CIUDAD DEL VATICANO (Por Carol Glatz/CNS)—. Por primera vez en 300 años, los escalones de mármol de la Escalera Santa estarán expuestos fuera de los gruesos paneles de madera instalados en 1723 para protegerlos y podrán ser admirados directamente por el público.
Durante por lo menos 40 días, los visitantes podrán venerar y subir de rodillas por las lajas de mármol desnudas por las que, según la tradición, subió Jesús al patíbulo el Viernes Santo, cuando Poncio Pilato lo presentó ante la multitud y lo entregó para que fuera crucificado.
Los peldaños que serán pronto limpiados y los frescos recién restaurados de las paredes se exhibirán al público el 11 de abril, la semana antes de la Semana Santa, durante una ceremonia de bendición especial en el Pontificio Santuario della Scala Santa, enfrente de la Basílica de San Juan de Letrán en Roma. Los peldaños de mármol se dejarían abiertos al público temporalmente antes de volver a colocar los paneles de madera originales y restaurados.
La decisión se tomó durante una de las fases finales de la restauración del santuario: un proyecto de 20 años supervisado por los Museos Vaticanos y financiado con la ayuda de donantes privados, fundaciones y los Patronos de las Artes en los Museos Vaticanos.
Paolo Violini, restaurador principal de frescos de los Museos Vaticanos, y su equipo estaban tan asombrados y conmovidos al comprobar el grado en que los escalones de piedra habían sido desgastados por la devoción, que sintieron que este testimonio oculto de fe tenía que ser visto y experimentado, aunque solo temporalmente por los fieles de hoy en día.
“Es una ocasión extraordinaria para tocar los mismos peldaños que Jesús y ser testigo de la fe de todas las demás personas que subieron antes que nosotros”, dijo el rector del santuario, el Padre Pasionista Francesco Guerra, a Catholic News Service el 15 de marzo.
“Además de ser una forma concreta de vincularnos con aquellas generaciones que nos antecedieron en la historia y la práctica de nuestra fe, quienes nos transmitieron esas creencias”, dijo.
Según la tradición, Santa Elena, madre del emperador Constantino, trajo las escaleras a Roma desde el palacio de Poncio Pilatos en Jerusalén en el año 326 dC.
El santuario, cuyas paredes y techos están cubiertos con pinturas decorativas y frescos recién restauradas que representan la pasión de Cristo y pasajes del Antiguo Testamento, fue construido específicamente para que las escaleras sean veneradas por el público a fines de 1580, por orden del Papa Sixto V.
Desde entonces, millones de personas han subido los escalones de rodillas, cavando lenta e involuntariamente surcos profundos y ondulados en la piedra blanda. Uno de los 28 escalones estaba tan desgastado por las puntas de los zapatos de las personas, que un agujero había perforado completamente la gruesa laja de piedra.
Eso sucedió, explica Violini, porque ese fue el peldaño donde los peregrinos se demoran más, para inclinarse y besar “el escalón más importante” que se encuentra arriba, que está rajado en el centro y adornado con una cruz de metal y una rejilla metálica elevada. Según la tradición, Jesús cayó en el paso 11, rompiéndolo con su rodilla. La cruz marca el punto de impacto, dijo Violini, y la rejilla abierta cubre lo que se dice que fue una salpicadura de su sangre.
Un trabajador pasó el dedo por la rejilla para sacar algunos escombros y mostrar cuánta piedra había sido removida por siglos de personas que tocaban el lugar. Otra cruz también marca otro paso en la parte superior de la escalera, indicando dónde, según la tradición, había habido otra gota de sangre.
Hasta ahora, la gente solo había podido ver, no tocar, estas áreas a través de pequeños paneles de vidrio incrustados en los paneles que protegen los peldaños.
El 15 de marzo aún quedaban algunos escalones por desvestir. Dos trabajadores arrancaron algunos pedazos de ladrillo a lo largo de las paredes de la escalera para liberar los oxidados ganchos de metal que aseguraban los peldaños de madera de nogal de 300 años de antigüedad.
Notas manuscritas, tarjetas sagradas, fotografías a color, pequeñas monedas, botones y montículos de polvo negro se desprendieron de debajo de la pesada plancha, salpicada de agujeros de carcoma y cubierta de telas de araña.
Los trabajadores embolsaron cuidadosamente las peticiones de oración y los recuerdos escritos, que habían sido introducidos a través de las aberturas en los listones de madera, para entregarlos a los Padres Pasionistas, a cargo del santuario, para su catalogación y estudio. Ninguno de los ex votos se remonta a una fecha anterior a la década de 1950, explicó Violini, lo que ha llevado a los restauradores a creer que las escaleras probablemente se limpiaron para el año jubilar de 1950.
Mei Wen, miembro del patronato de las Artes de los Museos Vaticanos, vino desde su casa en Perth, Australia, para estar presente en el momento en que se desvestían los peldaños de mármol.
Ella le reveló a CNS que se convirtió en una donante importante para la restauración de la escalera santa después de que ella y su esposo la subieron por primera vez en 2013.
“Ese año, todo sobre lo que oramos y reflexionamos se hizo realidad, por eso me comprometí a donar a la restauración de este proyecto, por los fieles que quieran subir las escaleras por cualquier motivo, ya sean espirituales o familiares”, dijo.
Restaurar ese “lugar especial”, dijo, “es también contribuir con el arte y su historia”.
Ella dijo que se conmovió al ver y tocar loas notas votivas y los surcos dejados en el mármol “por personas que subieron la escalera de rodillas. Es una historia real que se remonta a siglos atrás, ¿cómo no emocionarnos?”.