CUANDO MIS HIJOS eran pequeños, sin temor a equivocarme puedo decir que mis amistades y familiares me veían como una madre autoritaria. Un término muy feo, ¿cierto? Sin embargo, nunca me considere así. Simplemente yo establecí reglas en casa que implicaban responsabilidades. Y desde temprano tome la decisión de que en mi casa mandaba yo, no la television o los amiguitos de mis hijos o las opiniones de sus padres.
Recientemente platicaba con amistades sobre por qué los niños y los jóvenes de hoy en día son mandones e impacientes o pasivos y acomplejados. Y sobre cómo muchos se quejan de que los chicos ya no respetan, que antes sí obedecían a los adultos, que antes se vestían o comían lo que los padres les daban, etc.
Les hablo de mi experiencia como madre y mis conocimientos pedagógicos, no para imponer mis opiniones, sino para dar un poco de orientación y ayuda.
Ningún niño es igual a otro, ni siquiera entre hermanos, mucho menos cuando hablamos de niños de diferentes familias. En el hogar es donde los niños se forman. Las reglas y las expectativas que les demos determinarán qué clase de hijos serán ellos. No es fácil, pues uno debe ser constante en cuanto a reglas, premios o castigos. Y debe enseñarles desde contestar bien hasta vestirse con ropa apropiada para cada ocasión.
Los niños necesitan la orientación de adultos con experiecia y sentido común que les expliquen claramente lo que esperan de ellos. Sin expectativas y consecuencias, los chicos no saben a qué atenerse. Si nunca les pusieron límites, ellos van a hacer, decir, y exigir lo que quieran. Y lo van a hacer de la forma que quieran y como puedan. Por eso si desde chiquitos patalearon y gritaron para obtener lo que querían, no se engañe con un “ya crecerá y se le pasará”. Si su hijo es uno de estos niños, le tengo malas noticias: usted, como educador y padre de ese niño, es responsable de su comportamiento.
Cuando usted muestra su autoridad, no solo le brinda seguridad a su hijo, sino que también se ahorrará dolores de cabeza a futuro. ¿Conoce a padres que cocinan dos comidas diferentes cada día para cada hijo y no precisamente por cuestión de alergias, sino de gustos? ¿Conoce algún niño que no sabe sentarse a comer a la mesa?
Mi autoritarismo consistía justamente en decir claramente que en casa no era “fonda” (restaurante barato), por lo tanto no había menú y mis “pobrecitos hijos” tenían que comerse los caldos, sopas o verduras que yo cocinaba. Todos comíamos de lo mismo.
Cuando mi hija tenía 17 años fue a Europa por 22 días y lo primero que me dijo cuando volvió fue: “Gracias, mamá, por enseñarme a comer de todo. Algunos de mis compañeras de viaje pasaron hambre porque no comían lo que nos daban”.
No tenga miedo de poner límites y reglas a sus hijos. El mundo de los niños es muy limitado y solo quieren ver hasta dónde pueden llegar sin pagar las consecuencias… y hasta dónde usted les permitará hacerlo.
Usted es el primer maestro de su hijo, y su enseñanza no es pasajera. Piense que está formando a la sociedad de mañana. De usted depende el grado de tolerancia, aceptación, amabilidad y respeto que esta sociedad tenga cuando usted y yo seamos ancianos.
Los valores se inculcan en el núcleo familiar y si pasamos de un autoritarismo totalitario a una conducta permisible y libre, no habrá un balance donde se pueda formar en el amor y la caridad.
Nunca es tarde para enmendar e invertir tiempo, esfuerzo y cariño en la formación de nuestros hijos: a la larga los dividendos son muy cotizados. Además, los padres solo cuidamos lo que Él nos encomendó. Un día Dios nos preguntará: ¿Qué hicieron con los hijos que les di?