Derecho y vida

Un momento ¡Eureka! con el papa Francisco

Muchos de los fenómenos ocurridos durante el año 2020 fueron globales en proporción y en impacto.

Quiero centrarme no en el fenómeno obvio del coronavirus sino en la protesta antirracista que, en el verano del año pasado, fue tan alborotosa y desastrosa, que llegó a desatar turbulentas olas de protestas transatlánticas.

Tan desastrosa que, en medio de la pandemia, provocó saqueos a los negocios en muchas ciudades y otras empresas se vieron obligadas a proteger sus escaparates. Y esto es solamente hablando de las consecuencias materiales.

Por otro lado, hay un efecto terrible de las protestas que es el ataque contra la libertad de cada persona y de la sociedad. Me refiero de la libertad de poseer una historia personal y social.

La historia no se puede cambiar purificando el pasado de sus impurezas. Intentar hacerlo es una violación de la verdad histórica, algo así como llorar por la leche derramada.

¿De qué sirve estar molesto por una situación que ya ha sucedido y que ya no se puede cambiar?

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Cuando las protestas derribaron monumentos, algo en mí también se derrumbó.

No podía explicar qué era. Anhelaba iluminación para entender exactamente cómo me sentía y cómo podía reaccionar apropiadamente.

Cortesía Plaza & Janés/ Penging Random House.

Entonces tuve la oportunidad de leer Soñemos Juntos. El camino a un futuro mejor, el nuevo libro del papa Francisco.

Desde las primeras páginas, que explican este fenómeno, tuve un momento ¡Eureka! con el papa Francisco. El pontífice tiene las palabras que yo necesitaba para llenar un vacío intelectual y entender lo que está pasando conmigo y mi entorno.

En el libro, el Papa escribe: “Amputar la historia nos podría hacer perder la memoria, uno de los pocos antídotos para no cometer los mismos errores del pasado.

Un pueblo libre es un pueblo memorioso, capaz de hacerse cargo de su historia, sin negarla, y sacar las mejores enseñanzas.

La ignominia de nuestro pasado, en otras palabras, es parte de qué y quiénes somos.

Recuerdo la historia no para honrar a los antiguos opresores, sino para rendir homenaje al testimonio y a la grandeza de alma de los oprimidos. Es muy peligroso recordar la culpa de los otros para proclamar mi propia inocencia” (pp. 28-29).

El papa Francisco provee como ilustración la genealogía de Jesucristo. “En el pasado siempre hay situaciones de vergüenza: solo hay que leer la genealogía de Jesús en los Evangelios, que incluye —como en todas las familias— unos cuantos personajes que no son precisamente la “Beata Imelda” (expresión argentina para decir que alguien no es puro). Jesús no rechaza ni a su pueblo ni a su historia, los asume y nos enseña a hacer lo mismo: sin cancelar la vergüenza del pasado sino asumiéndola tal cual es… Tenemos que mirar el pasado con ojos críticos, pero también con empatía para entender por qué la gente aceptaba como normales las cosas que ahora nos parecen horrendas” (p. 29).

Creo que las palabras del papa Francisco en este libro también son como vacunas para derrotar las consecuencias del coronavirus en la mente y en el corazón de muchos. Como pastor, él tiene la sabiduría que creo que es inspirada por el Espíritu Santo para sanar a tantas almas debilitadas y heridas. Es como un bálsamo consolador para calmar un espíritu agitado.

Para cerrar, estoy muy de acuerdo con él en que, “la historia es como es y no como quisiéramos que fuera” (p. 30).

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Mons. Jonas Achacoso es canonista y autor de “Due Process in Church Administration. Canonical Norms and Standards” (Pamplona 2018). Premio Arcangelo Ranaudo (Vaticano), y Administrador de la Iglesia Corpus Christi en Woodside, NY. Su columna Derecho y vida puede leerse en la edición mensual de Nuestra Voz. Síguelo en Twitter.