Internacionales

La lección de Venezuela

EL SOCIALISMO PROPUGNADO por Hugo Chávez hace aguas en una Venezuela donde el 80% de la población come solo dos veces al día. Apenas el 20% hace las tres comidas y hay un alto índice de pobreza, enfermedades y elevadas cotas de inseguridad.

Este mes, Cáritas Venezuela comienza un programa de asistencia social que ya otros países como Argentina pusieron en marcha cuando la inflación impedía aliviar el hambre de importantes sectores de la sociedad. A esa realidad ha llegado Venezuela con el agregado de la pavorosa escasez. Se trata de las “Ollas solidarias”, que no son otra cosa que inmensas sopas que la propia comunidad prepara poniendo en común lo poco que tienen y recibiendo, por supuesto, la colaboración que llega a través de la Iglesia y otras instituciones en forma de alimentos y distintos recursos. Resulta poco menos que increíble que los venezolanos, otrora refugio generoso y seguro para tantos relegados y perseguidos del continente, dependamos ahora de la beneficencia.

A political protester is seen in Caracas, Venezuela, Aug. 8. Aboard the papal flight to Colombia, Pope Francis told reporters that Colombia and its neighbor, Venezuela, were in his prayers. (CNS photo/Miguel Gutierrez, EPA) See POPE-COLOMBIA-FLIGHT Sept. 6, 2017.
Manifestante durante una protesta política en Caracas, Venezuela, el pasado 8 de agosto. (CNS photo/Miguel Gutierrez, EPA).

Imponen controles a la economía, congelan precios y mantienen medidas que, lejos de revertir la destrucción a que han sometido al aparato productivo nacional, producen más contracción y más inflación. Los anaqueles están vacíos. El desabastecimiento se acentúa como resultado y los aumentos de sueldo, que decretan cada vez con mayor frecuencia, solo responden a una inflación que no está bajo control. Ordenando compulsivamente subir los salarios solo han desatado un proceso demoledor del empleo y de la empresa.

La guinda del pastel es la inexistencia de efectivo. El gobierno no ha cancelado a la empresa que fabrica los billetes y el cono monetario no se sostiene. El Banco Central no envía remesas a los bancos y el usuario no puede retirar a través de los cajeros automáticos.

Mientras la Iglesia Católica hace de tripas corazones para echar adelante programas que mitiguen el hambre y la necesidad de medicamentos, el gobierno propone el “Plan Conejo”, que recomienda criar al animalito en casa y alimentarse de ellos. Un alarde de cinismo que reventó de ira las redes sociales, el ministro para la Alimentación dijo: “Un conejo no es una mascota, es un kilo de carne”. Animan a construir gallineros verticales en los departamentos y sembrar huertos en los balcones. Nos golpeó la cola del huracán Irma. El saldo de inundaciones, pérdida de viviendas y personas desaparecidas no ha hecho mella en el gobierno que se apresuró a enviar a Cuba alimentos, medicinas, enseres diversos y hasta 600 toneladas de materiales de construcción. Todo lo que acá se niega a los venezolanos que pasan tanta necesidad.

El Hospital Cardiológico Infantil, que no hacía operaciones desde julio, volvió a funcionar pero con fallas. En 2017 han realizado 192 intervenciones de las 4.000 anuales prometidas en 2006. El J. M. de Los Ríos, importante centro que atiende niños con cáncer y necesitados de diálisis, reporta constantes muertes por causa de infecciones, bacterias que aparecen por el abandono de los hospitales. La falta de recursos ha sido constantemente denunciada sin que se produzca investigación alguna y menos aparezcan responsables. No se trata de un asunto de incompetencia, sino de un plan estratégico para que todos dependamos cada vez más del Estado. Nuestra capacidad de respuesta se anula cuando debemos emplear todo nuestro tiempo y esfuerzo en buscar qué comer, en correr de farmacia en farmacia cuando un hijo o los padres se enferman. Es preconcebido y es diabólico. Comprensiblemente, la Iglesia lo ha calificado en sus distintas exhortaciones apostólicas como “moralmente inaceptable”.

Los países de este continente, su gente, sus élites y sus gobiernos —muchas veces dormidos en los laureles del cargo o la prebenda— tienen la responsabilidad de aprender de la experiencia de los vecinos, proteger su entorno, blindar su futuro e impedir que proyectos demagógicos y de satánica seducción lleguen al poder para convertirlos en una auténtica fábrica de pobres.