La espiritualidad del V Encuentro está inspirada en el pasaje de Emaús (Lucas 24,13-35); y usa la metodología que el papa Francisco nos describe en su Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio”. En ella nos dice que debemos primerear, involucrarnos, acompañar, dar frutos y festejar.
En el pasaje de Emaús se dan todos estos pasos. Jesús sale al encuentro de los discípulos que están tristes y decepcionados porque el que creían que los iba a liberar, de la opresión romana había sido crucificado. Este primerear de Jesús, lleno de ardor misionero, es el modelo que debemos seguir. Para lograr hacerlo como Jesús lo hizo, la primera estrofa de la oración es un clamor al Padre: “Dios de infinita misericordia, Tú que enviaste a tu Hijo resucitado a salir al encuentro de los discípulos de Emaús, concédenos hoy un espíritu misionero y envíanos a salir al encuentro de nuestras hermanas y hermanos.”
En el segundo paso Jesús se involucra, pregunta y escucha con el corazón, sin reproches y sin juicios, dando lugar al tercer paso que es caminar con ellos, no sólo literalmente, sino sobre todo acompañándolos en su decepción y dolor, empapado de una compasión profunda. Por eso, la siguiente estrofa de la oración continúa: “Envíanos a caminar junto a ellos en amistad, a escuchar sus tristezas y alegrías con compasión”.
Para el cuarto paso que es esperar por los frutos del encuentro, la oración se orienta a un objetivo que solamente se puede lograr si nosotros somos valientes. ¿Para qué salir al encuentro de los demás, para qué involucrase, para qué acompañar? La Oración nos da la respuesta: “Para proclamar Tu Palabra con valentía, para que puedan reconocerte de nuevo en la Fracción del Pan”.
Como inmigrantes, esperamos cumplir nuestros sueños y esperanzas; esperamos que nuestros hijos tengan las oportunidades que nosotros no tuvimos; esperamos que ellos sean parte de nuestra Iglesia. Sin embargo, sabemos por experiencia que muchas de estas esperanzas son difíciles de cumplir. Por eso, clamamos a continuación: “Envíanos a todos como discípulos misioneros, y quédate con nosotros siempre, mientras nos dedicamos a compartir la alegría del Evangelio con generaciones de toda raza, lengua, cultura y nación”.
Al reconocer, a veces casi con impotencia, que el campo es tan amplio y las necesidades son tan grandes, terminamos la oración clamando la fuerza de arriba: “Te lo pedimos desde nuestros corazones ardientes llenos del Espíritu Santo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo y por la amorosa intercesión de nuestra Santa Madre, María de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización en las Américas. Amén”.
Incluyamos esta oración en nuestros grupos y actividades:
Dios de infinita misericordia, Tú que enviaste a tu Hijo resucitado a salir al encuentro de los discípulos de Emaús, concédenos hoy un espíritu misionero.
Y envíanos a salir al encuentro de nuestras hermanas y hermanos, a caminar junto a ellos en amistad, a escuchar sus tristezas y alegrías con compasión y proclamar tu Palabra con valentía, para que puedan reconocerte de nuevo en la Fracción del Pan.
Envíanos a todos como discípulos misioneros, y quédate con nosotros siempre, mientras nos dedicamos a compartir la alegría del Evangelio con generaciones de toda raza, lengua, cultura y nación.
Te lo pedimos desde nuestros corazones ardientes llenos del Espíritu Santo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo y por la amorosa intercesión de nuestra Santa Madre, María de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización en las Américas. Amén.