Una mezcla de lágrimas y esperanza marcó un momento histórico en la vida de la parroquia de los Santos Pedro y Pablo – Epifanía en Williamsburg. La comunidad celebró la última misa en el antiguo templo el 3 de abril, seguida de una procesión hacia el McCaddin Hall, el lugar de la nueva iglesia.
Esta transición es parte de un plan estratégico para afrontar los retos financieros de la parroquia y asegurar su futuro. Por este motivo, se llevó a cabo el proceso canónico de “execración”, es decir, la reducción permanente del templo anterior a usos profanos para poder alquilarlo y financiar así la nueva iglesia.
Durante la misa de transición, el padre Juan Rosario le agradeció a la comunidad por hacer esta jornada posible y le agradeció a Dios por el nuevo capítulo en la vida de la parroquia.
“Qué bien que hayan tenido el valor de formar parte de la historia que se inicia hoy, una nueva etapa en nuestra historia comunitaria, en nuestra historia de salvación”, dijo el padre Rosario.
“Quizás muchos de nosotros estemos agobiados por este momento crucial de nuestra vida sagrada”, expresó el sacerdote. “Pero años después reconoceremos que el Señor nos ha acompañado e iluminado en esta idea magnífica, lúcida, pensada no sólo para nosotros sino para las futuras generaciones”.
El sacerdote agregó que este paso —mudarse a un edificio renovado mientras rentan el espacio del templo antiguo— mantendrá a la parroquia viva por generaciones.
“Por eso estamos dando este paso tan importante, para que [la parroquia de los Santos] Pedro y Pablo no forme parte de las grandes estadísticas de la iglesia en
esta ciudad. Son muchas las parroquias que han cerrado por motivos económicos. Nosotros queremos evitar ser parte de esas estadísticas funestas que tanto daño y tanto dolor han causado a la espiritualidad del pueblo de Dios”, agregó. “Hoy el Señor nos invita a mirar adelante”.
Al finalizar la misa, Jennifer Urbano habló de cómo en la parroquia de los Santos Pedro y Pablo ella encontró a su familia espiritual, y que la unidad que se vive en la comunidad va a continuar sin importar en qué edificio esté localizado el templo.
La madre María Bendita, S.S.V.M., que es la directora de educación religiosa de la parroquia, dijo que Urbano había expresado los sentimientos de todos los presentes. Pero agregó que la multitud de feligreses en la misa es una muestra de la vitalidad espiritual de la parroquia,
“Nuestra vida espiritual se ha nutrido en este lugar pero, como dijo el padre en la homilía, la Iglesia es progresiva, no está estancada”, dijo la madre. “Nosotros tenemos que tener esa altura de seguir hacia delante. Estamos vivos, entonces juntos vamos a tener una nueva iglesia para vivir nuestra fe”.
Después de la misa del 3 de abril, casi 550 feligreses salieron del antiguo templo en procesión con el Santísimo y las reliquias de san Pedro y de san Pablo hacia el McCaddin Hall. Este simple acto marcó un paso hacia el futuro en la parroquia, dijo monseñor Anthony Hernández, administrador parroquial.
Antes de la procesión, monseñor Hernández les recordó a los parroquianos que la comunidad católica bajo la protección de los Santos Pedro y Pablo han sido parte de esa zona desde 1844. Al recordar la historia de la parroquia y la fuerza de la comunidad, dijo que mientras una iglesia puede ser considerada “un edificio, los ladrillos, los vitrales”, en un sentido más profundo una iglesia es “la gente unida en la fe en Cristo resucitado”.
“La parroquia de los Santos Pedro y Pablo no solamente tiene un largo pasado sino un largo futuro”, dijo. “Y nosotros hoy tomamos este paso concreto para garantizar ese futuro, para que los tataranietos de sus tataranietos puedan venir aquí y celebrar su fe y celebrar los sacramentos y compartir los momentos más importantes de su vida espiritual”.
Meses atrás, los miembros del comité de transición dijeron que estaban emocionados de que la nueva iglesia sería renovada y se convertiría en una herramienta de evangelización en la comunidad.
En la misa del 3 de abril, Betsy Paulino recordaba que ella fue bautizada en el antiguo templo. Sintió tristeza por perder el espacio que había sido tan importante, pero también esperanza por el nuevo templo que se completará en dos años.
El parroquiano Rafael Espinal vino a la misa con su familia y cuatro niños que habían recibido sus sacramentos en la parroquia. “Ojalá que otras comunidades recen para que nosotros nos mantengamos fuertes y unidos como una familia durante esta transición”, dijo.
Agregó que estaba aliviado de que la iglesia no se cerrara, sino que se mudara a otra sede cercana en el mismo Williamsburg.
“Cuando cerremos las puertas de este templo vamos a sufrir un poco, y cómo no hacerlo con tantos recuerdos como tenemos”, dijo Jennifer Urbano. “Pero esto es un sacrificio que hacemos con amor para abrirles las puertas a las generaciones del futuro. Para que la parroquia de los Santos Pedro y Pablo, esta gran comunidad, siempre esté presente entre nosotros”.