Opinión

Los sacrificios de mamá

El día a día de cualquier madre está lleno de momentos en los que se da toda a sus hijos, su tiempo, sus cuidados, sus pensamientos y su amor sin límites.

Para ellas la palabra sacrificio no tiene el mismo significado que para los demás, porque ellas simplemente hacen por sus hijos todo lo que haya que hacer. Para ellas así debe ser y en ello encuentran su felicidad.

La autora junto a su mamá. “Dicen que un hijo hace que su madre sienta llenos sus brazos al cargarlo por primera vez. Mi hermana y yo llenamos los brazos de esta mujer maravillosa hace algunos años pero desde entonces ella no ha parado de llenar nuestras vidas con las mejores enseñanzas y con su inagotable y verdadero amor”. (Foto: cortesía familia Góngora Vargas)

Cuántas madres han venido a este país dejando a sus hijos con sus abuelos para trabajar de sol a sol y poder brindarles lo necesario. Una decisión difícil para sus pequeños pero no menos dolorosa para ellas que se enfrentarán solas a un país desconocido y muchas veces hostil.

Por esa promesa que les duele hondo en la distancia, dejan en este suelo su salud y juventud para asegurarle a sus hijos, a esos que ven crecer por Skype tras la pantalla de un computador, un mejor futuro.

Su sacrificio va más allá de no verlos dar sus primeros pasos o de no acompañarlos en su Primera Comunión. Su sacrificio anticipa que con los años vendrán las recriminaciones por abandono, pero ellas lo asumen como el precio que están dispuestas a pagar para poner en la alacena y en la mochila de la escuela lo que haga falta. Ellas saben que algún día sus hijos entenderán que más rinde un dólar que un peso, un sol o un quetzal.

A esas madres solteras y a las casadas, a las muy jóvenes y a las que les costó más tiempo y muchas lágrimas ver cumplido su sueño de ser madres, a todas ellas un millón de gracias por su valentía, por su ejemplo de tenacidad y por su amor de siempre y de cada día: GRACIAS.

Un ejemplo de ese amor materno es Margarita Torres, madre del padre Henry Torres quien hoy sirve como vicario parroquial en San Sebastián en Woodside (Queens). Su historia la conocí durante su ceremonia de ordenación en junio de 2017 y ese día supe que en algún momento escribiría sobre ella.

Desde los 11 años Henry Torres fue diagnosticado con FSGS (Glomeruloesclerosis Focal y Segmentaria) un padecimiento que en niños es la causa más frecuente del síndrome nefrótico y en adultos una causa de insuficiencia renal. Corría el año 2005, Henry tenía 13 años, cuando uno de sus riñones dejó de funcionar y sus padres, Margarita y José Torres, en compañía de una amiga muy cercana a la familia, se sometieron a los exámenes para determinar si había compatibilidad ante la inminente necesidad de un trasplante. Tanto su padre como su madre resultaron ser compatibles y al final la familia decidió que su mamá sería la donante mientras que José trabajaría largas y arduas jornadas en varios empleos para sostener el hogar.

Margarita Torres y su esposo José fueron las primeras personas en recibir la bendición de manos de su hijo Henry tras ordenarse sacerdote. Basta ver esta imagen para entender ese lazo que une para siempre a un hijo con su madre. (Foto cortesía padre Henry Torres)

La cirugía fue exitosa y todo estuvo bien hasta cinco años después cuando el riñón dejó de funcionar. Sin embargo esta vez también contó con la intervención de una madre a quien le profesa gran cariño: Santa Teresa de Calcuta. El padre Torres agradece a esta santa el milagro de haber encontrado un riñón compatible en medio de las dificultades y las largas esperas a las que normalmente se someten quienes deben esperar por un donante.

“Para mi es impactante el hecho de que una madre esté dispuesta a dar la vida por sus hijos […] de una manera muy bella ese amor nos ayuda a entender, de una forma muy limitada, el amor que Dios tiene y ha tenido por nosotros, un amor por el que un padre o una madre irían a cualquier extremo para que su hijo esté bien y saludable”, dice el padre Torres.