UNA NOCHE DE CELEBRACIÓN en las calles de Corona cerró con broche de oro la rededicación de la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores el pasado 1 de octubre, casi dos años después de un devastador incendio.
Monseñor Nicholas DiMarzio, quien visitó la parroquia la misma mañana del desastre, regresó el primer sábado de este mes para inaugurar la iglesia recién renovada, y celebrar la toma de posesión del padre Raymond P. Roden como párroco en una misa celebrada en español y en inglés. Tras la misa, se celebró una fiesta en la calle.
“Nosotros somos la iglesia”, dijo el obispo a la congregación. “Esta es nuestra iglesia, donde la familia se reúne para orar. No olviden que esta iglesia restaurada está a nuestro servicio. Después de arder en llamas, todo es nuevo”.
Maravillada ante la remodelación, la feligresa Miriam Auquilla miraba en todas las direcciones.
“Oh, Dios mío, quedó tan hermosa”, dijo. “No puedo creerlo. Es diferente. Qué belleza. Muy, muy bella”.
Y ese era el mismo sentir de los cientos de fieles que llenaron el templo. El exceso de público encontró asientos en el salón de la escuela y una tienda de campaña al aire libre, ambos espacios equipados con pantallas para transmitir la misa. Otro centenar de feligreses aguardaba en los escalones de la entrada, las aceras y las calles durante las dos horas y media que duró el evento.
Los parroquianos habituales estaban felices de ver en el altar al obispo auxiliar Octavio Cisneros, su antiguo vicario, concelebrando junto a 20 sacerdotes y diáconos.
Monseñor DiMarzio realizó el ritual de la rededicación, que incluyó la letanía de los santos, una oración de dedicación, la unción e incensación del altar, y la iluminación de la iglesia acompañada de una prolongada ovación.
También bendijo y colocó en el altar las reliquias del beato Miguel Pro y los santos Cristóbal Magallanes, María Goretti, Frances Cabrini, Felipe Neri y Teresa de Calcuta.
Al reflexionar sobre el paso de la parroquia durante los últimos 21 meses, el padre Roden dijo: “Realmente, fue la providencia de Dios que nos mantuvo unidos”.
Había pocas personas en la iglesia cuando comenzó el incendio justo antes de la misa de 6am, el 4 de enero del 2015. El fuego, causado por un desperfecto eléctrico según el reporte, se inició en el coro y se extendió hasta el techo y la azotea.
Una semana antes, el obispo DiMarzio había nombrado al padre Roden como nuevo vicario parroquial. El día del incendio, el padre Roden dijo a los feligreses que el Obispo estaba parado “en la acera en estado de shock igual que todo el mundo. Me dijo: ‘Vamos a arreglar esto. Todo va a estar bien. No vamos a dejar que se pierda esta parroquia’ ”.
La parroquia llevó a cabo el proyecto de renovación en colaboración con Rocklyn Asset Corporation, que se ocupa de las propiedades inmobiliarias para edificios diocesanos, y Victoria Consulting and Development con sede en Brooklyn. La restauración incluyó rehacer el techo y un extenso trabajo de electricidad, pintura e iluminación, así como la renovación de pisos, murales e imaginería. Los bancos fueron alumbrados y los oscuros confesionarios se convirtieron en salas de reconciliación iluminadas.
A fines de este año se instalarán vitrales con imágenes de Nuestra Señora de los Dolores, San Frances Cabrini, mártires mexicanos, el beato Oscar Romero, Dorothy Day y el papa Francisco. En su lugar, se han colocado temporalmente unas láminas plásticas para mostrar cómo lucirán en el futuro.
“Llevamos meses esperando por esto y estamos muy contentos”, dijo Ramón González, que emigró de República Dominicana en 1986. “Me encanta esta iglesia. Es la primera a la que asistí cuando llegué a Estados Unidos. Vivo en Woodside y sigo viniendo aquí”.
El padre Roden dijo que la parroquia es como “un segundo hogar” para sus parroquianos, que son casi en su totalidad latinos, y de ellos más de la mitad inmigrantes recién llegados, especialmente de México.
Para mantener la estabilidad en medio de las renovaciones, los párrocos han mantenido el programa habitual de 12 misas en español e inglés el fin de semana, así como dos misas diarias, que se ofrecían en el salón de la escuela y una tienda de campaña al aire libre con capacidad para 500 personas.
“Después de que el incendio fue difícil porque nuestra comunidad es grande y… fue muy duro intentar mantener a toda la comunidad unida”, dijo Aurora De La Cruz, directora de educación religiosa. “Pero seguimos siendo fieles”.
Y continuaron las clases de catecismo para 1.600 niños. El programa de ministerio juvenil tampoco dejó de funcionar para los adultos jóvenes, incluso envió a 16 jóvenes a la Jornada Mundial de la Juventud el verano pasado.
“Ya todo volvió a la normalidad, y estoy muy agradecida con Dios y con todos los que trabajaron tan duro para lograrlo”, añadió De la Cruz.
Mientras la parroquia sigue hacia adelante en su iglesia renovada, monseñor DiMarzio instó a los fieles a aprovechar este contexto como una “nueva posibilidad de convertirse en iglesia”, renovando los esfuerzos por acercarse a los vecinos y a los nuevos inmigrantes que necesitan encontrar su camino a Cristo.
“Van a encontrarlo a través de ustedes, cuando los traigan a esta iglesia”, dijo.