La escuela primaria a la que asistí en mi ciudad de Chone, Ecuador, se llama Santa Marianita del Niño Jesús. Y es que en honor de esta santa se han creado bajo su nombre institutos de formación, fundaciones sociales, escuelas y colegios, y una orden religiosa femenina llamada “Hermanas de Santa Mariana de Jesús”, comúnmente llamadas Marianitas. Esta congregación, que existe en otros países de Latinoamérica, fue fundada en 1873 por una seguidora suya, la beata ecuatoriana Mercedes de Jesús Molina
En medio de la pandemia del coronavirus, el covid 19, la historia de Mariana de Jesús Paredes y Flores resuena en nuestro tiempo. Por voluntad propia vivió el aislamiento en su propia casa. Experimentó miedo y sufrimiento ante terremotos seguidos de epidemias que azotaron Quito en 1645. Un sacerdote Jesuita, en un sermón, ofreció su vida para que se acabaran los terremotos. Pero Mariana exclamó: “No, Señor, la vida de este sacerdote es necesaria para salvar muchas almas; en cambio yo no soy necesaria, te ofrezco mi vida para que cesen estos males”. Los terremotos y plagas se aplacaron. Mariana empezó a sentirse muy enferma, y murió el 26 de mayo de 1645. El Congreso del Ecuador, en 1946 reconoció su entrega y le dio el título de “Heroína de la Patria”.
Nacida en Quito, el 31 de octubre de 1618, sus padres fueron el capitán español Jerónimo de Paredes y Flores y Mariana Jaramillo. Se quedó huérfana siendo muy niña. Jerónima, una hermana mayor, y su esposo, se encargaron de su educación. Desde pequeña manifestó su vocación. Invitaba a sus sobrinas, casi de su misma edad, a rezar el rosario y a hacer el viacrucis. Aprendió el catecismo a los ocho años y fue admitida para hacer la Primera Comunión -una excepción en aquella época-
Con ayuda de su cuñado trató dos veces de entrar a la vida religiosa, pero debido a circunstancias imprevistas no le fue posible. Se dio cuenta entonces que Dios la quería santificar quedándose en el mundo. Hizo voto de virginidad perpetua y consagró su vida a Cristo en la Tercera Orden de San Francisco el 6 de noviembre de 1639. Se le construyó en el solar de la casa de su hermana una habitación separada, hoy el actual Monasterio de El Carmen Alto. Allí distribuía su día entre la oración, la meditación, la lectura de libros religiosos, tocaba la guitarra, cantaba, cosía y bordaba. Sólo salía cada mañana a la Santa Misa o cuando alguna persona necesitaba su ayuda.
Murió el viernes 26 de mayo de 1645, a la temprana edad de 26 años. A su entierro acudieron ricos y pobres. Por los continuos milagros que hizo después de su muerte, el Papa Pío IX la declaró beata el 20 de noviembre de 1853 y al Papa Pío XII la llevó a los altares el 4 de junio de 1950. Se la conoce como “La Azucena de Quito” porque de la sangre que le sacaron para análisis durante su enfermedad, la persona que la cuidaba echó un poco de esta al huerto. De allí brotó una azucena. Con esa flor es pintada en los cuadros.
Su festividad se conmemora el 26 de Mayo. ¡Santa Mariana de Jesús, intercede por nosotros!