El padre Jorge Ortiz Garay nació en Ciudad de México el 16 de octubre de 1970, en el seno de una familia católica donde hay varios abogados y sacerdotes.
El padre Jorge es el segundo de cinco hermanos. En la familia de su padre hay abogados, jueces y ministros, mientras que en la de su madre, un tío suyo y dos primos son sacerdotes.
El joven Jorge estudió la secundaria con los Benedictinos. Al graduarse se inclinó por la profesión que destacaba en su familia paterna: decidió estudiar leyes en la Universidad Anáhuac México Norte que pertenece a la Congregación de los Legionarios de Cristo. Allí se graduó como abogado en 1993.
El entonces licenciado Jorge Ortiz Garay pertenecía al grupo del Camino Neocatecumenal. “Es una realidad en la Iglesia. Yo estaba con mi comunidad, estudié, trabajé un tiempo como abogado, pero en una Jornada Mundial de la Juventud pensé qué quería hacer. Había terminado mi carrera, pero no era mi vocación, entonces el catequista de México me dijo «dale un chance al seminario, ve al seminario, pruébalo y si no te gusta no pasa nada»”.
En ese momento habló con sus padres. “Realmente nunca les dije que quería ser sacerdote, les dije que tenía una inquietud y que sentía algo”.
Ese año viajó a Roma. Varios amigos fueron a despedirlo al aeropuerto. “Yo no les dije que iba para el seminario por si acaso no era para mí. Me mandaban cartas, ellos pensaban que era una escuela normal, cuando me llamaban me preguntaban, ¿seminario? Y yo les decía que era la casa donde estaba viviendo”, cuenta en medio de risas el padre Jorge.
Cuando llegó al seminario en Italia, su idea era ordenarse en Roma, estudiar Derecho Canónico y regresar a México, pero las cosas no salieron como pensaba. No era la primera vez que algo así le sucedía. “Cuando era joven pensaba que a los 27 años debía tener mi carro, mi apartamento y en mi mente estaba en convertirme en el notario público más joven de México. Pues a los 27 años no tenía mi apartamento, ni mi carro y tampoco era el notario más joven del país. Estaba con otros jóvenes en un seminario, en otro país, sin hablar el idioma”, admite el padre Jorge.
Estando en el seminario en Roma, le comentaron que en la Arquidiócesis de Newark querían seminaristas mexicanos, preferiblemente con un título universitario. “Me dijeron: «te vas a Newark», y yo no sabía dónde quedaba Newark”. Sólo en ese momento les dijo a sus amigos que estaba en el seminario.
En 1997 llegó a Newark al Seminario Redemptoris Mater. También estudió en la escuela de leyes de la Universidad Seton Hall. El 29 de mayo de 2004 se ordenó como sacerdote en la Arquidiócesis de Newark.
La parroquia de Santa María fue su primera asignación, allí se encontró con una gran comunidad ecuatoriana y colombiana. “Todavía me llaman, me piden que les bautice a sus hijos”. Allí estuvo desde 2004 a 2009 como vicario parroquial.
“En 2009 me llamó monseñor John J. Myers, arzobispo de Newark, para contarme sobre una ayuda que le había pedido el obispo de Brooklyn, monseñor Nicholas DiMarzio, y él había pensado en mí”, así explica el padre Jorge su llegada a la diócesis de Brooklyn.
Monseñor Myers le habló de una iglesia que estaba cerrada. “Me dijo, «si no quieres ir, no hay problema». Yo le dije que sí quería ir. Monseñor Myers me dijo que me tomara unos días para que lo pensara y me fui a México. Lo primero que hice fui ir a la Basílica de Guadalupe”.
Y es que la Basílica trae un gran recuerdo al padre Jorge. El 2 de junio de 2004 ofreció su primera misa en su país, en la casa de la Patrona de América. “La misa fue a las 8:00 a.m., estaba recién ordenado. El rector me dio un cuadro, que es una réplica de la Virgen de Guadalupe. Cuando iba saliendo de la sacristía había una fila de gente que esperaba la primera bendición. Me tocó mucho, era gente que no conocía y me esperaron para que les diera la bendición”.
En 2009 llegó por fin a la Diócesis de Brooklyn. La iglesia cerrada de la que le habían hablado era la Concatedral de San José. “Me acuerdo cuando llegué, la primera misa del domingo fue un cambio grande porque estaba acostumbrado a mi anterior parroquia que las misas eran llenas. Para la misa de 10:30 a.m. acudían 10 a 15 personas. Fue un momento duro, porque pensaba, ¿qué había hecho?”.
“El primer Miércoles de Ceniza no llegaba la gente, a la hora del almuerzo me fui con otra persona a los restaurantes a preguntar quiénes eran católicos y les imponía la ceniza.
Fue un desafío, nunca he tenido una crisis de vocación, pero me preguntaba qué debía hacer. Monseñor Kieran Harrington ha sido una gran persona, desde que llegué ha sido un hermano para mí, es una persona que me ha apoyado, es un hermano en el sacerdocio”.
Fue vicario parroquial en la Concatedral de San José desde 2009 a 2014. “Trabajamos en la restauración, fue un tiempo estupendo, contemplar todas las maravillas, estar en la consagración de una catedral y ver todos los ritos”.
“Monseñor DiMarzio me llamó dos años antes de terminar mi asignación en San José para decirme que tenía una necesidad en esta parroquia [Santa Brígida] y me preguntó si quería venir. El sacerdote anterior duró 54 años. Le dije, «si usted confía en mí, yo voy»”.
La consagración de la Concatedral fue el 13 de mayo de 2014 y en junio ya estaba en Santa Brígida como administrador parroquial. “Aquí estamos después de año y medio y me doy cuenta que la gente está contenta, se siente bien”.
Junto a sus actividades como Administrador de Santa Brígida, el padre Jorge Ortiz es el director del Apostolado Mexicano. “Monseñor Octavio
Cisneros, obispo auxiliar de Brooklyn, y monseñor DiMarzio me hablaron del Apostolado Mexicano, porque en la Diócesis creemos que hay medio millón de mexicanos, no hay un sacerdote mexicano, yo soy el único sacerdote diocesano mexicano”.
Al margen de su trabajo, el padre Jorge trata de tomar un día libre a la semana. Ese día va al seminario de Nueva Jersey. “Nosotros no tenemos familia aquí, entonces me reúno con mis amigos del seminario o con mis amigos sacerdotes, nos vamos a comer o al cine. En el seminario a veces nos encontramos con otros sacerdotes, los martes celebramos la misa entre nosotros, o hacemos la Lectio Divina, o vamos al cine. Cuando tomovacacionesvoyaMéxico”.
En México están sus padres y sus hermanos, pero también está el Cruz Azul, equipo del cual es hincha y a pesar de que no consigue un título desde 1997, él está convencido de algo, “no te preocupes, llegará el día, aunque no ganen seguiré siendo de Cruz Azul. Es una de las cosas que recuerdo de infancia. Son recuerdos bonitos, mi papá nos llevaba al estadio Azteca, mi papá no es hincha del Cruz Azul, es del León, pero a mis hermanos y a mí nos gustó el Cruz Azul”.