Sentadas en el piso de su pequeña capilla en Bedford-Stuyvesant, rodeadas por las mujeres a las que sirven, las Misioneras de la Caridad celebraron con una misa la mañana del 9 de abril, Fiesta de la Anunciación, el medio jubileo de su trabajo en la Diócesis de Brooklyn.
El Obispo Auxiliar Mons. Raymond Chappetto fue el celebrante principal.
“Es un día feliz”, dijo el obispo Chappetto.
El obispo explicó que la Iglesia celebra la fiesta de la Anunciación después de la Octava pascual para darle al día un sentido especial. Así como agradeció a las Hermanas por su propio “Sí” y por el ejemplo que le dan a la Iglesia y a la comunidad.
“Estoy seguro de que la Madre Teresa nos mira desde donde está, feliz con el trabajo que ustedes están haciendo”, dijo el obispo al hablar de la fundadora de la comunidad. “Gracias por lo que has hecho. Y que Dios las bendiga por el trabajo que harán.
Tengan la seguridad de que rezamos por ustedes, y les pedimos que continúen orando por nosotros y por aquellos a quienes sirven”.
El obispo auxiliar Mons. Octavio Cisneros concelebró junto con los sacerdotes que han trabajado con las Hermanas a lo largo de los años, incluyendo a Mons. Joseph Nugent, expárroco de la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, a la cual está asociada la capilla.
Después de la misa, los obispos fueron invitados a cortar un pastel en honor del medio jubileo.
El día tuvo un significado particularmente especial para la Hermana Mary Marta M.C., quien asistió a la rededicación del convento hace 25 años, cuando estaba discerniendo su propia vocación.
Ella estaba con las Hermanas durante las visitas vocacionales que ellas llaman “Ven y Ve” (Come and See). El 25 de marzo de 1993, fiesta de la Anunciación de ese año, fue el último día de su “Ven y Ve.” Dice que todo el día se sintió como si Jesús le estuviera pidiendo su mano en matrimonio.
El obispo Thomas V. Daily celebró la misa de ese día a las 3 p.m. en la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y luego vino a bendecir todas las habitaciones del convento. La hermana Mary Marta recuerda que muchas personas y muchas hermanas vinieron a la celebración. Mons. Daily se veía visiblemente entusiasmado. Él estaba entregado al cuidado de las niños que no han nacido y fue quien invitó a las hermanas a la Diócesis para que ayudaran en el cuidado de las madres solteras embarazadas.
Desde ese día, las Hermanas Misioneras de la Caridad han estado trabajando en el vecindario, plantando las semillas para el trabajo de Dios. La Hermana Mary Marta supo recientemente de un fruto de este trabajo cuando una mujer le preguntó a ella y a una hermana si eran monjas católicas. Luego les explicó que 19 años atrás hermanas católicas en Bedford Stuyvesant, vistiendo el mismo hábito que la hermana Mary Marta, la habían ayudado cuando era una adolescente embarazada y no tenía ningún lugar a donde acudir. Las Hermanas la acogieron y le enseñaron cómo cuidar a su bebé. Ahora, trabaja enseñando a otras mujeres jóvenes en Manhattan a cuidar de sus propios hijos, transmitiéndoles lo que aprendió de las Hermanas.
El cuidado de las mujeres embarazadas fue lo que atrajo a la Hermana Regi Paul, M.C., a la espiritualidad de la congregación de la Madre Teresa. Cuando era joven en India, no se sentí atraída a unirse a las Hermanas Misioneras. Ella no quería, pero Jesús siguió llamándola a la Orden, confiesa. No se sentía lista para abandonar todo lo que le era familiar y no tenía sueños de viajar por el mundo. Pero escuchó a un predicador contar la historia de cómo la Madre Teresa vio a una mujer embarazada a punto de dar a luz desamparada en la calle mientras otros no la veían o la miraban con desprecio. La madre Teresa se detuvo para hablar con la mujer y finalmente se hizo cargo de su cuidado. Fue entonces cuando se dio cuenta de que esta era de hecho la congregación perfecta para ella.
Tras unirse, fue enviada a los Estados Unidos y ha ejercido su ministerio a lo largo de todo el país, incluso como superiora de la casa en Bedford-Stuyvesant. Dice que fue aterrador abandonar su hogar y su país, pero ella tiene un arma que la protege del mal y la mala voluntad: el Rosario en su cintura. Ella ora a la madre de Dios por protección y siempre la ha mantenido a salvo, incluso cuando ella y otra Hermana fueron perseguidas por miembros de una pandilla una noche que se perdieron, o cuando caminaban por los proyectos de vivienda de la Ciudad buscando a quien ayudar.
Otra cosa que es útil para ellas cuando se trasladan de conventos es que cada casa mantiene el mismo horario y las mismas rutinas. Cada Misionera de la Caridad en el mundo se despierta a las 4:40 a.m. y comienza su día con una hora de oración y misa. Eso las prepara para su trabajo durante todo el día, que completan con descansos programados para la oración.
La Hermana Winni Marie, M.C., miembro de la congregación de Bedford-Stuyvesant, dice que centrarse en la oración es la única forma real de ayudar a alguien. Ellas necesitan su propia paz y luz interior para poder compartirla con el mundo.
Por ejemplo, dice que a veces puede ser difícil lidiar con adolescentes embarazadas desesperadas, especialmente porque sus hormonas complican su capacidad de pensar con calma. Sin embargo, con la paz y el amor que proviene de Dios, ella ve a las jóvenes transformarse. A medida que reciben amor, sus corazones cambian.
El trabajo de la Orden implica darles a las embarazadas refugio y comida, pero también ayudarlas a aprender a cuidarse a sí mismas, dice. También necesitan ayuda espiritual, alguien que las escuche y guíe. Por eso las hermanas programan momentos de oración con ellas, las escuchan y luego dejan que el Espíritu Santo las guíe.
“Tenemos que darles luz, entregarles a Jesús”, explica la hermana Winni. “Nosotras no guiamos. Dios es el único guía. No es nuestro trabajo, sino el trabajo de Dios”.
También dice que es importante orar por lo que nos agobia y hacer sacrificios en su nombre. Aunque las Hermanas Misioneras de la Caridad ya viven en lo que se considera pobreza radical, renunciando a cualquier placer mundano innecesario, incluyendo, si es posible, los asientos en la misa e incluso cosas simples como los manteles, la hermana Winni Marie asegura que todavía es posible hacer pequeños sacrificios por el bien de aquellos que están a su cuidado. De esta forma pueden ayudarlos de todas las maneras posibles, no solo cuando están juntos.
Lo mismo sucede, dice la hermana Winni Marie, con las personas que visitan. Las hermanas van a hospitales, hogares de ancianos y tocando de puerta en puerta para encontrarse con los necesitados en los lugares donde están. Dice que en Brooklyn la necesidad es mucho más espiritual que material. Aunque las Hermanas brindan apoyo material a quien lo necesita, también ofrecen apoyo espiritual, hablando y rezando junto a quienes leas reciben y orando por aquellos que no le abren las puertas.
Según la hermana Regi Paul, humanamente hablando, todo sería bastante difícil, pero al centrar la vida en la oración, Dios hace cualquier solución posible.
El padre Daniel Kingsley, vicario parroquial de San Martín de Porres, que incluye la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria, dice que la presencia de las hermanas ha transformado la comunidad. Asegura que hay gente que le ha dicho que se sintieron atraídos por la iglesia a través del ejemplo del amor de las Hermanas.
El trabajo de las Hermanas también ha transformado personalmente al Padre Kingsley. Al bautizar a los niños nacidos de las mujeres que viven en el convento ha sido recibido una lección de humildad, al ser testigo de la fe de esas mujeres que se aferran a la luz a pesar de la oscuridad de sus situaciones, y transmiten esa luz de la fe a sus hijos.
“Las Misioneras de la Caridad son un signo del amor y la presencia de Dios en el mundo”, dijo.
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Este artículo fue originalmente publicado en inglés en The Tablet.