El pasado 5 de junio último, se celebró el 60º aniversario de la fundación del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, que tuvo como principal artífice al hoy papa san Juan XXIII. Este fue un primer paso oficial de la Iglesia Católica en el movimiento ecuménico, que se ha extendido hasta nuestros días.
El cardenal Kurt Koch, presidente de dicho dicasterio vaticano, transmitió un mensaje en el que recordó también los 25 años de la encíclica sobre el empeño ecuménico “Ut Unum sint”, firmada por san Juan Pablo II y en la cual definió al ecumenismo como una “vía irreversible de la Iglesia católica”.
Koch también explicó que dicho pontificio consejo “en nombre y por cuenta del Santo Padre, conduce diálogos ecuménicos con las otras iglesias y comunidades eclesiales”. El objetivo principal, lo recuerda el alto prelado, “es restaurar la unidad del único Cuerpo de Cristo herido, en el curso de la historia, por muchas divisiones”.
Como se sabe, el “Decreto Conciliar sobre el Ecumenismo” (Unitatis Redintegratio), presentó las bases doctrinales y las líneas de acción práctica del ecumenismo católico. Fue promulgado por el papa Paulo VI el 21 de noviembre de 1964, durante la celebración del Concilio Ecuménico Vaticano II.
Unidos en la oración
Una de las actividades ecuménicas más visibles es la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que termina con una importante celebración en la fiesta de la Conversión de San Pablo del 25 de enero.
En dicha ocasión y cada año, los papas presiden una celebración litúrgica en la Basílica de san Pablo en el Vaticano, con los líderes de las más importantes iglesias cristianas. El objetivo común es claro: avanzar en la unidad.
Aunque quedan varios meses por delante, el tiempo es propicio para organizar esta actividad también en las diócesis, parroquias, movimientos, colegios y seminarios, o allí donde exista una iglesia cristiana con la cual dialogar y reunirse para rezar.
Este esfuerzo –que nace en el siglo XIX por iniciativa de la Iglesia Anglicana y aceptada por la Iglesia católica con el papa León XIII-, ha encontrado a un gran propulsor en la Santa Sede, que trabaja palmo a palmo con el Consejo Mundial de las Iglesias para elegir un tema anual y ofrecer materiales de reflexión y oración.
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Ecumenismo en serio
Dado que este esfuerzo debe crecer en el tiempo, la Iglesia católica mantiene un diálogo permanente con diiversas iglesias y comunidades eclesiales en el mundo. Esto con el propósito de establecer una especie de “red de amistad”, para no ver a estas como “enemigas”, sino reconocerlas como hermanos.
El punto de partida es el cimiento común que tienen todas en el bautismo, que es a la vez el puente de todo esfuerzo ecuménico.
La Iglesia enseña que para los católicos, sí es posible orar con todos los cristianos sobre la base del bautismo, incluso con muchos de los ortodoxos. Cuando algún representante del papa va a Constantinopla para la fiesta de san Andrés, participa siempre de la liturgia con una gran acogida de parte de los patriarcas.
Otras denominaciones con las que la iglesia comparte la oración, la liturgia, el trabajo social y las reflexiones teológicas, son el Anglicanismo, el Luteranismo, algunas vertientes de la Iglesia Ortodoxa y todas aquellas cuya base monoteísta postule que Jesús de Nazaret es el hijo de Dios (Dios mismo), el Mesías, también llamado Cristo.
Hacia una libertad religiosa
Algo que une actualmente a las iglesias cristianas -junto a otras religiones-, es el llamado a la libertad religiosa. Esta debe ser vista no solo como un “permiso” para abrir una iglesia o enseñar religión en las escuelas, sino como un derecho inalienable de la persona humana.
Se invoca por ello, a un gran compromiso de los estados y de las mismas iglesias que son mayoría en algunas naciones. Los gobiernos no deberían temer por la presencia de una religión como la cristiana, cuyos fundamentos son el amor al prójimo, la paz y la solidaridad. Por eso llama la atención de la mayoría de los creyentes en el mundo que están siendo perseguidos por razones de fe, el 80% son cristianos.
Fue así que san Juan Pablo II habló de un «ecumenismo de los mártires», pues todas las comunidades eclesiales tienen sus propios mártires. He aquí una realidad más en común que prefigura la necesaria unidad, así como la viven ya estos mártires en el cielo, quienes sin duda interceden juntos por la unidad y el ecumenismo en la tierra.
Esfuerzos comunes
Un punto de partida para el ecumenismo es tener la certeza de que los cristianos tienen la palabra de Cristo como una amplia base. Asimismo, la oración común permite a todos interceder por lo que haga falta.
El esfuerzo de las iglesias cristianas puede centrarse también, en hacer llegar la fe a la gente de hoy, como algo que da sentido y un matiz diferente a la vida.
Los cristianos y específicamente los católicos, deben ver al ecumenismo como un “intercambio de dones”, según palabras de san Juan Pablo II, dado que cada una de las iglesias cristianas tiene sus tesoros particulares en la tradición de la fe. Esta actitud permitirá acercarse sin miedo al ecumenismo y más bien sentirlo como un enriquecimiento.
Las enseñanzas de la Iglesia insisten mucho hoy en que el ecumenismo “es un don del Espíritu Santo”, por lo que se debe tener un corazón abierto para escuchar lo que quiere Dios de este diálogo, el cual debería llevar a realizar aquellas acciones comunes que el mundo requiera.