DONNA, Texas — María Hernández vive con sus cinco hijos en la parte norte de Donna, en una casa móvil amarilla. Una de sus ventanas rotas está tapiada y un aparato de aire acondicionado, sostenido por un poste de madera, cuelga de otra. Entre los artículos que se encuentran en el suelo afuera hay un inodoro roto, un asiento de seguridad para niños pequeños y un trapeador.
La condición de la casa es normal para las condiciones de esa zona rural. Hernández vive en una colonia, una de las docenas de barrios ruinosos que se encuentran típicamente a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México en Texas, donde los migrantes a menudo se establecen después de ingresar a los Estados Unidos. Solo en Donna existen más de 100 colonias.
El martes 27 de abril por la noche, Nuestra Voz se unió al padre Franciscus Asisi Eka Yuantoro y un grupo de feligreses de la iglesia católica San José en Donna en una visita a la colonia donde vive Hernández para tratar de que las familias se inscriban para recibir la vacuna contra la gripe.
El esfuerzo duró unas tres horas y se inscribieron alrededor de una docena de familias. En el transcurso de este tiempo, Nuestra Voz habló con algunos de los pobladores sobre cómo es su vida en una colonia. El sentimiento común expresado fue que valoran y disfrutan el lugar donde viven.
Cuando el grupo llegó a la casa de Hernández, el sol había comenzado a ponerse. Ella estaba afuera mientras tres de sus hijos jugaban en un trampolín en el frente. En ese momento su día estaba llegando a su fin; había comenzado, como de costumbre, al amanecer, cuando ella se levanta y se va a trabajar limpiando casas en el área de Donna. Lo hace hasta las 2 p.m., luego regresa para limpiar su propia casa y alimentar a sus hijos.
“Este lugar es realmente tranquilo. Me gusta aquí”, dijo Hernández refiriéndose a la vida en la colonia.
A poca distancia de la carretera, José García estaba trabajando en la instalación eléctrica de su nueva casa móvil. Él y su pareja, María Morales, comenzaron recientemente un negocio para ayudar a otros en las colonias a mudarse y establecer sus propias casas móviles en el área.
Él también disfruta de la vida allí y valora su sentido de comunidad.
“Todos los vecinos son muy buenos y se cuidan unos a otros. Todos tenemos diferentes negocios y nos ayudamos y apoyamos mutuamente”, dijo García. “Este lugar es tranquilo. Podemos hacer barbacoas y tener música alta y nadie se queja”.
Mientras el grupo de voluntarios de San José continuaba su campaña para la vacunación contra la gripe, eso es exactamente lo que hicieron García y Morales. Encendieron una parrilla mientras los niños del vecindario montaban en bicicleta y jugaban en la calle aledaña. Antes de que los voluntarios se alejaran demasiado, Morales les pidió que le dijeran al padre Yuantoro que García quiere ser bautizado para que la pareja pueda casarse en una iglesia católica.
La primera y última parada del padre Yuantoro y los feligreses fue la casa de Nubia Santiago. Al igual que Hernández, se va a trabajar a primera hora de la mañana para regresar a casa a las 2 p.m. para cuidar a sus hijos y alimentar a los animales de su pequeña granja doméstica que incluye pollos, pavos, gansos, corderos, cerdos y perros. Ella trabaja en una Tortillería, haciendo tortillas de maíz.
A Nubia le gusta vivir y criar a sus hijos en la colonia, pero desea que el condado instale topes de velocidad en las calles locales para que los autos no pasen a tanta velocidad.
También desearía estar más cerca de la ciudad y, lo que es más importante, más cerca de la iglesia de San José. Antes de que comenzara la pandemia del COVID-19, Santiago estaba a cargo de un servicio de rosario en un parque cercano donde el Padre Yuantoro celebra misa.
Visitar a Nubia Santiago y los demás vecinos de la colonia no es nada nuevo para el padre Yuantoro y los feligreses. Todos los meses van a diferentes colonias en Donna para proporcionar alimentos, agua, ropa y otros elementos esenciales que la gente pueda necesitar.
“[Vamos allí] porque tratamos de servir a las personas necesitadas que están luchando”, dijo el padre Yuantoro. “Al menos podemos apoyarlos una vez al mes para ayudarlos a sobrevivir y tener lidiar con su situación”.
Una de los feligreses, Haydee López, dijo que la razón por la que ayuda está arraigada en su fe.
“Jesús enseña a practicar las obras de misericordia hacia otros que están en necesidad”, dijo López, “mucho de lo que hacemos es alimentar a los hambrientos y vestir a las personas que no tienen ropa y dar agua a los que tienen sed. Esas cosas son parte de lo que estamos haciendo y practicamos cuando salimos”.
También señaló que las familias quieren involucrarse y participar en la iglesia. Y otra razón por la que le gusta pasar tiempo en las colonias es para conocer a la gente.
“Son amigables. Son personas humildes que están felices de vivir en un lugar donde se sienten cómodos, donde se sienten libres, que es mejor que de donde vienen muchos de ellos”, dijo López.
Antes de que el grupo de San José dejara la colonia ese día, Nubia Santiago le regaló al padre Yuantoro una fuente de huevos frescos, algo que nos contó ella había hecho antes. El próximo lunes volverán a estar en la zona, dijo el sacerdote, esta vez para distribuir alimentos proporcionados por un banco de alimentos local.