QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS EN CRISTO:
Recientemente se envió una carta a todos los párrocos en relación con los horarios de misa que tenemos actualmente en nuestras parroquias. La escasez de sacerdotes requiere que revisemos los programas de misa vigentes para ver si podemos mantenerlos a largo plazo. En nuestra diócesis, que abarca Brooklyn y Queens, estamos plenamente conscientes de la necesidad de ofrecer misas en diferentes idiomas a las que no asisten tantas personas como a las misas de mayor concurrencia.
En 1995, hace prácticamente una generación, la asistencia a misa los fines de semana era de 286,000 feligreses. Ahora, la asistencia se ha reducido a 220,000; lo cual representa una disminución de casi un 23 por ciento. Esta disminución en la asistencia indica que en algunas parroquias tenemos iglesias con gran capacidad y una significativa reducción en el número de fieles. Pedimos a las parroquias que analicen esta situación, para ver si se puede aminorar el número de misas y de esta manera concentrar la asistencia.
Sin embargo, el problema va más mucho más allá. Aunque ha habido cambios demográficos en nuestra diócesis, también hay un problema con la comprensión católica de la Eucaristía. Recientemente, en la solemnidad de Corpus Christi, di una homilía sobre la creencia en la Eucaristía en nuestra época, que muchas personas me pidieron que publicara porque les había impactado.
Contemplamos nuestro mundo de hoy y reconocemos que no todos creen lo mismo sobre la Eucaristía. Encuestas recientes reflejan que entre el 50 y 75 por ciento de los católicos creen que el pan y el vino realmente se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Mientras otros, al menos entre el 25 y 50 por ciento, dudan o no saben lo que esto significa verdaderamente.
Sin embargo, hay quienes creen que el pan y el vino no son más que símbolos del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Estas personas ignoran la fe de la Iglesia y carecen del conocimiento de que esta creencia es la enseñanza central de nuestra fe católica. En realidad, las respuestas a una encuesta varían según la persona y su visión de la vida. No obstante, podemos decir que no todo el mundo hoy en día realmente entiende la Eucaristía y el verdadero significado de la misa. Tengo una anécdota personal sobre la diferencia entre nuestra creencia y la de otros grupos cristianos. Recibí mi ordenación sacerdotal en la época en que tomaba fuerza el movimiento ecuménico que nació tras el Concilio Vaticano II, y visitaba diferentes iglesias para celebrar eventos ecuménicos. Una de esas visitas la recuerdo especialmente; estábamos preparando un servicio ecuménico de Acción de Gracias en una Iglesia Reformada, a solo una cuadra de la parroquia católica donde me estaba quedando.
Cuando entré en la iglesia para ultimar algunos detalles con el ministro, vi una mesa de madera a un lado del santuario que tenía grabada estas palabras: “Haced esto en memoria mía”. Entonces le pregunté al ministro si ellos celebraban la Eucaristía. Él me respondió: “Sí, una vez al mes celebramos la Última Cena del Señor”.
Al no ver un Sagrario en el templo, le pregunté qué hacía con los remanentes de la Eucaristía; a lo que el ministro me respondió: “Abro la ventana y tiro los pedazos de pan que sobran a los pájaros, para que puedan regresar a la naturaleza de donde vienen”.
Para mí, esa lección valió más que toda la teología que estudié en el seminario sobre la Eucaristía. En aquel mismo instante comprendí que ese ministro y yo teníamos una doctrina muy diferente sobre lo que ocurre en este momento de la celebración. Sí, realmente creemos que los elementos se convierten, no solo simbólicamente, sino en verdad, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Y por eso veneramos todo lo relacionado a la Eucaristía .
Desafortunadamente, en la actualidad muchos católicos han perdido el sentido del verdadero significado de la consagración, aunque sigan creyendo en lo más profundo de sus corazones que ocurre una transformación milagrosa. La gente parece no entender en su totalidad lo que está a su disposición cada vez que reciben la Eucaristía, especialmente en la misa dominical. En nuestro mundo actual, la Nueva Evangelización significa que debemos revivir una comprensión de nuestra fe, que es real y contemporánea. Lo que no podemos hacer, sin embargo, es relegar nuestra asistencia a misa semanal como algo que es opcional y no central para nuestra creencia como cristianos católicos.
En estos meses de verano notamos que la asistencia a misa disminuye aun más. Sí, las personas están de vacaciones; pero se puede asistir a misa donde quiera que nos encontremos. Pero tristemente, la gente toma unas vacaciones también de sus responsabilidades religiosas.
El misterio de la Eucaristía es como remar mar adentro. No podemos comprender a plenitud el gran don que Jesús nos regala. Sin embargo, sabemos —porque Él mismo nos lo dijo— que lo hacemos en memoria suya. Y no lo recordamos de manera pasiva, sino que participamos activamente en la acción salvadora de Cristo. Cuando nos unimos para la celebración de la Eucaristía, su Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión están místicamente presentes en nosotros. Oremos juntos para que podamos revivir la esencia de la Eucaristía y del verdadero misterio de la presencia de Jesús.