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Sal de la Tierra y luz del mundo

El primero de enero es un día de fiesta por varias razones. Celebramos el comienzo de un año nuevo; la octava de Navidad; la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, y la 49a Jornada Mundial de la Paz. Vence la indiferencia y conquista la paz es el título del mensaje que Su Santidad anunció el pasado agosto y nos volvió a proponer el 8 de diciembre, al iniciar el Año del Jubileo de la Misericordia. ¡Qué apropiado conmemorar la belleza y dignidad de la Madre de Dios el día que la Iglesia se une en un mismo espíritu para orar por armonía global!

El papel de María en la historia de la salvación es esencial: fue por su ‘sí’ al ángel que el Cordero de Dios entró a este mundo. Claro, nuestro Creador podía venir a la Tierra sin su participación, pero ése no era Su plan. María, la nueva Eva, tenía y hoy en día sigue teniendo un rol muy importante para la salvación del género humano. Es por medio de ella que la justicia y la misericordia permanecen por los siglos, porque Su hijo es nuestra justicia y misericordia.

Pero la pregunta hoy es ésta: En medio de un mundo con tanta oscuridad, con tanta indiferencia, ¿cómo es posible creer en un futuro mejor? Desafortunadamente hemos sido testigos de lo que es capaz el ser humano cuando pierde la esperanza, cuando se promueve la división entre las naciones y las comunidades y cuando se recurre a la violencia y se acepta la injusticia. De hecho, el Santo Padre en su mensaje nos ayuda a entender y poner en práctica maneras de combatir la indiferencia y el mal en nuestra sociedad.

Nos habla de nuestra propia responsabilidad moral de educar y formar a las nuevas generaciones y nos dice que en el “espíritu del Jubileo de la Misericordia estamos llamados a reconocer cómo se manifiesta la indiferencia en la propia vida, y a adoptar un compromiso concreto para contribuir a mejorar la realidad donde vive, a partir de la propia familia, de su vecindario o el ambiente de trabajo”.

Al comenzar un nuevo año es usual ponernos metas para enriquecer nuestro cuerpo, vida y trabajo. En ese sentido, debemos tomar las palabras del Papa y hacerlas realidad en nuestra vida cotidiana. Como cristianos estamos llamados a ser ejemplo para los demás, ser sal de la Tierra y luz del mundo, como nos dice Jesús en el Evangelio de Mateo:

Ustedes son la sal de la Tierra. Pero si la sal deja de estar salada, ¿cómo podrá recobrar su sabor? Ya no sirve para nada, así que se la tira a la calle y la gente la pisotea. Ustedes son la luz de este mundo. Una ciudad en lo alto de un cerro no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa. Del mismo modo, procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo. (Mt 5,10-16).

Así que, al entrar en este año nuevo y celebrar la Jornada Mundial de la Paz, unámonos a Santa María, Madre de Dios para que ella nos dé la fortaleza necesaria para vencer los desafíos de nuestra época. ¡Feliz y Bendito Año Nuevo!