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Padre José Díaz: El orden de los factores a veces altera el producto

BROOKLYN—. La invitación al discipulado del padre José Díaz fue a través de una carta de una amiga preocupada por él.

Hijo de dos emigrantes dominicanos —José y Raisa— y nacido en Queens, José vivió durante su infancia el sacrificio de sus trabajadores padres, quienes lograron con esfuerzo abrir un supermercado para sostener a José y sus tres hermanos: Josaira, Rodolfo y Solangie. Pero el bienestar físico y social de sus hijos no era la única preocupación de José y Raisa. También compartiron con sus hijos su tesoro más grande: su amor por Dios.

El padre José Díaz junto al padre Patrick Dorelus, compañero de ordenación, en la Concatedral de San José, en Prospect Heights, el pasado 30 de junio. (Foto: Ed Wilkinson/ The Tablet)

Durante su infancia, José no siempre entendió el sacrificio de sus padres. Comenzó estudiando en una escuela primaria pública, pero ellos pronto comprendieron que no era un buen ambiente para él, por lo que se sacrificaron aún más para enviarlo a la escuela parroquial Blessed Sacrament en Jackson Heights, y más tarde a la preparatoria St. John. Aunque siempre se consideró católico, e incluso acompañaba a su made a los grupo de oración no sentía ninguna vocación especial.

“Me sentí amado. No de una manera cursi, sino un sentimiento poderoso dentro de mi corazón”, recuerda el padre José Díaz.

El orden de los factores a veces altera el producto

“El problema era que mis prioridades estaban en el orden equivocado”, reflexiona ahora el padre José. “Estaba más enfocado en la popularidad y los noviazgos que en cualquier otra cosa en la vida”.

Tampoco la educación era una prioridad para él, porque aunque no le iba mal en los estudios, pensaba que no necesitaba demasiado para dedicarse al negocio familia del supermercado.

Hasta que un día, cuando estaba terminando la preparatoria, se le acercó una amiga con el rostro sombrío y le tendió una carta, diciéndole que la leyera seriamente.

“Me fui para clases, me senté en el fondo del aula y abrí la carta”, recuerda el padre Díaz.

En la carta ella le explicaba que mientras rezaba por sus amigos durante un retiro había pensado en él.

El padre José Díaz bendiciendo a Mons. DiMarzio durante el ritual de ordenación. (Foto: Ed Wilkinson/ The Tablet)

“Decía que sentía que yo necesitaba a Dios”, dice el padre Díaz. “No estaba caminando por el camino correcto. Estaba viviendo según la gente que me rodeaba, pero no a la manera de Dios”.

El joven José siguió su consejo y participó en un retiro del Centro Carismático Católico Hispano del Bronx —o como todos lo llaman el “Centro”—. Un primo suyo también se había enrolado en ese mismo retiro espiritual que, según el padre Díaz, “cambió mi vida. Ya que tuve un encuentro profundo y personal con Jesús”.

“Me sentí amado. No de una manera cursi, sino un sentimiento poderoso dentro de mi corazón”, dice el padre Díaz, quien a partir de ese momento comenzó a ayudar en la organización de los retiros.

“También comencé a recibir los sacramentos con fervor”, dice. “A partir de ese momento dedique mi vida completamente a convertirse en un discípulo de Jesús”.

Tras graduarse de preuniversitario, Díaz matriculó en el Nassau Community College y en Queensborough College antes de transferir sus estudios a la Universidad franciscana de Steubenville, Ohio, donde estudió teología y filosofía. Comenzó entonces a abrir su corazón a la posibilidad de la vocación sacerdotal, y fue a vivir a una Casa de Discernimiento de la VOT de frailes franciscanos.

Este tiempo de discernimiento condujo a su regreso a Nueva York, convirtiéndose en seminarista de la diócesis de Brooklyn. El padre José Díaz terminó sus estudio en los seminarios de Douglaston y San José. Como diácono ha servido en la parroquia de San León, en Corona, donde ha tenido la oportunidad de predicar en las homilías y celebrar bautizos.