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Servicio a la persona y amistad social, dos desafíos para la Iglesia y el pueblo cubano después de la visita del papa Francisco

Dagoberto Valdés Hernández es un ingeniero agrónomo y laico católico. Vive y trabaja en Cuba. Fundó y dirigió el Centro de Estudios de la Diócesis de Pinar del Río y la revista Vitral. Actualmente es director del Centro de Estudios y de la revista independiente Convivencia (www.convivenciacuba.es).
Dagoberto Valdés Hernández es un ingeniero agrónomo y laico católico. Vive y trabaja en Cuba. Fundó y dirigió el Centro de Estudios de la Diócesis de Pinar del Río y la revista Vitral. Actualmente es director del Centro de Estudios y de la revista independiente Convivencia (www.convivenciacuba.es).

Al ver elevarse la aeronave que llevaba al papa Francisco de Cuba a Estados Unidos, he pensado que este mismo periplo habla a todos de una nueva etapa entre estos dos pueblos vecinos y tan largamente enemistados y al mismo tiempo unidos por tantas familias cubanas que viven en la diáspora. El Pontífice recorre el puente que él mismo ha ayudado a construir.

En la isla comenzamos a hacer el balance, aún sin recuperarnos del asombro y la alegría, la complicidad y la confianza que ha despertado un papa cercano, directo, profundo y sencillo, admirable mezcla que nos ha dejado en vilo entre la paz y el desafío.

En efecto, hay dos palabras que han sido las más repetidas por el Papa en Cuba: servicio y misericordia. Hay dos propuestas que retan la creatividad y la audacia de los cubanos: la cultura del encuentro y la amistad social.

Nada más pisar tierra cubana, usando una fuerte frase de José Martí, apóstol de la independencia cubana, el Santo Padre nos propuso, refiriéndose al restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE.UU., pero que sirve como un reto más profundo y desafiante para el restablecimiento de las relaciones democráticas al interior de la isla: “… es un signo de la victoria de la cultura del encuentro, del diálogo, del sistema del acrecentamiento universal… por sobre el sistema, muerto para siempre, de la dinastía y de grupos”.

En la mañana del domingo en La Habana, en la misa celebrada en la plaza más icónica de Cuba, el sucesor de Pedro dedicó su homilía a presentar el “servir a los demás” que se contrapone al “servirse de los demás”. Fue un anuncio profético y sereno de la manipulación de las personas, de la ideologización del servicio público, de la exclusión y de los falsos humanismos que “no viven para servir” y, por lo tanto, “no sirven para vivir”. En un país en que un grupo político ha secuestrado “lo nuestro”, el papa Francisco ha predicado en plena Plaza Cívica José Martí, llamada “de la Revolución”:

“Hay una forma de servicio que tiene como interés beneficiar a los míos, en nombre de lo nuestro. Ese servicio siempre deja a los tuyos por fuera, generando una dinámica de exclusión”.

Esa tarde, luego del conmovedor testimonio de una hija de la Caridad, el Papa exhortó a los sacerdotes y religiosas en la Catedral de La Habana a tener siempre en cuenta la dura frase de San Ambrosio: “Donde hay misericordia, allí está el Espíritu de Jesús, donde hay rigidez, están solo sus ministros”.

En el cielo cubano, después de meses de intensa sequía, comenzó a llover. Frente al antiguo Seminario de San Carlos y San Ambrosio, cuna de la nación cubana y cátedra de su fundador el venerable padre Félix Varela, el Papa encontró a cientos de jóvenes cubanos a los que invitó a sonar, a caminar acompañados, a establecer canales de diálogo entre las diferentes formas de pensar y de vivir para construir, entre todos, la amistad social, porque la enemistad, la división, matan el alma de los pueblos. Para ello, dijo, hay que evitar los “conventillos” ideológicos y religiosos.

Holguín y Santiago de Cuba, al oriente del país, llenaron al Papa de su proverbial hospitalidad y colorido caribeño. En la misa de la festividad de Mateo, apóstol, en Holguín, el Sumo Pontífice habló de la necesidad de dejar atrás “preconceptos y resistencias al cambio”.

Al caer de la tarde, y con una anhelada lluvia para nuestros campos y sembradíos, el papa Bergoglio se reunió con el episcopado cubano. Luego, con paso lento y recogimiento profundo, peregrinó a los pies de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, en su santuario nacional. Allí encendió un cirio y regaló a la madre de Dios sus plegarias y un bello ramo de flores blancas y amarillas. Dejó así a los pies de la virgen morena las semillas esparcidas en Cuba y los desafíos que el Evangelio ha dejado en la bella isla del Caribe que, entre sequías y huracanes, diferencias y encuentros, abre, como llave de las Américas, una nueva etapa en su historia que, por ahora, solo es visible en sus verdaderos cimientos hechos de humanismo de inspiración cristiana, cultura del encuentro y amistad social.