BOGOTA, Colombia—. Cuando se decidió a emigrar de su natal Barquisimeto en Venezuela, Addy Arrieche tenía dos años sin ver a su esposo y sus dos pequeñas hijas no habían asistido a la escuela por unos tres meses.
Hace aproximadamente dos años, madre e hijas dejaron su casa y su familia atrás, por la difícil situación que atraviesa su país, en donde —dijo Arrieche— no se consigue comida ni medicinas, hay una acelerada inflación y mucha inseguridad.
“La situación se nos puso cada vez más difícil”, expresó Arrieche en un salón de la Parroquia San Francisco Villa Javier, en Bogotá, sede de la Fundación Instituto para la Construcción de la Paz (FICONPAZ) uno de los programas sociales que financia la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), con un aporte de $20 mil otorgados en 2019 por el Subcomité de la Colecta para la Iglesia en América Latina de la Oficina de Colectas Nacionales.
Serena en la mirada, pero sin poder ocultar el cansancio por las largas jornadas que ha tenido que pasar, Arrieche reflejaba también en su rostro la esperanza por un futuro mejor para sus hijas, Anahys, de 6 años, y Anabella de 4, a quienes quiere seguir formando en la religión católica y ofrecerles una buena educación para que sean en un futuro personas de bien. El esposo de Arrieche también está en Bogotá trabajando para otra parroquia.
“Me siento bien aquí y agradezco a FICONPAZ por brindarnos su apoyo. A la Iglesia también porque estamos participando con ellos en varios talleres y estamos agradecidos por las donaciones que se han recibido para seguir adelante con estos proyectos”, subrayó.
Arrieche fue una de las madres de familia que junto a los facilitadores de los programas, voluntarios y decenas de niños emigrantes y de las comunidades más vulnerables de Colombia y Venezuela compartieron sus experiencias el martes 28 de enero con Mons. Octavio Cisneros, Obispo Auxiliar de Brooklyn y presidente del Subcomité de la Colecta para la Iglesia en América Latina de USCCB.
También participaron en la reunión el padre Rev. Leopoldo Pérez, Director de la Oficina de la Colecta para América latina y David Corrales, especialista en subvenciones, en el inicio de una gira en esa nación sudamericana que los llevó también a la ciudad de Cúcuta en la vulnerable frontera con Venezuela.
Fundada en 1996, FICONPAZ se ha dedicado a la construcción de una cultura de paz, diseñando y desarrollando procesos en comunidades de base y en sectores vulnerables de la población, con el fin de que construyan nuevos referentes y reciban los valores para la convivencia pacífica y la transformación no violenta de los conflictos, incluyendo la consolidación de propuestas para la defensa, promoción y vivencia de los derechos humanos.
El financiamiento a los objetivos y metas de esa organización es posible gracias a la Colecta Anual para la Iglesia en América Latina de USCCB que apoya unos 400 proyectos en países de Norte, Centro y Sudamérica. El proyecto contribuye con la búsqueda de soluciones a la actual crisis migratoria que ha llevado a cientos de miles de venezolanos a Colombia, mediante la promoción del Movimiento de Sembradores de Paz y alentando la formación y participación de los Agentes del Ministerio de Niños en los decanatos de la Arquidiócesis de Bogotá. Los laicos son entrenados para apoyar a los niños y adolescentes migrantes venezolanos para hacerlos menos vulnerables a los efectos de la discriminación, la violencia y la negación de sus derechos fundamentales.
Addy Arrieche aseguró que aún mantiene su fe en un futuro más próspero para su familia.
“Aquí nos ha renacido la esperanza porque el tiempo pasa muy rápido y queremos labrar el futuro para las niñas. Siempre hemos querido darles una buena educación, enseñarle valores, responsabilidades para que sean unas personas de bien, siempre siguiendo la religión católica desde pequeñas para que aprendan bien sobre Dios. Creo que aquí pueden tener un mejor futuro que el que puedan tener en Venezuela”, agregó la abnegada madre instantes después de que se informara al obispo Cisneros y otros representantes de USCCB sobre los avances del proyecto FICONPAZ.
“Debemos tener fe en Dios porque él es quien nos va a ayudar a salir de toda esta situación y espero algún día poder regresar a Venezuela para que nuestra familia pueda reencontrarse con todos los seres queridos que nos vimos forzados a dejar”.
Milidex Ortiz es otra de las madres venezolanas que se beneficia del programa de FICONPAZ, luego de emigrar de su país hace dos años cruzando la frontera que separa a Colombia y Venezuela.
“La situación no ha sido nada fácil, pero aquí nos han abierto las puertas y participamos de los talleres, compartimos experiencias y nuestros hijos reciben atención”, dijo Ortiz, nacida en Maracaibo, estado Zulia, otro de los estados fronterizos con Colombia
“Emigramos por la severa crisis que afecta al país. Yo trabajaba y el sueldo mínimo que ganaba me alcanzaba solo para comer un día”, expresó Ortiz, visiblemente decepcionada.
“Fue difícil tomar la decisión de emigrar, pero aquí estoy”, acotó la joven madre con su pequeño hijo Santiago José en sus brazos. Su otro hijo, Luis José, de 8 años, estaba en la escuela.
“Tengo esperanzas de tener un trabajo y poderle dar una buena educación a mis hijos, no es fácil, pero es mejor vivir aquí porque, aunque ahora mismo no tengo trabajo a mis hijos le están dando su educación y buena alimentación en el colegio, algo que no se consigue en Venezuela”, concluyó.