La hermana Karolina nació en México, en la ciudad de Uruapán, reconocida porque allí se encuentra la casa más angosta del mundo que mide un metro y cuarenta centímetros de frente y un poco más de siete metros de profundidad. También allí está Tingambato, zona arqueológica del Estado de Michoacán.
La hoy religiosa nació hace 34 años y creció en una familia católica junto a sus cuatro hermanas y cinco hermanos, hijos del matrimonio de María Cecilia Bram Anguiano y José Lino García Ruiz.
“Empieza uno a crecer y se aleja de la iglesia; entonces yo no volví a misa, hice a un lado los valores que me habían enseñado en mi hogar desde pequeña […] me gustaba mucho ir a fiestas, tomar alcohol y llegaba tarde a mi casa. A veces nos dejamos arrastrar por lo que el mundo nos ofrece y cuando uno cree que el mundo es suyo comienza a tomar malas decisiones en la vida”, asegura.
Un día llegó a su casa la imagen de la Virgen del Pozo y estuvo allí durante una semana, lo cual es una práctica que muchos grupos devocionales tienen para que los hogares se congreguen en torno a su fe a través de la oración. Según comenta la hermana Karolina, antes de que recogieran la imagen para llevarla a otra casa, oraron en familia frente a ella y en ese momento sintió un llamado en su corazón que poco a poco iba tomando más forma.
“La Virgen me fue llevando de su mano a nuestro Señor Jesucristo y me empecé a involucrar con las advocaciones marianas y especialmente con Nuestra Señora del Rosario del Pozo, a conocer de las virtudes y repasar los sacramentos, que aunque los había recibido todos, no los vivía”, afirma.
Así fue que poco a poco inició su conversión y llegó un momento en que se enteró que había una congregación religiosa que era fruto de aquella aparición de la Virgen en Puerto Rico, pero aunque le llamaba la atención, se negaba a la vida consagrada.
“Señor yo te respondo y quiero que se haga tu voluntad, pero no me pidas que sea monjita por favor”, recuerda la hermana Karolina de cómo pensaba en aquel tiempo cuando a sus 28 años, lejos de su casa paterna y establecida en Distrito Federal, trabajaba de lunes a viernes en una empresa que vendía y alquilaba montacargas y en la que se desempeñaba en el departamento de crédito y cobranza. Un día tuvo la oportunidad de ir de misiones al sur de México con la congregación Misioneras de María Formadora a una sierra donde su población es de escasos recursos, una experiencia que vivió durante una semana.
“Me gustó mucho y descubrí cómo Dios nos llena el corazón cuando uno se preocupa por los demás y deja de pensar en uno mismo […] esa oportunidad me dio la luz y me hizo descubrir que como seres humanos todos estamos hechos para servir a los demás”, dice la hermana Karolina, que estaba tan feliz que no quería regresar a su casa y cuando le preguntaron si quería vivir una experiencia vocacional, sin dudarlo dijo que sí.
“Ya había conocido lo que era ir de fiesta, tener novio y todo eso, pero yo decía ‘eso a mí no me llena’ yo necesitaba algo más porque no me sentía feliz y cuando fui a las misiones y descubrí todo aquello dije ‘¡esto es lo mío!’, entonces después de la experiencia vocacional decidí que iba a entregarle mi vida a Dios”, relata.
Ella asegura que nunca se había sentido tan feliz y con el corazón tan lleno hasta que tuvo esa cercanía con Dios, de la mano de la Santísima Virgen. Así fue que descubrió su vocación. Cuando le dijo a sus padres y a sus hermanos sobre el nuevo rumbo de su vida, la apoyaron, aunque su padre al principio tenía sus dudas sobre si ella estaba consciente de lo que implicaba su decisión.
Luego de la experiencia vocacional inició el aspirantado en enero del 2015 en la ciudad Hidalgo del Parral, estado de Chihuahua y luego de tres meses fue enviada a la casa de la congregación en República Dominicana, donde hizo el postulantado.
“Era un lugar muy fértil para evangelizar […] había gente de 60 años que no estaba ni bautizada, no bautizan a los niños pequeños, no se casan sino que viven en unión libre, entonces falta mucha evangelización y fue una etapa muy linda en mi vida donde compartíamos nuestras experiencias con la gente”, recuerda la religiosa.
Hoy la hermana Karolina ya cumple cinco años de haber ingresado a la comunidad de Misioneras de María Formadora y el 5 de mayo de 2019 hizo sus votos temporales.
Desde febrero de 2019, la hermana Karolina se encuentra con otras religiosas de su congregación en la parroquia Nuestra Señora de los Dolores en Corona (Queens). Confiesa que aunque le ha costado aprender inglés, no se rinde y hace lo mejor que puede para aprender el idioma.
En esta comunidad parroquial la población es mayormente hispana y sus feligreses frecuentemente buscan en ellas una orientación espiritual y consejos. “Los problemas siempre van a estar, todo el mundo sufre, hay quienes sufren por falta de dinero, por situaciones familiares, por problemas de salud, pero ese sufrimiento nos acerca más a Dios”, afirma la hermana Karolina.