Con la espiritualidad de discípulos misioneros

HAGAMOS DE ESTE VERANO una oportunidad para practicar la espiritualidad del V Encuentro inspirada
en Lucas 24, pasaje en el que Jesús sale al encuentro de dos discípulos desanimados y frustrados. Sea que estemos de vacaciones o nos quedemos en casa, busquemos la forma de salir al encuentro de las personas para acompañarlas en su vida cotidiana de luchas y sufrimientos, para llevarles esperanza.

Foto: commons.wikimedia.org
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En el pasaje de Lucas 24, Jesús nos enseña cómo salir al encuentro de quienes viven la angustia de la pérdida, la desesperanza, la confusión, para que recuperen el sentido de sus vida en Jesús resucitado. En el proceso, ellos mismos se convertirán en misioneros y llevarán a otros el mismo mensaje.

Salir al encuentro de otros es buscarlos en sus ambientes cotidianos. Es observarlos con ojos de amor y misericordia, es dejarse tocar el corazón por las realidades en las que viven; es acercarse a ellos para escucharlos sin juzgarlos, es captar sus sentimientos, percibiendo sus dolores y preocupaciones más allá de lo que verbalmente expresan.

Salir al encuentro de otros no es salir a predicarles inmediatamente con la Palabra. Es hacer primero lo mismo que hizo Jesús, preguntarles sobre sus vidas, sus preocupaciones, sus ideas, sus necesidades, sus sueños y esperanzas. Es invitarlos a que hablen de su realidad. Es dejarlos que se desahoguen. Es crear un ambiente de confianza para que expresen lo que les oprime en el alma.

Después de haberlos escuchado, después de identificarnos con su dolor, después de comprenderlos sin reproches y sin juicios, es el momento de ayudarlos a llenar sus vacíos. Al sentirse amados y escuchados, sus corazones y sus mentes se abren al mensaje de Jesús resucitado.

Ahora se los invita a la Iglesia que quizás dejaron por diversas razones, teniendo en cuenta que algunas pueden ser dolorosas. Ahora se les presenta la Palabra de Dios, se ora con ellos y por ellos asegurándoles que Dios los ama y que nunca los ha abandonado. Quizás ahora los inviten a sus casas diciéndoles “Quédate con nosotros”. Ahora es el momento de hablarles del V Encuentro, de asegurarles que se los acompaña en el camino de sus vidas, de decirles que se desea seguir en contacto para ayudarlos. Ahora es el momento de escribir las reflexiones en el Librito del Misionero para entregarlo luego a los coordinadores.

¿Y quién es el otro al que vamos a salir a su encuentro? Puede ser que está en nuestra misma casa: un hijo o nieto que se resiste ir a la Iglesia; puede ser el vecino que se alejó de la Iglesia porque se sintió herido y frustrado; pueden ser aquellos que se paran en una esquina todos los días esperando que se les ofrezca un trabajo; puede ser ese joven que tu amiga dice que anda en malos pasos.

O quizás sea esa familia que no tiene documentos y vive cada día con temores y angustias; o esa familia que sufre porque uno de ellos es víctima del alcohol o las drogas. Las posibilidades son infinitas. Sólo tenemos que abrirnos a ellas. El Espíritu Santo nos iluminará y hablará si se lo pedimos.