Columna del Obispo

Los baches de la vida

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Uno de los obstáculos más molestos —y diría que peligrosos— que uno encuentra al manejar en la Ciudad de Nueva York son los baches. Da la impresión de que nadie es capaz de taparlos todos, pues siguen apareciendo constantemente y por todas partes.

Cuando voy con el diácono Jaime Varela en el auto a misas u otros eventos, a veces encontramos en el camino verdaderos “cráteres”. Los baches son peligroso porque dañar el auto o causar un accidente. Una de las frases más famosas del diácono Jaime es que los caminos rurales de la diócesis de Camden, donde yo trabajé antes de venir a Brooklyn, eran mejores que las calles de Nueva York. Bueno, ¿pero qué puede hacer uno con los baches? ¿Quejarse a la alcaldía, evitarlos o, como la mayoría de nosotros, acostumbrase a vivir con ellos?

San Juan Bautista nos habla sobre los baches humanos de nuestra vida: Preparen el camino del Señor, que lo torcido se enderece y lo áspero se iguale.

¿Cuáles son esos baches de la vida? Cuando nos acercábamos a la Navidad, nos dábamos cuenta de que la incapacidad de perdonar es un impedimento grave para celebrar esa fiesta eminentemente familiar. En las familias surgen divisiones por muchas razones, y esas divisiones son muy difíciles de superar. El recuerdo de las ofensas pasadas no se extingue fácilmente. ¿Por qué no pude invitar a mi hermano para la Navidad? ¿Por qué no puedo tener una buena relación con mis padres? ¡Esperan demasiado de mí! Éstas y otras preguntas similares pueden ser lo que nos impide perdonar a quienes nos han hecho daño o pedir perdón a quienes nosotros podamos haber hecho daño.

Recién hemos comenzado el Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia. Nuestro Santo Padre, el papa Francisco, explica en detalle que la característica más importante que conocemos de Dios, nuestro Padre, es que Él es un Dios de misericordia. Cuando se practica la misericordia, es fácil perdonar. La misericordia no es algo que merecemos; más bien es un don gratuito. Y así es también el perdón: debemos ofrecerlo sin pedir nada cambio, de lo contrario no tiene efecto real. Perdonar y ser perdonados es una parte esencial de nuestra vida como cristianos. Así oramos cada día en el Padrenuestro: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Sin duda son las palabras más difíciles que debemos no sólo pronunciar, sino poner en práctica.

Otro bache humano que a veces nos derrota es el perfeccionismo. Sí, a veces queremos que todo salga perfecto, especialmente en la época de Navidad. Queremos el regalo ideal para cada persona; queremos contentar a todo el mundo. Compramos y compramos. Pienso en mi hermana, Donna, que es 11 años más joven que yo, que creo que tiene una verdadera adicción a las compras. Como tiene un gran corazón, le compra un regalo a todo el mundo, hasta a los gatos y los perros de la familia. Se pasa incontables horas haciendo compras, ahora más por Internet que en las tiendas, pero siempre lista para aprovechar una buena oferta y darle un poco de alegría a alguien.

Pero ustedes saben que los regalos de Navidad casi nunca nos dan toda la alegría que debieran porque el perfeccionismo no es posible. No somos perfectos. No podemos lograr que todo sea perfecto. No podemos tener “la mejor Navidad de la vida” cada año, pues eso no es posible y nos engañamos cuando pensamos que podemos hacerlo todo perfecto. Sí, tenemos que arreglar el bache del perfeccionismo. Por supuesto, debemos esforzarnos al máximo. Sin embargo, debemos reconocer que todo es gracia de Dios, y que debemos aceptar esa gracia y colaborar con Él para que podamos realmente ser como Juan Bautista, que nos dice: “preparen el camino del Señor”.

Finalmente, otro bache —y quizás el más importante—, que tenemos que reparar es nuestra a veces débil relación con Dios. A veces no sabemos ni siquiera describir nuestra relación con Dios. ¿Tienes una relación con Dios? ¿Es una relación fuerte? Eso es mucho más difícil de responder que cuando alguien te pregunta: “¿Amas a tu padre, a tu madre, a tu hermano, a tu hermana?” Porque nuestros familiares son personas a las que vemos y oímos, con las que nos comunicamos. Nuestra comunicación con Dios es mucho más espiritual, y por tanto es más difícil decir si nuestra relación con Dios es buena o no. ¿Falta algo en ella? Si no buscamos el perdón de Dios, ya sabemos que nuestra relación con Él es débil. Cuanto Es difícil concebir la más buscamos el perdón de inmensidad de ese misterio. Dios, especialmente en el Todos verán la salvación sacramento de la reconciliación, más sólida y profunda será nuestra relación con Él.

Al celebrar la encarnación de Dios, remamos mar adentro para reconocer que Dios Padre nos amó tanto que en su infinita misericordia nos envió a su Hijo, Cristo Jesús, para que naciera de una virgen y diera su vida por nuestra salvación.

Es difícil concebir la inmensidad de ese misterio. Todos verán la salvación de Dios. Sí, todos estamos llamados a la salvación. Tú y yo e incluso nuestros enemigos. Reconozcamos que el Salvador vino a salvarnos a todos y cada unos de nosotros de nuestro propio pecado, a rescatarnos de los baches, las dificultades que la vida nos presenta.