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Seamos misericordiosos como el Padre

¡Resucitó! ¡Aleluya! ¡Resucitó! Con gran alegría podemos disfrutar del misterio pascual. Después de 40 días en el desierto, nuestro Señor ha combatido el mal y nos ha dado la oportunidad de gozar de la vida eterna junto al Padre. ¡Que dichoso es ser destinatario de la misericordia de Dios Santísimo! ¿No lo crees?

Probablemente ustedes hayan tenido experiencias únicas de misericordia en estos últimos meses, especialmente durante la culminación de la cuaresma y el inicio de la Pascua. La verdad de nuestra fe se realiza tres días después de la crucifixión, cuando encuentran el sepulcro vacío. Y les pregunto a todos: ahora que el Señor ya no se encuentra en la tumba, ¿qué van hacer para continuar cosechando semillas de misericordia como lo encomienda el Redentor?

Este año en especial, estamos llamados a ser misericordiosos como el Padre. En su Bula de Indicción, Su Santidad nos recuerda que “estamos llamados a vivir de misericordia, porque a nosotros en primer lugar se nos ha aplicado misericordia”. Si Dios ha sido tan generoso en su infinito amor, también tenemos que mirar a nuestros hermanos con los mismos ojos de compasión.

En realidad, a veces mirar al prójimo con ojos transformados es muy difícil. Somos humanos y tenemos faltas. Lo puedo decir con honestidad y por experiencia propia. Es en momentos así que tenemos que confiar en el poder de Dios y pedirle a Él un corazón transformado. Y cuando llegue el momento adecuado, el Señor nos dará la gracia necesaria para continuar y ser testigos de su obra.

De ahora en adelante, y especialmente durante los próximos 50 días de Pascua hasta Pentecostés, deberíamos tratar de hacer frecuentemente obras de misericordia. La intención no es sacar provecho propio sino aliviar el yugo de los otros. Uno nunca se da cuenta de la carga que lleva el vecino.

En su camino al calvario, Jesús cargaba la cruz, el peso de nuestras culpas, la cruz donde entregó su vida para redimir al mundo. Lo maravilloso de esta historia de amor es que sabemos que no termina aquí. De hecho, el reino de Dios ahora está abierto para cada uno de nosotros gracias al amor de Dios. Así que, al seguir viviendo este Jubileo de la Misericordia, recibe la gracia de Dios y sé ejemplo vivo de esta gracia en tu hogar y comunidad. ¡Feliz Pascua!