Nuestra comunidad religiosa

Obispos hispanos en Tierra Santa

La situación de los cristianos en Gaza es horrible, pero no solo en Gaza sino en todas las comunidades cada vez hay menos cristianos: Belén, Nazareth…”, afirma Mons. Octavio Cisneros, obispo auxiliar de Brooklyn, por teléfono desde Jerusalén. En su voz aún se sentía la emoción de su visita a Gaza, la estrecha franja de tierra junto al mar controlada por los palestinos.

Mons. Cisneros celebrando la misa en la Sagrada Familia, Gaza. Los demás obispos concelebraron la Eucaristía con él.

Mons. Cisneros explica que fue a Tierra Santa como parte de la “Peregrinación por la paz: Construir puentes, no muros”. Y nos explica que idea de la peregrinación fue de Mons. Oscar Cantú, presidente del Comité Internacional de Justicia y Paz de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos.

Mons. Nelson Pérez, presidente del Subcomité de Asuntos Hispanos de la Conferencia de Obispos, sugirió invitar a los obispos hispanos de Estados Unidos a la peregrinación. Así tendrían la oportunidad de ver de cerca “las consecuencias que el muro ha causado al pueblo palestino”, dice Mons. Cisneros.

Y enseguida aclara que no estaban con esto estableciendo un paralelo entre este muro y el de la frontera de EE.UU. y México. “Son situaciones totalmente diferentes — dice Mons. Cisneros—. El muro de la Margen Occidental no es un muro entre dos países autónomos, sino dentro una misma ciudad. El muro pasa por una calle, dividiendo la ciudad en dos”.

Además de los tres obispos mencionados, participan también en la peregrinación Mons. Felipe Estévez, obispo de San Agustín, Florida; Mons. Armando X. Ochoa, obispo de Fresno, California; Mons. Alberto Rojas, obispo auxiliar de Chicago; Mons. Plácido Rodriguez, obispo emérito de Lubbock, Texas; y Mons. Rutilio del Riego, obispo emérito de San Bernardino, California.

Durante la conversación telefónica, la emoción en la voz de Mons. Cisneros al describir la visita a Gaza era palpable. Entre los palestinos hacinados en ese reducido territorio hay un significativo grupo de palestinos católicos y cristianos de diferentes denominaciones.

Así describe Mons. Cisneros su visita: “Sentí todas las emociones que pueda experimentar un ser humano en una ráfaga: la alegría de estar con otros cristianos, celebrar la eucaristía con los palestinos y compartir la alegría de la fe… pero también ver el dolor de los católicos y los cristianos de Gaza”.

Los obispos hispanos habían ido a la parroquia de la Sagrada Familia, que lleva ese nombre porque la tradición indica que José, María y Jesús pasaron por ese lugar cuando tuvieron que huir a Egipto. Actualmente la parroquia cuenta con una escuela y un hogar para desamparados a cargo de seis Misioneras de la Caridad de Teresa de Calcuta.

El párroco de la Sagrada Familia les comentó a los obispos que su comunidad tenía más de mil fieles hace unos años, pero hoy quedan solo 120. Y Mons. Cisneros nos explicó la razón: “Gaza es una prisión: para salir hay que pedir permisos especiales que muchas veces son negados. Como no tienen hospitales apropiados, a veces tienen que salir por enfermedad y es muy difícil obtener el permiso. Además, tienen luz eléctrica solo dos horas al día, y no hay materiales de construcción porque está prohibida su importación ya que las autoridades israelitas temen que se usen para fabricar armas para atentados terroristas”.

Mons. Cisneros carga a una de las niñas en el hogar de las Misioneras de la Caridad en Gaza. Esta foto apareció en la prensa árabe de Gaza y Jerusalén, que reportó la visita.

De acuerdo con el Obispo Auxiliar de Brooklyn, la situación de los cristianos también es difícil en otras ciudades de Israel: “No hay trabajo, son ciudadanos de segunda clase. No tienen los mismos derechos que el resto de la población israelita, incluso si son ciudadanos de Israel”.

Ante este cuadro desolador, es difícil no recordar los sufrimientos de los cristianos en otros países del Medio Oriente. ¿Queda alguna esperanza para los cristianos de los territorios palestinos?, le preguntamos a Mons. Cisneros. “Somos la Iglesia de la esperanza”, responde enseguida. “Pero la situación es crítica: se van los cristianos, se quedan las iglesias vacías. Si queremos hablar de la esperanza en Tierra Santa no podemos hablar de arreglar cosas a nivel general. A nivel político la situación es cada vez más grave. Si lo miramos desde ese punto de vida, se pierde la esperanza”.

“La esperanza está en el trabajo de la Iglesia en una micropastoral: Ayudando a personas y familias específicas. Así se construye un ámbito de esperanza. El trabajo de la Iglesia es muy importante a nivel religioso, pastoral, social”.

“Por ejemplo, ayudan a los pescadores, a las escuelas. En Gaza hay una escuela católica donde van cristianos de otras denominaciones y musulmanes. Seis religiosas de las de la Madre de Calcuta tienen una casa donde tratan a los ancianos y a los niños abandonados o con discapacidades. Si entras a la casa se te salen las lágrimas al inicio y luego se te alegra el corazón. Una niña con parálisis cerebral, que caminaba con mucha dificultad, se aceró a mí, me miró, se sonrió, y me dio un abrazo. Fue un momento feliz cuando vi su sonrisa”.

“Vi varias personas en sillas de ruedas y pensé que eran niños, pero la religiosa me dijo que era adultos desnutridos. Vimos también una niña deformada. Y vi a la hermana de Calcuta cargarla con sumo cariño. La madre de la niña, me contaron, la descartó y nosotros la recogimos. La madre a veces va al hogar, pero aún se niega a verla. En todo ese dolor están también la alegría, la esperanza del amor”.

Sobre el recorrido por Jerusalén, Mons. Cisneros cuenta una historia que podría sonar familiar a muchos inmigrantes en Estados Unidos: “Fuimos a una guardería de niños. Surgió por iniciativa de un sacerdote que trabaja con los migrantes de Filipinas, Sudán, otras partes de África, algunos ilegales. Hay muchas mujeres solas con hijos. Un día vino una señora a la iglesia en la mañana. Tenía que trabajar y fue a la parroquia a pedir ayuda, pues su hijo terminaba la escuela a las 3 p.m. y ella no regresaba hasta las seis. Y comenzaron a cuidarlo en la parroquia. Después se fueron sumando otros”.

Otro detalle sobre la visita a Gaza resulta revelador. Cuenta Mons. Cisneros: “Después de Gaza pasamos por un pueblo israelí a pocos kilómetros del territorio palestino. Allí la gente habla del miedo en que viven. Han tenido que hacer refugios en las paradas de ómnibus y las escuelas, pues en cualquier momento les puede caer encima un cohete proveniente de Gaza”.