QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS EN CRISTO:
Desde 2001 —hace ya casi 20 años, el tiempo que comprende a una generación—, el área metropolitana y especialmente nuestra propia ciudad de Nueva York, en particular Brooklyn y Queens, ha sido testigo de varios eventos trágicos que han suscitado algunas respuestas buenas y, a veces, heroicas. Al rememorar el 11 de septiembre de 2001, recordamos cuán difícil fue la terrible situación aquí en Brooklyn y Queens con tantas víctimas, tantos trabajadores de intervención inmediata muriendo o enfermando directa o indirectamente al pasar el tiempo.
Poco después, el vuelo 587 de American Airlines que se estrelló en Belle Harbor, Queens. Todos los que venían a bordo perdieron la vida, al igual que algunos vecinos del área del accidente. ¿Y qué hay de la recesión de 2008? Aunque Nueva York se libró de lo peor del problema del desempleo, todos se vieron afectados de una forma u otra por la pérdida de dinero en el mercado y la recesión general. El huracán Sandy, en 2012, fue otro evento que golpeó particularmente a Brooklyn y Queens, en especial Breezy Point. Recordamos el sufrimiento que le siguió a ese momento, uno muy similar a la confusión que enfrentamos hoy en día, especialmente al comienzo del COVID-19, una pandemia en la que todavía nos encontramos inmersos.
Si analizamos algunos aspectos, vemos que la respuesta a los acontecimientos del 2001 realmente mostró lo mejor de nuestro gobierno federal, estatal y municipal, y sobre todo, mostró lo mejor de nuestra propia gente. Prevaleció un profundo sentimiento de comunidad de una manera muy especial, frente a una tragedia tan grande.
Los ataques terroristas en Nueva York, Virginia y Pensilvania cobró un número de casi 3000 vidas. Vimos, sin embargo, cómo esto afectó a tantos en nuestra nación. Esto fue especialmente palpable aquí en nuestra Diócesis de Brooklyn y Queens, donde cada miembro de nuestra comunidad parecía conocer al menos a una persona que había fallecido, o a alguien del equipo de intervención inmediata.
La recesión de 2008 fue algo así como una respuesta más débil. Muchos atravesaron enormes dificultades. Y, sin embargo, nos recuperamos en un período de tiempo relativamente corto, mientras que la recuperación psicológica del 11 de septiembre nos sigue acompañando hasta el día de hoy. Luego, el huracán Sandy, en 2012, quizás volvió a poner a prueba nuestra paciencia, aunque la respuesta de todos los sectores fue buena. Lamentablemente, algunos todavía están en el camino hacia la recuperación, ya que aún no han logrado ni siquiera regresar a sus hogares. Y ahora con el COVID-19, quizás veamos la mejor respuesta hasta el momento, especialmente con nuestros equipos de intervención inmediata: personal en emergencias médicas (EMT, por sus siglas en inglés), policía, bomberos, médicos, enfermeras y personal del hospital, así como aquellos que siguen trabajando en las farmacias y los supermercados, y más, quienes nuevamente están reflejando el enorme trabajo de sacrificio de 2001.
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¿Qué podemos hacer con esto? ¿Cómo podemos entender una situación en la que en 2001 hubo casi 3000 muertes y, hasta el día de hoy, solo en el estado de Nueva York, ya hemos alcanzado la suma de casi 14,000; el 60% de las víctimas en la ciudad de Nueva York, lo creas o no, son de Brooklyn y Queens. Realmente hemos sido puestos a prueba y esto aun no ha terminado.
Quizás sea más importante entender la práctica religiosa que ha resultado de estas tragedias, tragedias del ser humano y tragedias de la naturaleza. Se ha dicho que Dios perdona, el hombre a veces perdona y la naturaleza nunca perdona. Bueno, las dos tragedias causadas por personas humanas: el ataque al World Trade Center, perpetrado por hombres trastornados, y la recesión de 2008, perpetrada por personas codiciosas, tal vez puedan encontrar un lugar en nuestra memoria que sea más comprensible que los dos efectos de la naturaleza. El huracán y el virus. Estos eventos nos dejan verdaderamente sin entender.
En el ámbito religioso, después del 11 de septiembre vimos que hubo un gran retorno a las iglesias y a la fe. Si bien este retorno no duró para siempre, hubo un verdadero regreso al entendimiento del lugar de la fe en nuestras vidas.
Lo mismo sucedió, en menor grado, durante la recesión de 2008 y más en el efecto posterior del huracán Sandy Sandy, especialmente en ciertos sitios que fueron gravemente afectados. Ha sido difícil evaluar cómo las personas han vuelto a la práctica de su fe. Sandy también nos presentó una realidad ante la que no pudimos en nuestras iglesias encontrar el consuelo que solemos buscar.
¿Y qué pasará después del coronavirus? Aún no lo sabemos. ¿Veremos un mayor retorno a las iglesias? Al menos podemos afirmar que durante este período en que nos hemos visto privados de asistir a nuestras parroquias, también hemos sido testigos de un tremendo flujo de personas que ven la transmisión en vivo de nuestras misas desde nuestras parroquias en Brooklyn y Queens, y las misas en televisión se transmiten en vivo por nuestro canal por cable, NET-TV, así como expresiones de fe en muchos medios de comunicación. Con suerte, en un futuro cercano, cuando termine este desafiante momento de aislamiento y distanciamiento social, veremos un mayor retorno a la práctica de la fe, entendiendo como lo hemos hecho durante este período de 20 años de desafío experimentado por nuestra Diócesis, que la fe es realmente lo único que perdura y sobrevive a todo tipo de tragedias.
Únase a mí, queridos hermanos y hermanas, mientras remamos mar adentro intentando comprender cómo nuestra generación ha sido puesta a prueba, y no somos indignos de comprender estas pruebas de la vida, de las que salimos con una mayor capacidad de recuperación, no solo natural sino también religiosamente. Oremos para que, mientras vamos saliendo de esta tragedia del coronavirus, el resultado sea algo bueno, especialmente en hacer más fuerte nuestra fe.