“Las llamas de mi compasión me consumen, deseo derramarlas sobre las almas de los hombres”. (Diario, #1190) Así le habló el Señor Jesús a esta mujer sencilla y sin mayores estudios, en una de las tantas ocasiones que le reveló su plan para la humanidad.
Helena Kowalska, conocida como Santa María Faustina, nació en Polonia el 25 de agosto de 1905, de padres muy pobres, pero llenos de fe. En 1925 entró a la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia.
Su Diario de más de 600 páginas es un testimonio de la relación íntima que tuvo con Jesús. El 22 de octubre de 1931 tuvo la primera visión de lo que hoy se ha convertido en la devoción a la Coronilla de la Divina Misericordia.
Relata en su Diario: “Vi al Señor Jesús vestido de blanco. Una mano estaba levantada en ademán de bendecir y, con la otra mano, se tocaba el vestido, que aparecía un poco abierto en el pecho, brillaban dos rayos largos: uno era rojo y el otro blanco. Los dos rayos significan sangre y agua —el rayo pálido representa el agua que justifica a las almas; el rayo rojo simboliza la sangre, que es la vida de las almas”.
Jesús le dijo: “Pinta una imagen de acuerdo a esta visión, con las palabras «Jesús, en Ti confío»”. (Diario, #47)
Esta devoción empezó a difundirse aún antes de su muerte en el año 1938; pero fue durante los trágicos años de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) que la gente la necesitó y propagó suplicando clemencia. “Te envío a toda la humanidad con mi misericordia”, (Diario, 1588), le había dicho Jesús. “La humanidad no encontrará la paz hasta que no se vuelva con confianza a mi Divina Misericordia”. (Diario, 300)
Sor Faustina murió de tuberculosis, en 1938, en Cracovia. Sus restos mortales yacen en la capilla del convento bajo la milagrosa imagen de la Divina Misericordia. Celebramos su fiesta el 5 de octubre, día de su fallecimiento.
San Juan Pablo II, también polaco, la beatificó el 18 de abril de 1993 y la canonizó el 30 de abril del año 2000, el Segundo Domingo de Pascua, domingo designado también como la fiesta de la Divina Misericordia. En su homilía expresó:
“Entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, Cristo le confió su mensaje de misericordia. Quienes recuerdan, quienes fueron testigos y participaron en los hechos de aquellos años y en los horribles sufrimientos que produjeron a millones de hombres, saben bien cuán necesario era el mensaje de la misericordia. ¿Qué nos depararán los próximos años? ¿Cómo será el futuro del hombre en la tierra? No podemos saberlo. Sin embargo, es cierto que, además de los nuevos progresos, no faltarán, por desgracia, experiencias dolorosas. Pero la luz de la misericordia divina, que el Señor quiso volver a entregar al mundo mediante el carisma de sor Faustina, iluminará el camino de los hombres del tercer milenio”.
Nuestro Santo Padre Francisco ha declarado este año el Año de la Misericordia. Confiados, recitemos, en el mundo de incertidumbre que vivimos hoy: “Jesús, en Ti confío”, mientras practicamos y difundimos la devoción de la Coronilla de la Divina Misericordia.