las dificultades de la convivencia justifican y constituyen razón legítima para la separación porque continuar cohabitando expondría a los cónyuges y sus hijos a un ambiente demasiado traumático.

Hay que tener en cuenta que la Iglesia exhorta a los cónyuges separados a considerar la reconciliación. Por eso provee que, movido por la caridad cristiana y el bien familiar, no se niegue el perdón a la parte que ha causado los problemas en la relación.

La segunda posibilidad es la más definitiva. Consiste en solicitar la declaración de nulidad. Este procedimiento consiste en pedir al Tribunal Eclesiástico que investigue si el matrimonio que se realizó fue valido o inválido. El juez, después de investigar las circunstancias a la luz de las normas canónicas, puede llegar a una certeza moral de que hay razones suficientes para invalidar dicho matrimonio. Entonces, el juez declara la nulidad del matrimonio y las personas tendrán oportunidad de entrar en una nueva relación para rehacer sus vidas.

———————————

Mons. Jonas Achacoso es un canonista y autor de “Due Process in Church Administration. Canonical Norms and Standards”, Pamplona 2018. Es Vicario Judicial Adjunto de la Diócesis de Brooklyn, juez del Tribunal de la Diócesis de Brooklyn, y Vicario parroquial de la iglesia Reina de los Ángeles, en Sunnyside, Queens; además de delegado de los Movimientos Eclesiales de la Diócesis de Brooklyn y Queens.  Su columna Derecho y vida puede leerse en la edición mensual de Nuestra Voz.