Desde Roma

Un Aporte sobre la Bendición de los ramos televisada en tiempo de coronavirus

Debido a la pandemia que aqueja a casi todo el mundo, la vida espiritual de muchos también tuvo que hacerse de varias mediaciones subsidiarias para rezar y seguir en directo la celebración de la Santa Misa, el rezo del Vía Crucis y del Rosario, y otras propuestas que no faltaron para acompañarnos entre todos desde la Oración. A días de la Semana Santa, la situación mundial también ha exigido algunas precisiones de la Sede Apostólica para las diferentes celebraciones, lo que nos ha empujado a repasar cada momento celebrativo, resituándonos en la ritualidad que permanece y considerando aquello que se suprime de las celebraciones sin asistencia de los fieles. No obstante, que nuestras celebraciones sean emitidas por los medios virtuales no nos debe hacer perder de vista aquello que es propio de toda celebración litúrgica: su dignidad, su decoro y, sobre todo, su sentido profundo en la fe del Pueblo de Dios muy unida a la Tradición eclesial. Por eso se ha de cuidar mucho que las celebraciones sirvan a nuestros fieles, en el sentido de un adecuado servicio litúrgico por sobre un aspecto meramente utilitario, para que ellos logren hacer experiencia del Señor desde una propuesta cristiana antes que espectacular y ficticia.

Cercanos al Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, celebración que inaugura la Semana Santa, la fe de nuestro Pueblo puede verse zarandeada por cuestiones no del todo profundas. Aquí es donde se hace necesaria y urgente la instrucción catequética de nuestros pastores, para sostener y reconducir las expresiones creyentes de nuestros fieles hacia la Presencia salvadora de Cristo que padece, muere y resucita por todos. De esta manera, el Pueblo de Dios podrá hacer una memoria agradecida y actualizada, que toque la profundidad de la vida humana, ahora amenazada por la pandemia.

Lo contradictorio es cuando, en lugar de catequizar, tenemos la tentación de resolverlo todo superficialmente, improvisando.¿Qué valor tiene el sugerir a nuestros fieles que se preocupen más por los ramos a bendecir, que por la Palabra que este Domingo —y también los demás días Santos— nos será proclamada? El Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia recomienda (n. 139) que «es preciso instruir a los fieles sobre el significado de la celebración [del Domingo de Ramos], para que entiendan su sentido». De ahí, el signo de las palmas y los ramos de olivos que se bendicen al comienzo de esta celebración «como un testimonio de la fe en Cristo, rey mesiánico, y en su victoria pascual». Pero no basta «simplemente procurarse una palma o ramo de olivo», porque estos no deben conservarse «como si fueran amuletos». En efecto, en estas condiciones de aislamiento, estando impedidos de reunirnos en nuestras iglesias para celebrar la Semana Santa, debería hacerse más hincapié en la participación de los fieles en la escucha de las lecturas de la Liturgia de la Palabra, junto al relato de la Pasión del Señor y su posterior predicación.

Cuando Benedicto XVI trató sobre la participación de los fieles en la Eucaristía televisada o retransmitida por otros medios de comunicación (Sacramentum Caritatis, 57) precisó un criterio que, a mi parecer, es fundamental en este tiempo de aislamiento y cuarentena con la multiplicidad de formas virtuales que hoy se nos ofrece para celebrar la Liturgia: «el lenguaje de la imagen representa la realidad, pero no la reproduce en sí misma». De esto, puede interpretarse que la bendición de los ramosnunca podrá ser virtual, al modo de lograr lo mismo que se realizaría en una celebración con la presencia física de los fieles. En todo caso, para la bendición ha de procurarse sobremanera la disposición interior de los fieles mediante la oración personal que exprese eldeseo de “ser bendecidos”, antes que un simple permanecer frente a las imágenes virtuales como si estuvieran viendo un programa televisivo. Nótese que en la reciente bendición Urbi etOrbi (20.03.2020) presidida por el Papa Francisco,la concesión de la indulgencia plenaria con la bendición del Santísimo Sacramento estuvo más bien sujeta a unas condiciones determinadas por la Penitenciaría apostólica yque los fieles ampliamente podían cumplir desde sus hogares rezando, más que asistiendo a una retransmisión televisada y virtual, aunque sí recogida y valorada como un medio particular pero no del todo absoluto.Por esto, precisa el recienteDecreto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (25.03.2020):«Los fieles sean avisados de la hora del inicio de las celebraciones, de modo que puedan unirse en oración desde sus propias casas. Podrán ser de gran ayuda los medios de comunicación telemática en directo, no grabados. En todo caso, es importante dedicar un tiempo oportuno a la oración, valorando, sobre todo, la Liturgia de la Horas». Pero ante todo, el unirnos en oración… Eso es lo importante, aun cuando no podamos conectarnos al directo de la transmisión.

Por lo tanto, en condiciones normales, la participación de los fieles en la Misa requiere una presencia física de los ministros y de los fieles. Una situación extraordinaria es la imposibilidad de un enfermo de trasladarse hasta el lugar físico de la celebración (Sacramentum Caritatis, 57). Otra situación particular es la que actualmente afecta a una gran mayoría de católicos por la pandemia, por lo que el citado Decreto ya ha sugerido a las Conferencias Episcopales la elaboración de subsidios que ayuden a la Oración personal y familiar. Otra vez, la oración en familia y personal…

Las Orientaciones generales del Bendicional del rito romano advierte: “Es muy importante que el pueblo de Dios sea instruido acerca del verdadero significado de los ritos y preces que emplea la Iglesia en las bendiciones, para que en la celebración sagrada no se introduzca ningún elemento de tipo supersticioso o de vana credulidad que pueda lesionar la pureza de la fe” (n. 19). En relación al Domingo de Ramos, la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos determinó, mediante el citado Decreto,que ha de usarse la Segunda forma del rito en las Iglesias Catedrales. De esto puede deducirse que los más estrechos colaboradores del Obispo le ayuden en la realización de la celebración, al tiempo que puedan portar en sus manos los ramos de una manera representativa de todo el Pueblo de Dios de esa Iglesia peregrina en la diócesis. Por otra parte, para las iglesias parroquiales,el Decreto especifica que debe usarse la Tercera Forma, «Entrada simple», que no contempla la bendición de los ramos, porque quizás ya la supone realizada en la bendición que el Obispo presida en su Catedral de una manera ejemplar.

Sin duda, para todos los fieles cristianos será una Semana Santa por demás particular. Un detenernos en aquello que de este tiempo de Cuaresma y también de Pascua nos parecía tan cíclico o monótono, puede ayudarnos ahora a gustar de otro modo del Misterio de Cristo en la Liturgia, velado tras los signos y ritos, velado en esta situación que nos apremia y hace sufrir, pero ante todo siempre presente en su Iglesia, en nosotros, en nuestros corazones y en nuestros hogares que por Él son hoy nuestros templos.

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