ROMA—. A principios del siglo XX las religiosas Emilia Ponzoni, Regina Colombo, Concetta Finardi y Luigia Panceri participaron en el mayor proyecto astronómico mundial de época: hacer un mapa del cielo. Para ello era necesario fotografiarlo con enormes telescopios y clasificar todas sus estrellas. Las cuatro catalogaron más de 480.000.
“El proyecto se inició aproximadamente en 1880 y duró unos 40 años. 18 observatorios nacionales se repartieron el cielo. Luego participaron más observatorios en el proyecto, pero el Vaticano estuvo en ese primer grupo y cumplió con su parte”, dice el padre Paul Mueller, astrónomo.
Para entender por qué el Vaticano decidió invertir en investigación astronómica los expertos Sabino Maffeo y Paul Mueller explican que hay que remontarse a finales del siglo XIX.
“El observatorio del Vaticano fue inaugurado en 1891 por el Papa León XIII. Se lo sugirió el padre Francesco Denza, un astrónomo. El objetivo era demostrar al mundo que la Iglesia no estaba contra la ciencia”, explica el padre Sabino Maffeo, astrónomo.
“Había otra motivación diplomática, política. El observatorio del Vaticano fue considerado como un observatorio nacional en un momento en el que se ponía en duda si el Vaticano debería ser un Estado”, añade el padre Mueller.
El observatorio del Vaticano ha perdido peso a nivel mundial, pero sigue en pleno funcionamiento: tiene otra sede en Arizona dedicada plenamente a la investigación. La sede de Castelgandolfo está más orientada a la organización de congresos y al museo, aunque sus profesionales siguen incluyendo innovadoras y sorprendentes técnicas como este mando de Playstation cuya precisión es perfecta para manejar algunos comandos de este telescopio.
“Sirve para manejar los comandos micrométricos”, comenta el padre Maffeo mientras muestra su funcionamiento.
El observatorio del Vaticano, comúnmente llamado “Specola” guarda recuerdos e historias únicas como la de las 4 religiosas que estudiaron el cielo. También conservan fragmentos de meteoritos y recuerdos de los papas que pasaron por aquí, como Pablo VI en el día en el que el hombre llegó a la Luna.