Santo del mes

Santas Perpetua y Felícita

Las Actas de Martirio (D. Ruiz Bueno, 419-440, BAC), narran la detención y muerte de dos mujeres jóvenes, madre la una y embarazada la otra. “Fueron detenidos los adolescentes catecúmenos, Revocato y Felícita, ésta compañera suya de servidumbre, Saturnino y Secúndulo, y entre ellos también Vibia Perpetua, de noble nacimiento, instruida en las artes liberales, legítimamente casada, que tenía padre, madre y dos hermanos, uno de éstos catecúmeno como ella, y un niño pequeñito al que alimentaba ella misma. Contaba unos veintidós años”. Perpetua, de Cartago, África, se había convertido al cristianismo a través de un diácono, llamado Sáturo. Con ella se convirtieron también sus esclavos, entre ellos Felícita, que dio a luz en la prisión, y cuyo bebé fue entregado a otros cristianos para que lo criaran.

La orden de apresarlos había sido dada por el emperador Severo con la sentencia de que debían morir quienes no adorasen a sus dioses. Una vez en la cárcel, la misma Perpetua escribió en su diario:

“Nos echaron a la cárcel y yo quedé consternada porque nunca había estado en un sitio tan oscuro. El calor era insoportable y estábamos demasiadas personas en un subterráneo muy estrecho. Me parecía morir de calor y de asfixia y sufría por no poder tener junto a mí al niño que era de tan pocos meses y que me necesitaba mucho. Yo lo que más le pedía a Dios era que nos concediera un gran valor para ser capaces de sufrir y luchar por nuestra santa religión”.

Su padre, cuenta Perpetua en su diario, “fue el único de mi familia que no se alegraba porque nosotros íbamos a ser mártires por Cristo”. Él le rogó a su hija que volviera a la religión pagana para salvar su vida. Perpetua le respondió con una pregunta: “Padre, ¿cómo se llama esa vasija que está ahí en frente? ” “Una bandeja”, respondió él. “Pues bien, a esa vasija hay que llamarla bandeja, y no taza ni cuchara, porque es una bandeja. Y yo que soy cristiana, no me puedo llamar pagana, ni de ninguna otra religión, porque soy cristiana y lo quiero ser para siempre”.

El 7 de marzo del año 203 las acompañaron en su martirio los esclavos que fueron apresados junto a ellas. Sáturo, el diácono catequista que las había instruido en la religión y las había preparado para el bautismo, se presentó voluntariamente.

Afirma san Agustín que la historia de este martirio, muy popular en los siglos IV y V, se leía frecuentemente en las iglesias y reuniones, y era de gran provecho para los creyentes. Se las veneró entonces y se las sigue venerando tanto en nuestra Iglesia como la Ortodoxa, las iglesias orientales y la Episcopal. Son patronas de las madres y mujeres embarazadas. Han inspirado dos novelas históricas recientes: Perpetua: Una novia, una mártir, una pasión escrita, de Amy Peterson, y La escalera de bronce, de Malcolm Lyon.

¿Cómo nos inspiran a nosotros?