Para Anabell Maradiaga mudarse a Puerto Rico ha sido una experiencia reveladora, comparado con su vida en la jungla de asfalto de Corona, Queens. La joven de 19 años está en camino de entrar a la congregación de las Misioneras de María Formadora de la Obra Misionera de la Restitución (MMF).
Un comunicado de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos del Vaticano, de 2020, señaló una disminución en el número de mujeres religiosas a nivel mundial, incluida una caída del 3.3 por ciento en los Estados Unidos entre 2017 y 2018. Pero mujeres jóvenes como Anabell Maradiaga están revirtiendo esa tendencia.
“Me di cuenta de que estaba siendo llamada a servir a Dios de una de las formas más hermosas posibles: consagrando mi vida a Él y poniéndolo como una prioridad absoluta en mi vida”, dijo Maradiaga. “Decir sí, fue un acto de fe total y eso fue lo que lo hizo tan especial”.
Hace dos años y medio, Maradiaga hizo amistad con el pequeño grupo de hermanas en su parroquia, Our Lady of Sorrows (Nuestra Señora de los Dolores). En ese momento, ella era estudiante de tercer año en St. John’s Prep y estaba trabajando en el programa de tutoría después de clases de Our Lady of Sorrows. Maradiaga veía a las hermanas cantando en el coro y haciendo las lecturas en misa.
Su amistad, que comenzó por simples saludos de pasillo, se fue afianzando hasta pasar aproximadamente una hora todos los días con ellas. También bailó en la producción musical de las hermanas por el Día de los Reyes Magos, algo nuevo para Nuestra Señora de los Dolores desde que ellas llegaron.
“Me sentí muy feliz de tenerlas cerca”, dijo Maradiaga sobre las hermanas que están a cargo del programa de Formación en la fe de la parroquia. “Las pocas veces que fui al convento [ubicado en el Santísimo Sacramento], me enamoré de la forma en que trabajaban juntas y vivían en verdadera ‘comunidad’ ”.
La Madre Clara María de la Cruz (MMF) siempre invitaba a Maradiaga a participar en los eventos de Nuestra Señora de los Dolores.
“Y no importa de qué se tratara, ella siempre decía ‘sí’ ”, dijo la Madre Clara. “Recuerdo que le dije que ella tenía una cualidad especial que tenemos todas las monjas: el servicio, porque ama y se preocupa por la gente”.
Durante su último año, Maradiaga tuvo que enfrentarse a una decisión difícil: ir a la universidad o unirse a la congregación.
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“No sabía si quería hacerme ingeniera, profesora o fisioterapeuta”, explicó Maradiaga. “Tenía muchas ideas generalizadas de lo que quería estudiar, pero no me visualizaba en ninguna”.
“Antes de conocer a las hermanas, jamás me había pasado por la cabeza tener una vocación religiosa”, dijo, y nos confesó que alguna vez su madre había considerado unirse a las Carmelitas en su país de origen, Colombia. “Pero, después de pasar tiempo con ellas, esa conexión también quedó arraigada en mi corazón y me sentí en una encrucijada”.
Dos meses después de que la pandemia azotara la ciudad de Nueva York, Maradiaga decidió unirse virtualmente a otras adolescentes que también estaban interesadas en unirse a las Hermanas Misioneras de María para la Formación en la fe. Durante una formación de tres meses —el proceso de discernimiento que siguen las mujeres antes de comprometerse de por vida con una comunidad religiosa— discutieron temas relacionados con la iglesia y la propia congregación.
Luego, Maradiaga viajó como aspirante a Bayamón, Puerto Rico —donde se encuentra una de las seis casas de la orden— para el pre-postulantado, la primera etapa de formación. Allí vivió con un grupo de hermanas durante tres meses, inmersa en su forma de vida y reflexionando sobre si esa era su vocación.
“Pasados esos tres meses, podíamos decidir si esto era algo con lo que queríamos continuar o regresar a casa”, explicó Maradiaga, recordando que tenía 18 años en ese momento. “Dios llama a todo el mundo de diferentes maneras y tú solo tienes que descubrir a qué te está llamando a ti”.
“Dije ‘sí’ para continuar este camino”, y tuvo dos semanas para despedirse de su familia y amigos.
La Madre Clara señaló que ella y las hermanas nunca presionan a las jóvenes a que elijan este camino.
“No les ocultamos nada, y estamos ahí para ayudarlas a visualizar lo que sucede cuando se convierten en monjas”, dijo la Madre Clara. “Tienes que ser sincera y comunicativa”.
“Estamos juntas en esto”, agregó, “y nunca estarás sola”.
Maradiaga dijo que su madre, que había conocido previamente a las hermanas OLOS, apoyó su decisión.
“Cuando se lo dije se asustó un poco”, admitió Maradiaga, “pero no porque no estuviera segura de cómo iba a reaccionar. Fue simplemente este tipo de sentimiento extraño”, continuó, “pero, hasta el día de hoy, sé que está muy feliz por mí”.
Desde que regresó a Puerto Rico en enero como postulante, Maradiaga ha estado participando en un discernimiento más intenso: rezando, evangelizando virtualmente y ayudando en las tareas de mantenimiento relacionadas con el convento.
El siguiente paso en el camino de Maradiaga será ingresar al noviciado, donde será recibida formalmente en la comunidad y llamada “hermana”. Después de dedicar más tiempo a la oración y la vida comunitaria, Maradiaga puede hacer sus primeros votos y, eventualmente, sus votos perpetuos.
“En cierto sentido, esto es como empezar de nuevo, pero es algo que espero con ansias porque hay muchas cosas a las que me pueden llamar”, dijo Maradiaga. “Como hermana misionera, nunca sabes dónde estarás mañana”.
La Madre Clara dijo que hay nueve nuevas aspirantes en la comunidad que actualmente viven en Puerto Rico y República Dominicana por sus experiencias vocacionales, así como 24 jóvenes que participan en el proceso de discernimiento virtual.
Maradiaga espera inspirar a otras adolescentes para considerar dar un salto de fe.
“Les diría que si tienen vocación religiosa, adelante, que no se asusten y siempre tengan esa confianza en Dios”, dijo Maradiaga. “Uno de los mayores sacrificios que puedes hacer es poner toda tu vida en las manos de Dios y tener fe en que Él se encargará de todo lo que dejaste atrás”.