Familia del padre Jorge aún no tiene su cuerpo

(Entrevista con las hermanas del padre Jorge Ortiz-Garay)

“Si no fuera por nuestra fe, no sé cómo podríamos haber sobrevivido las últimas semanas”, dijo Socorro Ortiz-Garay desde México durante una entrevista a The Tablet.

Es la hermana mayor del padre Jorge Ortiz-Garay, párroco de la iglesia de Santa Brígida, en Brooklyn, quien murió el pasado 27 de marzo por complicaciones a causa del COVID-19. Tenía 49 años y se convirtió en el primer sacerdote en los Estados Unidos en morir como resultado de la pandemia del nuevo coronavirus.

Cuando falleció, la familia organizó dos misas, una el día después de su muerte y otra el martes, ambas se transmitieron en vivo por Facebook. Socorro dice que muchos feligreses de Santa Brígida y de otras parroquias por las que había pasado su hermano se conectaron para ver la celebración. Sus mensajes de apoyo a la familia se mezclaron con su consternación por la muerte del padre Jorge.

Mientras en México, la familia estaba tratando de hacer frente a las devastadoras noticias.

“Nos quedamos todos juntos en casa durante esos días”, dijo Irais, la hermana menor, durante la misma entrevista, “y rezábamos el rosario en familia”.

“Además de la pérdida de mi hermano, no tener aun su cuerpo nos tiene peor”, añadió. “No hemos podido sepultarlo”.

Desde el día de su muerte, la familia ha hecho esfuerzos incesantes para trasladar el cuerpo del padre Jorge a su país natal, para darle sepultura en la bóveda familiar en la Ciudad de México. Pero han tropezado con numerosos obstáculos. Las nuevas regulaciones establecidas para contener la pandemia, sumadas a las barreras burocráticas habituales, han dejado a la familia esperando los restos de sus seres queridos durante casi un mes.

“Cuánto tiempo ha pasado y aun no tenemos el cuerpo de mi hermano aquí, eso nos tiene peor,” confiesa Irais. “Esta ha sido la peor parte para la familia; no tener aun su cuerpo, no poder sepultarlo. Ha sido una situación bastante difícil y triste para todos nosotros”.

La última llamada

“El día antes de su muerte”, recuerda Socorro, “el jueves en la noche, pudimos hacer una video llamada con él. Estaba toda la familia reunida: sus hermanos, mis papás y sus sobrinos. Ya le estaba costando mucho respirar y fue la última vez que pudimos hablar con él”.

Según relatan sus hermanas, al padre Jorge le costaba tanto trabajo respirar que no podía hablar por mucho tiempo. En un momento durante la llamada, su madre dijo: “No quiero ver a mi hijo así”.

Fue muy difícil para todos verlo sufrir y no poder acompañarlo en el hospital, confiesan sus hermanas. Pero al menos pudieron estar reunidos en la casa de sus padres, para hablar con él, en familia, por última vez.

“Al otro día lo pusieron en el respirador. Ya no tuvimos más comunicación”, agregó Socorro.

“Las últimas palabras de mi hermano fueron: ‘Los quiero’, ‘Los quiero a todos’ ”, recuerda su hermana Irais. Al día siguiente, el viernes que murió, ya no podía hablar.

Hermano amoroso y sacerdote santo

Cuando hablan de su hermano, ambas comentaron cómo él siempre pudo ser sacerdote y hermano al mismo tiempo.

“Era un hermano amoroso. Cuando te tenía que regañar, te regañaba”, confiesa Irais, “pero después venía el apapacho, el decir ‘te quiero’, te regaño porque eres mi hermano, mi hermana, y me importas”, añade. “Era el sacerdote, pero ante todo era nuestro hermano”.

En sus visitas a México, el padre Jorge siempre tenía una agenda ocupada, pero todas las veces supo dedicarle tiempo a la familia, en especial, a sus sobrinos.

“Les tenía un amor entrañable a sus sobrinos”, dice Irais. “Siempre que venía a México dedicaba tiempo a hablar con ellos. Nunca lo oímos decir, ‘no tengo tiempo para mis padres, mis hermanos y sus hijos. Venía a estar con nosotros, siempre dispuesto a escucharnos y ayudarnos. Compartir con su familia era siempre su prioridad”.

“Tenía una conexión especial con su sobrina menor, la hija de Irais. La pequeña de cuatro años siempre pedía ponerse al teléfono cada vez que él llamaba para decirle: “Te quiero, tío Jorge”.

“Eso es lo más difícil”, reconoce Irais, “porque los mayores sufrimos, pero entendemos lo que sucede. Su muerte ha sido difícil para todos, pero aun más para mi hija”.

“Nos ha sostenido la fe”

“De vez en cuando tenemos momentos de crisis”, dice Socorro. “Somos humanos y nos duele la separación. Pero tenemos la esperanza de que lo vamos a ver algún día. Y hay que hacer obras buenas para poder llegar a reunirnos con él”.

“Han sido tiempos muy difíciles”, añade Socorro, “pero nos ha sostenido la fe, la fe que mi madre siempre nos ha inculcado desde niños”.

Su hermana Irais está de acuerdo. “Lo que más duele es la separación física, pues al final estamos convencidos de que Dios es grande y ahora Jorge está con Él, cara a cara con Él. Pero humanamente es muy duro”.

Es su fe, según Socorro, lo que les permite aceptar la muerte de su hermano y lidiar con el dolor y la devastación por la que está pasando toda la familia.

“Mis papás están muy mal los dos, pero nosotros tenemos que ser fuertes por ellos”, dice. “Dios nos puso una prueba y sólo Él sabe por qué hemos tenido que pasar por esto. Pero ese era su momento y así lo quiso Dios”.

Para la familia, ha sido un consuelo toda la cobertura que se le ha dado a la muerte de su hermano en los periódicos y los noticieros de televisión. Ellos sabían que era un sacerdote santo, pero ahora están seguros de cuántas personas llegaron a amarlo y admirarlo.

“Es como nos dijo una miembro del Camino Neocatecumenal”, dice Socorro: “El padre Jorge era grande y se va como un grande”.

“Al que huye del hambre y de la guerra hay que abrazarlo”

BROOKLYN—. El cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, visitó la ciudad de Nueva York atendiendo a la invitación de Mario Paredes, Enlace Presidencial al Ministerio Católico de la Sociedad Bíblica Americana, para asistir como orador a la Cumbre Bíblica de este año, que se reunió bajo el lema ¡Viva el Evangelio de la Alegría!

El encuentro tuvo lugar el pasado sábado 16 de junio, organizado por la Oficina de Catequesis de la Arquidiócesis de Nueva York, el Departamento de Formación de Fe Juvenil y la Sociedad Bíblica Americana.

Tras la cumbre, Mons. Octavio Cisneros, Obispo Auxiliar de Brooklyn y Vicario de Asuntos Hispanos de la diócesis, invitó al Cardenal Omella a celebrar la misa hispana dominical del 17 de junio en la parroquia Sagrado Niño Jesús, de Richmond Hill (Queens), de la cual él es su pastor.

El cardenal Juan José Omella, Arzobispo de Barcelona, y Mons. Octavio Cisneros, Obispo Auxiliar de Brooklyn, seguidos por el diácono Jorge Castillo. (Foto: Marietha Góngora/ Nuestra Voz)

El Arzobispo Omella fue el celebrante principal y Mons. Cisneros concelebró la liturgia que coincidió con el Día del Padre. El padre Osmín Vargas, vicario parroquial, acompañó a los prelados en el altar mientras que el diácono Raúl Elías asistió con la eucaristía y el diácono Jorge Castillo sirvió como maestro de ceremonias.

En su homilía Mons. Omella destacó la necesidad de ser humildes, de escuchar y actuar frente a ese llamado que Dios nos hace a la santidad y el apostolado desde que recibimos el Sacramento del Bautismo.

El Cardenal citó la Carta Apostólica del Papa Francisco, Gaudete et exsultate, al profundizar sobre el llamado a la santidad. “Ser santo es vivir las bienaventuranzas y ¿qué es una bienaventuranza? ‘Bienaventurados los pobres porque de ellos es el Reino de los Cielos’. El pobre es el que no tiene nada de qué enorgullecerse y lo pone y lo espera todo del Señor. Eso es humildad”, dijo concluyendo su reflexión y hablando de las bienaventuranzas de los misericordiosos, los limpios de corazón y de aquellos que trabajan por la paz y el perdón.

El Cardenal Omella finalizó su homilía afirmando que “no se puede ser apóstol sin orar, sin participar de los sacramentos, sin venir a misa. Esa semilla no dará fruto si no la ponemos bajo el sol, ese sol que es el amor y la Gracia de Dios”.

Al concluir la Santa Misa, y luego de la bendición final, Monseñor Octavio Cisneros bendijo especialmente a los padres en su día, y no solo a los padres de familia sino a los abuelos, tíos, hermanos y todo aquel que cumple y ha aceptado este rol de la paternidad desde el amor.

Homilía de su Eminencia Cardenal Juan José Omella, Arzobispo de Barcelona en Holy Child en Richmond Hill

Posted by Nuestra Voz on Sunday, June 17, 2018

Nuestra Voz aprovechó la visita del Cardenal Juan José Omella para conocer su posición frente al reciente cambio de gobierno de España tras una moción de censura a Mariano Rajoy y del sentir de la iglesia frente a la iniciativa independentista de Cataluña.

“Es un tema complejo. Como iglesia y como Arzobispo lo que quiero es la unión, la concordia, el trabajar por el bien común, que nos respetemos y que no violentemos nada. Vayamos haciendo el camino juntos pero desde la comprensión y no desde la confrontación. Esta es mi posición y también la de los hermanos obispos de toda Cataluña. Ojalá podamos avanzar por ese camino”, dijo el prelado en referencia a la campaña de independencia de Cataluña de España.

Entrevista con el cardenal Mons. Juan José Omella y Omella, arzobispo de Barcelona

Nuestra Voz conversó con el cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, sobre la situación política en Cataluña, el cambio de gobierno en España y la crisis mundial de la inmigración para entender estos complejos temas de actualidad a la luz del evangelio. "Al que huye del hambre y la guerra hay que abrazarlo", nos dice.

Posted by Nuestra Voz on Monday, June 18, 2018

La máxima autoridad eclesiástica de Barcelona se refirió también a la moción de censura por la cual Pedro Sánchez, del Partido Socialista Español (PSOE), asumió la presidencia de España. “Esto es un juego, en el buen sentido de la palabra, un juego político que está permitido por la constitución. Se puede hacer una moción de censura siempre y cuando tengas los votos necesarios, y eso es lo que han hecho”.

“¿Qué nos traerá?”, se pregunta el prelado. “Bueno, eso lo iremos viendo. Los primeros pasos que está dando el nuevo gobierno dan la sensación de que quieren concordia, paz, avanzar en un diálogo por el bien común. Un detalle por ejemplo es el de la acogida de Aquarius, un buque con 629 inmigrantes que llegaron por el Mediterráneo y que ningún país los quería acoger. Es un signo bonito por parte del gobierno español y de la iglesia en España. Ojalá avancemos siempre en ese camino de la concordia, de bienestar y de paz”, puntualizó el Cardenal.

“Apoyo la inmigración con un sentido de solidaridad y regulada, porque cada país tiene que saber la cantidad de inmigrantes que entran, pero al que huye del hambre y de la guerra hay que abrazarlo”, dijo el cardenal Omella. (Foto: Marietha Góngora/ Nuestra Voz)

Durante la conversación con el Arzobispo de Barcelona también se abordó el tema de la inmigración, un tema en crisis tanto en Estados Unidos como en España. “El Papa Francisco nos ha dado claves muy buenas desde el Evangelio y nos dice que la tierra es de todos, no de unos poquitos, con lo cual todos tenemos derecho de ir de un sitio para otro”, dijo Mons. Omella.

El purpurado español habló no solo de la necesidad de solidaridad sino de inversión por parte de las naciones del primer mundo en los países pobres y en guerra “para que no tengan que huir o para que vengan los que quieran, pero no por necesidad […] Apoyo la inmigración con un sentido de solidaridad y regulada, porque cada país tiene que saber la cantidad de inmigrantes que entran, pero al que huye del hambre y de la guerra hay que abrazarlo”.

Así transcurrieron los talleres del Misal Romano en español en Brooklyn

BROOKLYN—. La Vicaría de Asuntos Hispanos de la Diócesis de Brooklyn adelantó dos jornadas de talleres sobre el primer Misal Romano en español para Estados Unidos, bajo la dirección de Mons. Octavio Cisneros, Obispo Auxiliar, quien tuvo una importante participación en varias de las intervenciones.

Diáconos y sacerdotes diocesanos participaron de la sesión del 31 de mayo en el Centro de la Inmaculada Concepción en Douglaston, mientras unos 350 laicos, entre líderes parroquiales y miembros de los ministerios de música y coros de las diferentes parroquias, asistieron al taller que tuvo lugar el 1º de junio en la iglesia San Nicolás de Tolentino, en Jamaica (Queens).

Más de 300 laicos y voluntarios de diferentes ministerios parroquiales asistieron al taller del Misal Romano en Español. (Foto: Cortesía Vicaría de Asuntos Hispanos de la Diócesis de Brooklyn)

Uno de los conferencistas invitados a los talleres fue el padre Juan Sosa, presidente del Instituto Nacional Hispano de Liturgia, Consejero del Comité de Culto Divino de la USCCB y párroco de la iglesia San José, en Miami (Florida).

Nuestra Voz conversó con el padre Sosa, quien es además un reconocido compositor musical de repertorios litúrgicos, quien nos habló sobre los avances del Misal Romano en español.

Mons. Octavio Cisneros, Obispo Auxiliar de Brooklyn; María Pérez-Rudisill, directora del ministerio musical de la parroquia San Mateo; padre Juan Sosa, Presidente del Instituto Nacional Hispano de Liturgia y diácono José E. López, diácono transitorio parroquia La Asunción, en Lauderdale by The Sea, Florida. (Foto: Marietha Góngora/ Nuestra Voz)

Nuestra Voz: ¿Será usado solamente en las iglesias de los Estados Unidos?

Padre Juan Sosa: El uso del Misal es para Estados Unidos. Se empezó a usar desde la solemnidad de Pentecostés en mayo, pero será mandatorio para todas las parroquias a partir del Primer Domingo de Adviento de este año.

NV: ¿Cómo comenzó este procesos y por iniciativa de quiénes?

PJS: El Misal Romano en español responde a la necesidad propuesta por la Comisión del Culto Divino de los Obispos Católicos de los Estados Unidos hace más de treinta años, en vista de que a través de la nación las parroquias utilizaban Misales aprobados e impresos en muchos países de habla castellana: España, México, Colombia, Argentina y demás. Ante la iniciativa de los Obispos se creó un Subcomité de Liturgia para los Hispanos que se ha encargado de revisar y proponer nuevos textos en español para el uso de las comunidades hispanas del país.

NV: ¿Cómo transcurren los talleres del Misal Romano en Español y quiénes asisten?

PJS: Las sesiones o talleres son para el clero y para los laicos que ejercen algún ministerio litúrgico en la comunidad. Sirven para refrescar las normas que la Instrucción General del Misal Romano propone y que aparecen impresas en las primeras páginas, pero que muchos no leen. De hecho, estas sesiones son como una catequesis para refrescar los elementos de la reforma litúrgica que el Misal de Pablo VI expuso en su primera y segunda edición. Esta es la tercera edición y es el Misal de Juan Pablo II. Los laicos de Brooklyn estuvieron muy interesados, no solo en el Misal, sino en la eclesiología que el Misal expone: una iglesia local diversa y a la vez unida en la misma tradición. El Apéndice de las fiestas patronales de cada país de Latinoamérica también llamó mucho la atención.

Vista parcial del auditorio. (Foto: Cortesía Vicaría de Asuntos Hispanos de la Diócesis de Brooklyn)

NV:¿Existe algún cambio significativo entre las versiones del misal en inglés y el de español?

PJS: En la forma de impresión el Misal en inglés y en español parecen iguales, pero no en su contenido. El Misal en español, que sigue el Ordo Missae aprobado en 1986 para todos los países de habla Hispana y en los EE.UU. en 1989, tiene muchas opciones que se imprimieron en los Apéndices. También contiene nuevos Prefacios y Misas de Santos que han sido aprobadas desde que el Misal en inglés se publicó, al igual que la Bendición de los Óleos y el Crisma que no aparece en el Misal en inglés.

Un “cura pueblerino” pastorea la “Ciudad Luz”

París—. Cuando se anunció que Mons. Michel Aupetit sería el nuevo arzobispo de París en diciembre pasado, la reacción generalizada de muchos comentaristas católicos fue: “¿Quién?”

A pesar de servir previamente como obispo auxiliar de París y luego haber sido nombrado en 2014, por el papa Francisco, obispo de Nanterre, una diócesis de los Altos del Sena, en los suburbios de París, su nombre rara vez entró en las quinielas como posible sucesor del cardenal André Vingt-Trois, quien administró la ciudad durante más de una década.

Pero si su nombramiento tomó por sorpresa a la elite católica parisina también fue una noticia inesperada para el mismo Mons. Aupetit.

En una entrevista en mayo para el sitio de noticias católico Crux —la primera para un medio noticioso en lengua inglesa desde su instalación en enero de este año—, recordaba como después de colgar la llamada —por la cara que tenía—, le habían preguntado si alguien de su familia había muerto.

En 2015 Mons. Aupetit expresó su satisfacción con su diócesis de Nanterre cuando le dijo a un semanario parisino que estaba contento de ser un simple “cura pueblerino”.

Sin embargo, menos de seis meses después de haber asumido su nuevo rol, en el que tiene bajo su responsabilidad más de 100 parroquias en el centro de un país que es conocido como “la hija mayor de la Iglesia”, está consciente de las responsabilidades y desafíos que ahora carga sobre sus hombros.

Al reflexionar sobre su promoción usa una metáfora militar, comparándola con las tropas que se alistan para la batalla. “En Nanterre estaba en la retaguardia”, dice Mons. Aupetit. “Ahora he sido llamado al frente de combate”.

En el frente de batalla

A la sombra del Palacio Nacional de Los Inválidos —el complejo militar del siglo XVII construido como hospital y casa de retiro para los veteranos, y ahora convertido en museo militar y mausoleo de Napoleón Bonaparte— está la residencia del arzobispo de París.

Aunque históricamente el arzobispo residía en la gran Catedral de Nuestra Señora de París (Notre Dame), hace poco más de un siglo una acaudalada viuda dejó en herencia su residencia —hôtel particulier— a la arquidiócesis, con dos cláusulas de condición.

La primera pedía que a cambio de su propiedad la Iglesia rezaría por el alma de su difundo esposo, al que ella no consideraba tan devoto. En segundo lugar, quería que la casa sirviera como residencia permanente para el arzobispo de la ciudad.

Aquí vive Mons. Aupetit, y aquí concede audiencias, aunque un poco a regañadientes.

“No será Central Park” —dice mostrándole a este periodista neoyorquino su jardín—, “pero es mi Central Park”.

Aunque algunos arzobispos a lo largo de un siglo han considerado cambiar de residencia, como el difunto cardenal Jean-Marie Lustiger, quien presidió sobre la Ciudad de las Luces cerca de un cuarto de siglo, que en algún momento de su episcopado pensó regresar a la residencia histórica en Notre Dame, donde hay mayor actividad pastoral, pero decidió permanecer luego de que le recordaran que si lo hacía la arquidiócesis podría perder la propiedad.

Una patrulla custodia la Catedral de Notre Dame durante una misa de recordación, el 15 de noviembre de 2015, tras el atentado terrorista del 13 de noviembre, en el que fueron asesinados 129 personas. (CNS/Paul Haring)

Al igual que Mons. Lustiger, quien es recordado con cariño por su carisma y magnetismo, Mons. Aupetit está ansioso por estar de lleno en la acción.

“Estoy pensando cómo reduzco el tiempo de las reuniones para poder trabajar más tiempo afuera”, me confiesa —bromeando que incluso esta entrevista le está quitando tiempo de hacer aquello que quiere priorizar, que es estar con la gente.

“No estoy aquí para imponer ninguna idea, sino para recibir ideas de la gente y trabajar con ellos”, añade.

Ese don de gente es, de hecho, central en la carrera de Aupetit, que comenzó no con el sacerdocio, sino con un doctorado en medicina en 1978. Desempeñándose como médico por casi dos décadas, y luego especializándose en bioética, antes de ser finalmente ordenado sacerdote católico en 1995.

Veinte años después, la ciudad donde fue ordenado como sacerdote es radicalmente diferente a aquella en la que comenzó por primera vez su ministerio.

En los últimos años, París —una ciudad no solo famosa por su belleza, sino también por su vigor— ha sido sacudida, y según algunos debilitada, por una serie de ataques terroristas de gran magnitud. Han crecido las tensiones entre los ciudadanos franceses y los inmigrantes, en su mayoría musulmanes, lo cual junto a los problemas económicos ha alimentado las oleadas nacionalistas que se han extendido por toda Europa.

La iglesia, por su parte, a pesar de las prometedoras señales de renovación, como el sostenido crecimiento de asistencia a las misas después de los ataques terroristas, ha tenido dificultades para responder a estos conflictos.

También, en un evento reciente y casi sin precedentes, el presidente francés Emmanuel Macron aceptó una invitación de los obispos católicos franceses para participar en una de sus conferencias en abril, y así les extendió a su vez una invitación a la Iglesia para canalizar sus preocupaciones, aún cuando eso no signifique si siempre obtendrá el resultado que desea.

Por su parte, Mons. Aupetit está pensando aceptar esa invitación de diálogo.

Viejas preguntas, discusiones modernas

Aunque solo se ha encontrado con Macron en dos ocasiones, las recuerda como cordiales, y cree que el presidente francés tiene la “visión correcta” de laïcité, un término francés que describe la separación entre la religión y los asuntos del estado.

Mientras algunos han usado el término con connotaciones negativas, otros como Mons. Aupetit creen que, si se entiende bien, la laïcité admite el valor que el magisterio de la Iglesia puede aportar a la vida pública, al tiempo que reconoce la necesidad de que sean dos esferas separadas.

Por ejemplo: una de las ocasiones en las que Mons. Aupetit se reunió con el presidente Macron fue durante una cena en el Palacio del Elíseo, la residencia oficial del Presidente de Francia, para debatir el tema del fin de la vida, especialmente a través de la eutanasia o muerte asistida.

Uno de las tormentas primordiales que se les avecinan a la Conferencia de Obispos Católicos del país y a los legisladores franceses en estos momentos es una ley de bioética que considera este tema, así como el derecho de permitir la fertilización in vitro a las mujeres solteras y las parejas de lesbianas —algo que fue parte de los temas de campaña de Macron durante su candidatura de 2017—, así como el asunto de la paternidad surrogada.

Por su parte, Mons. Aupetit cree que va a ser difícil detener los esfuerzos por permitir la fertilización in vitro, pero piensa que el gobierno “no avanzará” con los esfuerzos para legalizar la eutanasia o la subrogación —un asunto sobre el que Macron ha expresado su oposición—, aunque teme que este nuevo proyecto de ley será un “primer paso” para su eventual legalización.

En este punto el cree prudente sentarse a responder algunas preguntas fundamentales antes de discutir los detalles legales.

“Es verdaderamente esencial responderse: ¿qué tipo de estatus le damos al niño? ¿Cómo lo miramos? ¿Es un regalo o un derecho? ¿Es un objeto o un sujeto?”, pregunta Mons. Aupetit.

Mientras que algunos pueden considerar a Mons. Aupetit como un tradicionalistas en cuestiones de bioética —entre sus libros previos uno es sobre el embrión y el otro sobre la anticoncepción—, él está ansioso por tener una discusión moderna sobre la relevancia de estos asuntos.

Canalizando el mensaje del papa Francisco en Laudato Si , continúa: “Los deseos sin límite de la humanidad ya se han hecho patentes en cómo hemos destruido el planeta, es el mismo problema fundamental”.

Cambiar el sistema

A lo largo de nuestra entrevista, Mons. Aupetit mantiene un tono similar al del hombre que lo nombró para esta posición —a quien él admite no conocer bien, pero con el que comparte el “buen sentido del humor”.

Mons. Aupetit está consciente de las responsabilidades y desafíos que ahora carga sobre sus hombros. (Cortesía Mons. Aupetite/ Twitter)

Al evaluar al papa Francisco, Mons. Aupetit recuerda la historia de su propio abuelo, quien no era católico practicante  “y se encontraba bastante alejado de la Iglesia”, casi pudiera decirse que “contra todo el sistema”, añade, pero que cuando Juan XXIII llegó al papado fue completamente conquistado por él, llegando a decir que “era un Papa maravilloso”.

“Con Francisco sucede igual. Tiene la simpatía de personas que están bastante alejadas de la Iglesia”.

“Es un verdadero pastor, una persona con don de gente”, agrega.

Cuando nos reunimos, Mons. Aupetit había acabado de regresar de una reunión con el papa dos semanas antes, y dice que estaba sorprendido de lo mucho que el Papa sabía de la iglesia francesa. Añadiendo que incluso conversaron largo y tendido sobre la tendencia de los sacerdotes jóvenes de ser demasiado rígidos en su práctica pastoral.

Cuando le pregunto sobre las controversias doctrinales en torno a Amoris Laetitia, la exhortación apostólica del papa Francisco sobre la vida familiar que ofrece una cautelosa apertura a la comunión para católicos divorciados y vueltos a casar, permanece inmutable.

“La gente piensa en términos de ideología y conceptos”, dice Mons. Aupetit. “El Papa, en cambio, está en un nivel diferente. A él le interesa más cómo la iglesia puede está presente cuando los católicos están divorciadas y cómo acompañarlos”.

Hace referencia a una conferencia reciente que tuvo lugar en París, en la que se debatió sobre los Papas más recientes, diciendo que Juan Pablo II  se enfocaba más a menudo en la teología moral, mientras Benedicto XVI lo hacía en las virtudes teologales, y ahora con Francisco, lo principal es la labor  pastoral.

“Si lo miramos como un todo, es completamente coherente”, insiste.

Pasando revista al lustro del papado de Francisco, admite que algunas de las anticipadas y esperadas reformas internas dentro de la Iglesia aún no se han logrado. Pero cree que eso no significa que el cambio no esté ya en marcha.

“El Papa quiere que la Iglesia se mueva rápidamente”, dice. “No estoy seguro de que pueda cambiar la forma en que funciona el sistema, pero sí puede cambiar las mentalidades”.

“Primero, cambiemos la mentalidad, la forma en que pensamos”, resume Mons. Aupetit, “y luego, el sistema evolucionará”.

“Esperanza en la humanidad”

A los 67 años, Aupetit posee la misma energía y el mismo dinamismo que podría encontrarse más comúnmente entre los sacerdotes más jóvenes. Tal vez es su vocación tardía lo que le da la sensación de que su trabajo pastoral acaba de comenzar.

Si bien su agenda de trabajo está abarrotado de reuniones públicas y apariciones públicas necesarias, dice que su prioridad es pasar tiempo conociendo a los sacerdotes de su diócesis.

La mayoría de los prelados parecen ocupar la mayor parte de su tiempo en eventos importantes de la Iglesia o su diócesis, pero eso no es así con Mons. Aupetit, o al menos no todavía.

“¿El Papa Francisco visitará Francia?”, le pregunto. “Probablemente no”, responde sin mostrar ninguna contrariedad, no porque no lo desee, sino porque no lo ve como una prioridad.

¿Participará en el próximo Sínodo de Obispos sobre la juventud en octubre? Todavía estar por verse, dice, pero no le gusta la idea de estar lejos de su diócesis por tanto tiempo.

En otras palabras, aunque reconoce la importancia de tales acontecimientos, tampoco pasa mucho tiempo husmeando en las cosas que suceden fuera de su propio traspatio.

“Creo más en las personas que en los sistemas”, dice.

Mirando hacia el futuro, él sabe que se avecinan las elecciones europeas al final del año y que el país sigue paralizado por el temor al terrorismo —solo unos días antes de nuestro encuentro París ha vivido otro atentado terrorista mortal, esta vez con un cuchillo— y se espera que él sea el pastor de un rebaño diezmado y herido que está tratando de encontrarle sentido a su tragedia.

A pesar de eso, “tengo esperanza en la humanidad”, dice reflexionando sobre el estado actual de las cosas. “En el corazón de la humanidad, la maldad es siempre una opción posible, pero las personas son mucho más generosas de lo que podemos imaginar”.

Cuando pregunto qué es lo que le da esperanzas en el hombre, hace una pausa, y en una entrevista que ha transcurrido principalmente en francés, dice en inglés, como para acentuar más su argumento: “Creo en Dios”, dice con confianza. “Y Dios es quien tiene la última palabra”.

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Esta entrevista fue publicada originalmente en inglés en Crux. Traducida y editada con permiso de su autor. Puede seguir a nuestro Corresponsal Nacional a través de sus redes sociales en @cwwhite212

El padre Sansone, entre la historia y el sacerdocio

El padre Anthony Sansone recibió su ordenación sacerdotal el 21 de junio de 1980 de manos de Mons. Francis Mugavero, entonces obispo de Brooklyn, en la parroquia Santa María Madre de Jesús.

El padre Anthony J. Sansone nació en Brooklyn en febrero de 1950. “Soy parte de la segunda generación de mi familia que nació en Estados Unidos. Mi padre nació en Manhattan y mis abuelos llegaron desde Italia en 1914”.

Proviene de una familia católica; y tiene un hermano gemelo que está casado y vive en Staten Island. “Las personas en las parroquias donde he servido se han convertido en mi segunda familia. He tenido la oportunidad de servir en varias parroquias, pasando un tiempo considerable en cada una de ellas”.

Para el padre Sansone, el sacerdocio no es solo su vocación, para él es una experiencia maravillosa que le ha ayudado mucho a su desarrollo pastoral y espiritual.

“Desde pequeño estudié con las hermanas dominicas en mi parroquia Santa Juana Francisca de Chantal en Borough Park en Brooklyn. Las hermanas eran unas grandes educadoras, nunca olvidé la educación que me dieron. Hablaban de las vocaciones al sacerdocio y la vida religiosa, creo que ellas sembraron la primera semilla de mi vocación”. El joven Anthony estudió la escuela primaria y secundaria en escuelas públicas de Nueva York, al graduarse ingresó a la universidad y consiguió su diploma en Historia.

En ese momento, su vocación comenzó a hacerse evidente. “Creo que fue cuando estaba en la universidad. Estudiaba historia, quería ser profesor, pero este pensamiento vino a mí y nunca me dejó. Traté de hacerlo a un lado porque me veía casado y con una familia, pero mi vocación sacerdotal era algo muy fuerte. A pesar de estar en una universidad secular, de viajar a Europa y de salir con algunas amigas, volví a este llamado porque era muy fuerte y poderoso. Hice la solicitud y el proceso para ingresar al seminario mayor, fui al Seminario de la Inmaculada Concepción en Huntington en Long Island, donde estuve cinco años”.

Entró al seminario con 24 años y el 21 de junio de 1980 fue ordenado como sacerdote por Mons. Francis Mugavero, entonces obispo de Brooklyn, en la parroquia Santa María Madre de Jesús y el 22 celebró su primera misa allí, ya son 38 años como sacerdote.

El padre Sansone recuerda su primera misa. “Estaba muy nervioso, habían muchas personas que vinieron a acompañarme en mi primera misa, obviamente también estaban mi familia y amigos cercanos. Fue una experiencia maravillosa porque en ese momento Mons. Mugavero ordenaba a los sacerdotes individualmente, no juntos como se hace ahora en la Concatedral. Yo fui uno de los últimos sacerdotes ordenados de manera individual, al año siguiente las ordenaciones cambiaron”.

Su primera parroquia fue San Luis en Ridgewood, en Queens, donde fue el vicario parroquial desde 1980 a 1987, luego fue enviado a la parroquia San José en Astoria, en Queens. Allí estuvo doce años también como vicario parroquial. En 1999 llegó la Basílica Regina Pacis en Brooklyn donde estuvo por dos años y medio.

Después Mons. Thomas Daily, entonces obispo de Brooklyn, lo nombró párroco de Sagrado Corazón-San Esteban en Carroll Gardens, Brooklyn, monseñor Nicholas DiMarzio, obispo de Brooklyn, lo confirmó como párroco después de su sexto año allí, en 2012 fue nombrado párroco de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa.

Para el padre Sansone lo mejor de ser sacerdote “es el hecho de ser ministro para diferentes personas, con diferentes experiencias culturales, traerles a ellos el concepto sobre Jesús, proporcionarles experiencias que puedan ser concretamente parte de la vida de la iglesia, experiencias concretas de la existencia de Jesucristo en sus vidas”. Al padre Anthony Sansone le gusta visitar museos, ir a conciertos, reunirse con otros amigos sacerdotes y hablar sobre sus ministerios en la Diócesis. Para él el mejor museo es el Metropolitan Museum of Arts.

El deporte también ha estado en su vida. “Solía nadar y hacer yoga, pero me he vuelto un poco mayor. Soy fanático de los Yankees desde 1961 cuando tenía 11 años”.