EL SUFRIMIENTO EN EL MUNDO Y EL APARENTE SILENCIO DE DIOS

Por Cruz-Teresa Rosero

En estos días de guerra, una mujer que buscaba a su hijo entre los escombros de una ciudad bombardeada en Ucrania gritó en voz alta: “¡Dios nos ha abandonado!”.  ¿No es ese el grito de tantos otros que sufren injusticias y violencia?; ¿no es ese el grito de los que sufren enfermedades y de los que mueren de hambre?; ¿no fue ese el grito de Jesús en la Cruz?

Señor, ¿dónde estás? Le pregunto con ansiedad. Lo miro clavado en la cruz y lo escucho decir en mi corazón: “Mi sufrimiento redime y le da sentido al de ustedes. No están solos, desde la Cruz los acompaño. Yo también experimenté el sufrimiento más grande de todos: la ausencia y abandono del Padre”.

El libro de Job analiza el tema del sufrimiento.  Frente a la serie de tragedias de este hombre justo, sus amigos acuden a “consolarlo”. Insisten en que su sufrimiento es un castigo por el pecado en su vida. Job entabla una conversación profunda y sentida con Dios quien le hace ver a través de una serie de preguntas que ni él ni sus amigos tienen un conocimiento completo de la magnitud de lo que es Él, porque la comprensión humana de ellos es muy limitada. Le afirma que tiene control absoluto sobre su creación, poder para castigar a los malvados y humillar a los soberbios. En este proceso de la conversación entre Dios y Job, éste aprende a escucharlo, a ser paciente y a robustecer su fe. Al final, Dios recompensa su fidelidad. El mensaje que nos deja es que, aunque no sepamos el por qué del sufrimiento, si hablamos con Dios, sea cuestionándolo o peleándole, en el proceso, igual que a Job, si abrimos nuestro corazón, nos va a ayudar a ser pacientes y a confiar en Él plenamente.

En el libro “El hombre en busca de sentido”, su autor, el judío psiquiatra Viktor Frankl, narra en detalle su experiencia dolorosa en un campo de concentración. Durante la Segunda Guerra Mundial estuvo prisionero tres años, en Auschwitz y otros campos de concentración (1942-1945).  Analiza por qué algunos prisioneros, a pesar de ser despojados de la dignidad y de todos los objetivos de la vida, perseveran y sobreviven, mientras que otros colapsan o se dan por vencidos.  Frankl creía que la búsqueda de sentido al sufrimiento es una poderosa fuerza impulsora que permite a la humanidad superar el sufrimiento extremo y lograr hazañas extraordinarias.

Usó su experiencia en los campos de concentración para reforzar su teoría.  Su sufrimiento lo inspiró a desarrollar la logoterapia, un enfoque psicológico que se centra en el significado de la existencia humana.  Se basa en el principio de que los seres humanos están motivados por el deseo y la necesidad de saber para qué existimos; de indagar si nuestras vidas tienen valor y de querer saber cuál es nuestra misión en la vida.  En palabras cristianas, diríamos que necesitamos saber cuáles son los planes de Dios para cada uno de nosotros.

En resumen, el sufrimiento es un misterio. El por qué no lo sabemos. Lo que sí necesitamos saber es “el para qué” del dolor. ¿Qué puedo hacer con este dolor que me estruja el alma? ¿Qué podemos hacer frente a tanto sufrimiento?  Tenemos opciones.  En nuestro diálogo con Dios, entraremos dentro de nosotros mismos y encontraremos el sentido a nuestro sufrimiento. En Jesús confirmamos la respuesta. En Getsemaní le dijo al Padre, “Que se haga tu voluntad y no la mía” (Lucas 22,42). En la Cruz, experimentó la ausencia de las ausencias, la de Dios Padre. Su última palabra: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23,46), demuestra y confirma que Dios está en la ausencia, y en el abandono.

Al Viernes Santo le sigue un Domingo de Resurrección. Así son nuestras vidas.