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Un sagrario tiroteado o un Cristo decapitado: restos de la persecución a los cristianos en Oriente

ROMA—. Dispararon al menos 6 veces para intentar destrozar el cuerpo de Cristo. Es la puerta de un sagrario de una parroquia de la ciudad siria de Kessab. La filial de AlQaeda en Siria, al-Nusra, y otros grupos yihadistas ocuparon esa ciudad durante meses.

Esta cruz, destrozada por el ISIS, pertenece a una parroquia de Batnaya, en Irak.

En otro templo, los terroristas tirotearon esta estatua de la Virgen María.

Tampoco se libró de la profanación perpetrada por los yihadistas este otro Cristo decapitado.

Tenían un objetivo claro: eliminar la presencia cristiana de Irak y de Siria, sus gentes, sus objetos litúrgicos y sus raíces.

Estos restos, que testimonian una auténtica limpieza étnica, han sido expuestos muy cerca del Vaticano. El gobierno húngaro los ha recopilado en esta exposición que, tras visitar Budapest, Nueva York y Washington, ha recalado en Roma.

“Hay personas, no tan lejos de nosotros, que, en algunas ocasiones, deben de dar su propia vida o sufrir discriminaciones diarias a causa de su fe en Jesucristo. Está bien que estos objetos, estas fotos y sus voces lleguen a nosotros, lleguen a Roma, especialmente ahora que se habla de los jóvenes, para que nos demos cuenta de lo importante que es nuestra fe y de cuánto le debemos”, dice Márk Érszegi, de la embajada de Hungría ante la Santa Sede

Cuando no usaron las balas, emplearon el fuego para acabar con los libros de oraciones y las Biblias. En algunas iglesias, no dejaron ni rastro. Y muchas de las que dejaron en pie las emplearon como campo de tiro.

No solo en Siria e Irak. También hasta Egipto se ha extendido el extremismo como una mancha de aceite. Estos son los rostros y las historias de los 21 cristianos coptos decapitados por el ISIS en una playa libia.

Su delito fue ser cristianos, nazarenos. Por eso, marcaban con esta letra, la “n” en árabe, las casas de los infieles. Nada más autoproclamar su estado del terror, el ISIS envió esta misiva a los cristianos con un ultimátum: convertirse, morir o pagar la jizya, un impuesto para los no musulmanes. Incluso, los yihadistas acuñaron su propia moneda, estos dinares de oro.

El mapa de Oriente Medio está lleno de heridas, sangre derramada de los cristianos que no han querido marcharse de su tierra o renegar de su fe.

O simplemente, como hizo el padre Ragheed Ghani, no cerrar las puertas de su iglesia. Este sacerdote iraquí fue asesinado por unos extremistas en Mosul en el año 2007, después de la misa dominical. En 2014 su tumba, que se encuentra en Karamlesh, fue profanada de esta forma por los milicianos del ISIS.