CIUDAD DEL VATICANO (Por Junno Arocho Esteves/CNS)—. Detrás de la indiferencia hacia la vida humana yace una enfermedad contagiosa que ciega la gente a la vida, y a los retos y las luchas de los demás, dijo el papa Francisco.
Como la mítica figura de Narciso, la gente se arriesga a infectarse por un “un virus espiritual muy contagioso” que los convierte en “hombres-espejo y mujeres-espejo que solo ven a sí mismos y nada más”, dijo el papa el 25 de junio a los miembros de la Pontificia Academia para la Vida.
“El mal intenta persuadirnos de que la muerte es el fin de todo, de que hemos venido al mundo por casualidad y que estamos destinados a terminar en la nada. Excluyendo al otro de nuestro horizonte, la vida se repliega sobre sí misma y se convierte en un bien de consumo”, él dijo.
La Pontificia Academia para la Vida comenzó su asamblea general, del 25 al 27 de junio, reflexionando sobre el tema “Comienzos iguales, ¿pero entonces? Una responsabilidad global”.
El papa le dijo a los miembros que “la calidad ética y espiritual de la vida en todas sus fases” tiene que inspirar en la iglesia una “actitud en la ecología humana”.
Él también dijo que la vida, desde la concepción, la niñez, la adolescencia, la adultez, la vejez y todos esos momentos cuando es “frágil y enferma, herida, ofendida, envilecida, marginada, descartada, siempre es vida humana”.
“Cuando entregamos a los niños a las privaciones, los pobres al hambre, los perseguidos a la guerra, los ancianos al abandono, ¿no hacemos nosotros mismos, en cambio, el trabajo sucio de la muerte? ¿De dónde viene el trabajo sucio de la muerte? Viene del pecado”, él dijo.