John Mazzola contrajo COVID-19 en marzo del 2020. “Tenía un dolor de espalda terrible. No se me quitaba la tos. Y sentí un cansancio enorme que me duró dos semanas y media”, recuerda.
Mazzola, miembro del consejo pastoral parroquial de la iglesia St. Finbar, en Bath Beach, se recuperó rápidamente. Pero el recuerdo de su terrible experiencia no se ha borrado. “La peor parte fue el cansancio”, dijo.
Aún así, Mazzola prefiere no ponerse la vacuna contra el COVID-19. Él cree que los anticuerpos que desarrolló lo protegerán. “Además, ¿qué somos, conejillos de indias? Siento que falta un buen trecho de investigación antes de comenzar a administrar una vacuna”, añadió.
El Dr. Robert Tiballi, experto en enfermedades infecciosas, dijo que si bien las vacunas que se están acelerando para su aprobación por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) se desarrollaron rápidamente, fueron concebidas de manera eficiente. “No fue una solución fácil. La investigación se llevó a cabo con cuidado”, dijo.
“Las personas pueden estar convencidas de que las vacunas que han sido aprobadas por la FDA se han probado a fondo y son seguras”, dijo el Dr. Tiballi.
Pero no todos están seguros de ello. Kathie Bistreich, cantante y guitarrista de la parroquia Preciosísima Sangre -Santos Simón y Judas, en Gravesend, y Santa Francisca Cabrini, en Bensonhurst, cree que la vacuna llegó demasiado pronto.
“Creo que necesitan hacer más pruebas, sobre esto con personas que están ansiosas por recibir la vacuna y que se ofrecerían como voluntarios para un ensayo”, dijo.
En menos de un año se desarrollaron, investigaron y probaron dos vacunas en ensayos clínicos, de los gigantes farmacéuticos Pfizer y Moderna. Ambas empresas se están preparando para enviar millones de dosis. La Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos dio su aprobación oficial a Pfizer el pasado 11 de diciembre. Al cierre de esta edición, Moderna esperaba lanzar su vacuna en las próximas semanas.
Las primeras vacunas de Pfizer salieron en camión desde su sede en Michigan a destinos en todo el país el 13 de diciembre. El estado de Nueva York recibió su envío ese mismo día.
La primera vacuna en los Estados Unidos se administró el 14 de diciembre en el Centro Médico Judío de Long Island, en Queens. La receptora fue Sandra Lindsay, enfermera de cuidados intensivos. Lindsay, quien está asignada para tratar a pacientes con COVID-19, fue la primera persona en recibir la vacuna fuera de un ensayo clínico.
Bajo la Operación Warp Speed (OWS, por sus siglas en inglés), una iniciativa del Departamento de Salud y Servicios Sociales de EE.UU., el objetivo del gobierno federal es producir y entregar 300 millones de dosis de una vacuna contra el COVID-19 lo más pronto posible.
Se espera que los trabajadores de la salud de primera línea, incluidos médicos y enfermeras, así como residentes y empleados de los hogares de ancianos, sean los primeros en vacunarse.
No está claro cuándo el público en general podrá recibir la vacuna. El secretario del Departamento de Salud y Servicios Sociales, Alex Azar, declaró que la vacuna probablemente estará más disponible a partir del segundo trimestre de 2021.
Sonia Valentin, feligresa de la parroquia San Atanasio, en Bensonhurst, dijo que está lista para subirse su manga. No le preocupa el poco tiempo transcurrido entre la investigación de la vacuna y su lanzamiento. “Se hicieron pruebas y la FDA examinó todos los datos con detenimiento”, dijo.
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La gente necesita mirar el panorama general, dijo Sonia. “Estamos hablando de un problema mundial con el coronavirus. Nuestros hospitales están colapsados”, dijo.
A mediados de diciembre, el número de casos de COVID-19 en el país superaba los 16 millones. Más de 300.000 estadounidenses han muerto a causa del virus.
El Centro de Investigación Pew publicó una encuesta el 3 de diciembre, donde se revelaba que el 60 por ciento de los estadounidenses definitiva o probablemente, recibirían la vacuna. Eso representa un aumento del 51 por ciento arrojado en septiembre. La encuesta del 3 de diciembre encontró que el 39 por ciento prefiere no recibir la vacuna, aunque el 18 por ciento de este grupo reconoció que podría cambiar de opinión.
Los líderes eclesiales han estado monitoreando el desarrollo de las vacunas por temor a que se utilicen líneas celulares de fetos abortados, algo a lo que se opone la Iglesia Católica.
El 14 de diciembre, la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés), emitió una declaración de Mons. Kevin C. Rhoades, obispo de Fort Wayne-South Bend, presidente del Comité de Doctrina de la Conferencia, y de Mons. Joseph F. Naumann, arzobispo de Kansas City, presidente del Comité de Actividades provida, sobre las vacunas de Pfizer y Moderna.
“En vista de la gravedad de la pandemia actual y la falta de disponibilidad de vacunas alternativas, las razones para aceptar las nuevas vacunas contra el COVID-19 de las farmacéuticas Pfizer y Moderna son lo suficientemente serias para justificar su uso, a pesar de su conexión remota con líneas celulares moralmente comprometidas”, dijeron en su declaración.
El Dr. Tiballi dijo que las vacunas de Pfizer y Moderna no se hicieron usando líneas celulares de fetos abortados, aunque Moderna usó la línea celular de fetos abortados en las primeras etapas de la investigación. Pero la empresa no utilizó las líneas celulares durante el desarrollo y la fabricación de la vacuna.
“No hay ningún dilema moral para los católicos”, dijo el Dr. “No dudaría en recomendar a los pacientes de alto riesgo que reciban la vacuna de cualquiera de estas dos farmacéuticas”.
Podrían aparecer efectos secundarios, aunque es más probable que se encuentren en pacientes con reacciones alérgicas a los medicamentos, dijo el Dr. Tiballi.
“Recibir una de las vacunas contra el COVID-19 debe entenderse como un acto de caridad hacia los demás miembros de nuestra comunidad. De esta manera, vacunarse de manera segura contra el COVID-19 debe considerarse un acto de amor al prójimo y parte de nuestra responsabilidad moral por el bien común”, anuncia el comunicado de la USCCB.
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Hay una tercera vacuna en camino, desarrollada por AstraZeneca, que utilizó líneas celulares de fetos abortados, según el Dr. Tiballi. Las líneas celulares procedían de cuatro fetos abortados hace 50 o 60 años. Las líneas celulares todavía se utilizan hoy en día en la investigación y el desarrollo científico.
Es más probable que los pacientes deseen las vacunas de Pfizer o Moderna en lugar del producto AstraZeneca, dijo el Dr. Tiballi. Las vacunas Pfizer y Moderna tienen una tasa de efectividad del 95 por ciento, mientras que la de AstraZeneca tiene una tasa del 60 al 65 por ciento.
John Brehany, especialista en ética del Centro Nacional Católico de Bioética, dijo que no reconoce ningún problema con las vacunas de Pfizer o Moderna. “A corto plazo, no hay una razón principal por la que los católicos no deban recibir la vacuna”, dijo.
John Brehany advirtió, sin embargo, que hay muchas otras vacunas contra el COVID-19 en varias etapas de desarrollo que se encaminarán hacia el proceso de aprobación de la FDA en los próximos meses y años. Los católicos deben investigar y educarse para estar seguros de que las vacunas que se les ofrecen no se hayan desarrollado violando las enseñanzas de la iglesia, expresó.
En Gran Bretaña, la campaña comenzó el 8 de diciembre utilizando la vacuna Pfizer -BioNTech. Margaret Keenan, de 90 años, quien se vacunó en el Hospital Universitario de Coventry, fue la primera persona del mundo en recibir la vacuna.