“Monja ambientalista” ayuda a los residentes de Brooklyn en la revolución ecológica

En Sure We Can, la basura de un hombre es el tesoro de otro. Este centro de reciclaje sin fines de lucro fundado por católicos, no es un depósito de chatarra maloliente a la sombra de un moderno vecindario de Brooklyn; es un centro de procesamiento impulsado por un lema: reducir, reutilizar y reciclar.

Aquí, montones de materiales reciclables cuidadosamente clasificados en botellas de plástico y vidrio, latas de refresco y plásticos usados una sola vez, llenan los pesados ​​contenedores de envío, distribuidos por todo el patio. En la parte posterior, hay un jardín comunitario y un sitio de compostaje que desprende un maravilloso aroma. El arte del graffiti urbano decora las coloridas paredes con mensajes impactantes como “Todos los días es el Día de la Tierra”.

La hermana Ana Martínez de Luco, miembro de la Comunidad de Hermanas para los Cristianos, cofundó Sure We Can como un centro sin fines de lucro de reciclaje y redención en 2005.

La cofundadora del centro, la hermana Ana Martínez de Luco, Hermana Misionera de la Comunidad Cristiana, recorre el patio saludando a docenas de “conserveros”, quienes son los encargados de clasificar los reciclables recolectados día tras día para ganarse la vida. La hermana nos dice que conoce a muchos de ellos personalmente.

“Cuando la gente viene aquí, se encuentran con alguien que los saluda por su nombre, que se interesa por saber cómo les va. Aquí existe ese sentido de pertenencia”, confesó la hermana Ana a The Tablet. “Abogamos por el cuidado de nuestro hogar común, la tierra, y por los que no tienen un techo en esta comunidad”.

Fundada en 2007, Sure We Can (Claro que podemos) recibe entre 8000 y 11,000 reciclables cada mes. (El año pasado, el centro recolectó 11 millones). Este centro de redención sin fines de lucro, uno de al menos 100 en la ciudad de Nueva York, recibe a cientos de “conserveros” a tiempo completo y parcial cada semana clasificando botellas de vidrio, plásticos y latas de refresco, muchos de ellos recolectados en las calles y los negocios de la ciudad.

(Según el Departamento de Conservación Ambiental del Estado de Nueva York, la tasa de reciclaje promedio nacional es de aproximadamente 33 por ciento y en Nueva York, 70 por ciento).

Se estima que al menos 10,000 personas recolectan latas de las calles de la ciudad, dijo la hermana Ana.

La Ley de Envases Retornables (Returnable Container Act) de 1983 del estado de Nueva York, más conocida como “Bottle Bill”, ayuda a mantener a las organizaciones sin fines de lucro y sus trabajadores. Requiere un depósito de cinco centavos en la mayoría de los envases de bebidas, por lo que es un incentivo para que los neoyorquinos los reutilicen y reciclen. También desvía toneladas de basura reciclable de los vertederos a los centros de redención, como Sure We Can, a cero costo.

(Comienza con el consumidor, que paga un depósito envuelto en el precio de una bebida del bar o de la tienda. Cuando los usuarios reciclan la botella, los minoristas y los centros de reembolso reciben un reembolso por el depósito de cinco centavos, más una tarifa de manejo de 3.5 centavos, para cada recipiente vacío. Desde compañías como Dasani Water y Manhattan Beer hasta bolsas de White Claw y La Croix, cada botella y cada lata se clasifica en su lugar para que los distribuidores de bebidas las recojan semanalmente).

Según Sure We Can, desde que se implementó el proyecto de ley Bottle Bill, la basura de contenedores se ha reducido aproximadamente un 75 por ciento por año. Alrededor de un tercio de lo que se recolecta son botellas de agua.

Con el paso de los años, el aumento de los alquileres y la competencia ha obligado al sitio de Brooklyn a luchar para mantenerse abierto. Con la ayuda de subvenciones, premios y donaciones recientes, Sure We Can ha podido mantener abierto lote de Bushwick durante casi una década.

La organización también está expandiendo su programación y servicios este año, gracias a una nueva asociación de subvenciones con la Oficina del Censo de los EE.UU. para favorecer la próxima década. Se están asociando con las escuelas del área para comenzar un programa de moda reciclada llamado “Bags to Bolsas”: reciclar los plásticos de un solo uso en arte ‘usable’.

Pero para la hermana Ana y su equipo de colaboradores, también se trata de ofrecer empleos y medios de vida a quienes trabajan duro, muchos de ellos son inmigrantes, pobres, ancianos, discapacitados, algunos incluso son desamparados. El propósito es pagarles de manera justa y defender su dignidad.

“Queremos ayudar a las personas que no tienen otros ingresos. Si ganan $100 en un día, es mejor que cero. Ese es nuestro principio: algo bueno tanto para ellos como para la ciudad”.

“Me encanta el hecho de que realmente estamos ayudando, desde nuestro sistema de compostaje hasta el reciclaje”, dijo Ángel Tavarez, quien ha estado trabajando en la conservación desde que tenía 10 años, y ahora trabaja a tiempo parcial en el centro.

Dice que ama el aspecto social de la organización. Las personas se ríen, comparten historias y conversan mientras trabajan.

“Con todo lo que está sucediendo en el mundo, como el cambio climático, es útil saber que estemos haciendo algo juntos al respecto”.

A los 82 años, Ana Cirado es la “conservera” a tiempo parcial más antigua del grupo. Cada día clasifica y organiza las coloridas latas y botellas de agua como si fuera una obra de arte.

“A veces me agoto, pero es una forma digna de ganar dinero”, dijo. “Y aquí tengo muchos amigos”.

Vida simple, vida ecológica

La hermana Ana, de 65 años, se llama a sí misma una “monja callejera”. Dice que siempre tuvo una vida sencilla, que creció en España, se hizo monja a los 19 años y luego sirvió en zonas muy pobres de Filipinas.

“No podemos destruir nuestro hogar común, esto es para que todos lo compartamos como hijos de Dios”, dijo. “Necesitamos estar atentos a lo que tenemos en este momento”.

Dijo que no sabía nada de la conservación y el reciclaje urbano hasta que se mudó a Nueva York y conoció a Eugene Gadsen, un desamparado que conoció mientras vivía en Manhattan, y los dos se vincularon a un “comité de conservación” local, recolectando basura y limpiando las calles de la ciudad.

Con la ayuda de donaciones, la hermana Ana y Gadsen abrieron Sure We Can después de que su predecesor, We Can, con sede en Manhattan, cerrara en el año 2005. Ella dijo que quería proporcionar un centro de redención con todo incluido donde las personas pudieran “retomar sus vidas” y sus desechos.

“Cuando es el llamado de Dios, las cosas se vuelven tan fáciles”, dijo. “Nuestro sueño era conservar, ayudando a ‘conserveros’ ”.

También se siente partidaria de los recientes mensajes del papa Francisco para añadir los pecados ecológicos contra el medio ambiente (incluida la falta de reciclaje) al Catecismo oficial de la iglesia.

Ahora, la hermana Ana insta a los sacerdotes locales, incluso en su parroquia, la Iglesia de la Transfiguración en Williamsburg, a hablar con la congregación sobre temas ambientales, vivir de manera simple y sostenible.

“No es solo una preocupación del Santo Padre sino del mundo entero. Es solo cuestión de decir sí”.