EN SIETE DÍAS LLEGAREMOS a la semana más sagrada del año, la Semana Santa. Durante este tiempo, como durante toda la Cuaresma, estamos llamados a caminar junto al Señor con el propósito de crecer en nuestra vida espiritual. Hacemos esto por medio del ayuno, la oración y la limosna. La Iglesia propone estas obras de misericordia para buscar, mediante el sacrificio, una conversión verdadera con la guía del Espíritu Santo.
En su mensaje para la Cuaresma, “La Palabra es un don. El otro es un don”, el santo padre Francisco nos dice que este es el “tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo”. En esta última semana de Cuaresma estamos llamados a renovarnos, especialmente cuando acompañamos a Jesús hacia el camino al Calvario.
Para seguir los últimos pasos del Señor, la Iglesia te invita a participar en las actividades organizadas por la diócesis y, específicamente, tu parroquia. Por ejemplo, el lunes 10 de abrilen todas las iglesias del estado de Nueva York el sacramento de reconciliación, más conocido como la confesión, se ofrecerá desde las 3 de la tarde hasta las 9 de la noche. Los fieles están invitados a ser parte del Lunes de Reconciliación para experimentar la gracia y perdón del Señor.
También están invitados a participar en los servicios del Triduo Pascual: el Jueves, el Viernes y el Sábado Santo. Estos tres días revelan el misterio pascual de Cristo. El Triduo Pascual culmina la Cuaresma y nos lleva a celebrar la Misa de la Resurrección del Señor: Vigilia de Pascua. En la celebración de la Vigilia de Pascua somos parte del jubileo de la Pascua y Cristo resucitado nos hace partícipes de la paz, amor y esperanza que Él ofrece al mundo.
El año pasado, en su mensaje para Pascua, el Papa nos recordó que el mensaje de Cristo resucitado es un “anuncio de vida para toda la humanidad que reverbera a través de los siglos, nos invita a no olvidar a los hombres y las mujeres en camino para buscar un futuro mejor”.
Habló de los que sufren en Siria y otras áreas del Mediterráneo y el Medio Oriente; los israelitas y palestinos en Tierra Santa; los que sufren a causa de la guerra en Ucrania; las víctimas del terrorismo; los que claman por la paz en África; la justicia en Venezuela; los migrantes y refugiados del mundo y aquellos hermanos perseguidos por “su fe y fidelidad en el nombre de Cristo”.
También tuvo una palabra para las sociedades que han perdido la esperanza y júbilo de la vida; para los ancianos y los jóvenes. El deseo del Papa es enfocar la atención en el mensaje de Jesús resucitado: “Mira, hago nuevas todas las cosas… al que tenga sed, yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente”.
Recordar las palabras del Señor, “Yo le daré de la fuente del agua de la vida”, es reconocer que el Misterio Pascual se ofrece a toda la humanidad. Por eso, la jornada de la Cuaresma hasta la celebración de la Pascua es
tan importante en la vida de un cristiano.
Estamos llamados a vivir este mensaje de Pascua y ser testigos de esta gran bendición que hemos recibido por medio de Cristo resucitado. Tenemos que ver al Señor en nuestros vecinos y en los desconocidos. Cuanto más unidos estemos al corazón del Salvador, a su Palabra y sus enseñanzas, mejor podremos cumplir sus mandamientos.
Hay que recordar que también somos instrumentos del Maestro. Él nos usa para su gloria, para aliviar las cargas de los demás. A veces es visitando un enfermo, escuchando al anciano, acompañando a alguien que está solo u ofreciendo una simple sonrisa. La cuestión sigue siendo nuestro camino de Cuaresma que nos prepara para Pascua, en la cual siempre debe ser parte de nuestro vivir.